La quiebra del Silicon Valley Bank significó el detonante de una crisis bancaria en los EE.UU. que se está replicando por Europa con velocidad. Los Estados de forma inmediata salieron al salvataje de las entidades en ambos lados del Atlántico pero sin poder detener los efectos que se manifiestan con las bajas bursátiles y la depreciación de acciones y bonos. Mientras tanto las empresas tecnológicas continúan despidiendo a miles de trabajadores. La incertidumbre y el fantasma de una crisis financiera similar a la de 2008 aumentan día a día.

Es difícil opinar en la Argentina a la velocidad que impone su agenda.
Apenas unos días después de la votación de una moratoria para que los que no alcanzan los treinta años de aporte puedan jubilarse, ya pasamos por el discurso de Alberto Fernández en la inauguración de las sesiones ordinarias de la legislatura y lo vimos ponderar la moderación y enseguida después gritar y ahí nomás nos empezamos a empachar con los análisis de los gestos que cada cual hizo, repetidos hasta el cansancio por la televisión.

Estados Unidos explicitó su interés en el litio, los hidrocarburos y el agua de América Latina. La generala Laura Richardson reconoció la intervención de su país para incidir en el manejo de los «recursos naturales». Equinor y Shell en el Mar Argentino, la israelí Mekorot para el manejo del agua, Barrick en San Juan y Syngenta en la Casa Rosada. Más extractivismo y un modelo que consolida la dependencia.

Mientras transcribíamos estas notas, la docencia santafecina entraba en su segunda jornada de paros por 72 horas semanales, después de casi 11 días de huelga.  Frente a la dureza del gobierno santafecino, negándose a negociar y llevando adelante una política de chantajes y aprietes, digna de patrones de estancia; los y las docentes, lejos de retroceder,  votaron democráticamente sostener el paro…

La crisis del frente gobernante continúa en la medida que se hacen imparables la inflación, la devaluación del peso y otros rasgos de la debilidad del capitalismo argentino. Tanto que la constante actualización de las disputas internas parecen dejar atrás lo que sobre esto pueda decirse. Y decimos «precen» porque entendemos que detrás de los cambios de nombres, subyace el mismo conflicto burgués, intensificado cada vez más, y la misma ausencia de una alternativa obrera y popular.