Los últimos días están caracterizados por el aceleramiento de la ofensiva del nuevo gobierno de Milei contra los trabajadores y el pueblo. Todos los días nos encontramos con nuevas noticias al respecto. Este reportaje a Adrian Piva, sociólogo y estudioso de la economía argentina, que fue emitido en nuestro programa del sábado 16 de diciembre, fue anterior al DNU de Milei y a los nuevos anuncios. Sin embargo invitamos a leerla ya que plantea algunas cuestiones para reflexionar y entender la situación, punto esencial para enfrentarla.


BORRADOR DEFINITIVO: ¿Cuál es tu primer mirada alrededor de las primeras medidas del gobierno de Milei?

ADRIÁN PIVA: En principio sigo viendo mucha incertidumbre. Es decir, son pocas, son importantes y son contundentes y claramente expresan una ofensiva contra los trabajadores y las trabajadoras.  Pero, en principio, hasta ahora lo que presentó fue una devaluación, una fuerte devaluación, llevando el dólar a 800 pesos; y un ajuste fiscal que se apoya, sobre todo, en el congelamiento de un conjunto de cuestiones, entre las cuales, el principal congelamiento es el salarial. Porque, si bien no planteó abiertamente el congelamiento de salarios, lo que se hace visible es que no está en la agenda reabrir las paritarias, en un contexto en el cual la devaluación va a impulsar un fuerte aumento de precios.

Pero incluso que ese ajuste fiscal se realice, es algo que está por verse. Lo que anunció hasta ahora es solamente un ajuste vía congelamiento de gastos -suspensión de la obra pública, etcétera- más el aumento de algunos impuestos. Hasta ahora, básicamente lo que destaca es el aumento de las retenciones a las exportaciones industriales al 15% o  el aumento de las retenciones a las economías regionales. Pero digo que está por verse porque, en principio, esto va a ser fuertemente recesivo, eso lo admitió el propio gobierno. Incluso si uno observa el impacto que va a tener la devaluación sobre el costo de los insumos para la producción; el impacto que va a tener en el consumo; la caída del salario real, y a eso le sumamos la suspensión de la obra pública, vamos a tener una recesión muy grande. Suponemos que el gobierno apuesta a que el impacto de la recesión sobre los ingresos tributarios (sobre el pago de impuestos al consumo como el IVA) no va a ser tan grande como para eliminar el aumento del ingreso vía inflación y retenciones (recordemos que la devaluación beneficia a los exportadores). Pero está por verse si se logrará finalmente una reducción del déficit y de qué magnitud. En ese sentido, incluso en aquellos elementos que están a la vista de las medidas presentadas por el gobierno, no es posible incluso tener una previsión clara de qué va a pasar.

Después sí está más o menos claro que el gobierno espera que la suba del tipo de cambio no se traslade totalmente a precios, justamente por la recesión y por el congelamiento -o el cuasi congelamiento- salarial. Eso supondría una fuerte alza del tipo de cambio, algo parecido a lo que ocurrió en el 2002 en ese aspecto. Y que el gobierno espera seguramente que, tanto los ingresos por retenciones como la disminución de las importaciones, le permita, por un lado atacar el aspecto fiscal y por otro lado acumular reservas. Esto sería lo que uno ve como que espera que suceda, sobre todo de acá a marzo, que sabemos es la etapa en la que las exportaciones de bienes agropecuarios y de manufactura de bienes agropecuarios son en general más bajas.

Entonces, eso es lo poco que podemos hasta ahora ver de lo que ha planteado el gobierno. Después hay otras medidas que están en discusión como modificar la ley de jubilaciones en función de eliminar la movilidad y ajustar los salarios jubilatorios por decreto. Eso sería volver a un esquema más parecido al de los ochenta. Pero eso está en discusión. Todavía no son medidas tomadas. Lo mismo es la reversión de ganancias que, como es un impuesto coparticipable, afectó fuertemente a las provincias y por lo tanto es esperable que la mayoría del Congreso pueda aprobarla y que se vuelva a aplicar el impuesto a las ganancias a los trabajadores.  Lo cual también colaboraría para reducir el déficit fiscal, para ellos.

BD: Ahora, en el discurso del gobierno aparece el cuco de la hiperinflación. Es evidente que los gobiernos anteriores han hecho desastres y eso se expresa un poco en el triunfo de Milei. Pero ¿existe e un peligro real de una hiperinflación o es un fantasma creado para tratar de convencer a los trabajadores de la necesidad de este ajuste brutal?

AP: Antes de responder lo que me decís de la hiperinflación, establezcamos que lo esencial de las medidas que anunció el gobierno es un brutal ataque a las condiciones de vida de los trabajadores, y no solamente a los trabajadores en Estado sino que la fuerte recesión va a traducirse en los niveles de empleo y va a afectar muy fuerte a los trabajadores informales. Por lo tanto, estamos ante una situación bastante compleja y además, la única medida compensatoria que anunció hasta ahora es el aumento del 100% de la asignación universal por hijo y el 50% de la tarjeta alimentar, que apenas compensa los aumentos que venimos teniendo. Algo que me olvidé de plantear pero que es muy importante es el esquema de reducción del gasto, que es la reducción de subsidios. Tampoco queda claro cómo se va a hacer, en qué plazos, pero en principio, si se implementara, implica un golpe al bolsillo muy grande. Sobre todo en la zona del AMBA sería un impacto muy grande y es una de las zonas que tienen niveles de pobreza más altos y la mayor concentración poblacional del país y con una tasa de informalidad muy alta. Entonces, efectivamente, estaríamos frente a un ataque brutal.

Respecto de la híper, hay varias cuestiones para plantear acá. Para que tengamos una referencia: Argentina atravesó un periodo de mega inflación, en su momento: desde el Rodrigazo, podemos decir, del ‘75 hasta el ‘88. ¿Por qué se hablaba de mega inflación?: Bueno, porque las tasas de inflación anual fueron, en la mayoría de los años, de tres dígitos. Esa es la situación en la que estamos actualmente, cuando tenemos una inflación anual de alrededor del 150%. Para que tengamos una idea, la inflación anual del año ‘88, la previa de la hiperinflación del ‘89, fue de 380 % aproximadamente. Esa situación duró muchos años. Estamos hablando de 13 años, con esos niveles de inflación que, en algunos casos, bajaba a los dos dígitos anuales, pero después volvía a llegar a los tres dígitos. Es difícil, predecir qué tan cerca está uno o no de la posibilidad de una híper. Ahora, cuando la inflación está aumentando al 150% y es posible que se proyecte a más de 200, entonces el fantasma de la hiperinflación al menos empieza a aparecer.

¿Pero cuáles son las condiciones reales que podría plantear una posibilidad de una híper? Bueno, hay efectivamente algunas comparaciones con los ‘80 que planteaban alertas: En los ‘80  había lo que se llamaba el “festival de bonos”. El Estado se endeudaba en pesos emitiendo bonos. Actualmente tenemos un fenómeno de endeudamiento del tesoro a través de bonos, pero sobre todo con las LeLiqs.

BD: Creadas por Caputto, por cierto.

AP: Sí, igual vinieron a suceder a las LeBaCs, que eran las letras del Banco Central, que estaban desde antes, que se habían emitido en el segundo gobierno de Cristina. En general, lo que buscaban las LeBaCs y luego las LeLiqs es absorber dinero. Eso que pasa en el funcionamiento del Estado donde el Banco Central debía, por diversas razones, emitir moneda (todos en alguna medida participaron de la idea de que el exceso de moneda podía traducirse en aumento de precios, cuando lo que en realidad ha pasado es que desde 2012 para acá, y sobre todo desde 2014 para acá, tenemos un escenario de baja inversión, este es el problema de fondo). En un escenario de baja inversión, en general, tendían a producirse fenómenos de corrida cambiaria. La respuesta era el alza de la tasa de interés y la absorción de pesos. Eso fue lo que hizo crecer las LeBaCs primero, que las podía comprar cualquiera. Con las LeLiqs que la remplazaron, la diferencia es que las pueden comprar solo los bancos y por lo tanto, son el respaldo de los plazos fijos. Entonces esta primera cuestión nos acerca a la situación de los ‘80, porque las LeLiqs nos hacen acordar a ese festival de bonos.

La otra cuestión, es la reducción de las reservas. Efectivamente, en aquel momento las reservas de bancos bajaron. De hecho lo que desata la corrida a partir de febrero del ‘89 es el hecho de que se suspenden las negociaciones con el Fondo Monetario y el respaldo del Banco Mundial. Esto significaba que el Banco Central quedaba libre de su suerte y con escasas reservas. Efectivamente, hoy el Banco Central tiene una situación de reservas muy mala.

Y el último factor que aparece como un peligro, es la cuestión de los plazos fijos, que es la otra cara de las LeLiqs.  Porque si se empiezan a desarmar plazos fijos, obviamente el correlato es que los bancos dejan de renovar las LeLinqs  para tomar los pesos y dárselos a los depositantes que los están pidiendo. Podría pasar también, como estuvo pasando, que se desarmen LeLiqs  y los bancos no las renueven, y se pasen a instrumentos de más corto plazo, como los famosos pases, que son de 24 a 48 horas. Que eso también genere cierto temor en los depositantes y saquen los plazos fijos.

Ahora, ¿había en verdad un peligro inminente? Bueno, no. La realidad es que ese peligro, entre otras cosas, lo generaba la idea de la dolarización. O sea, si a vos te dicen que se viene la dolarización y tenés el plazo fijo, es probable que quieras sacar el dinero. Entonces, creo que hay algo en la política, en el uso de la posibilidad de híper que, si por un lado remite a ciertas posibilidades reales, ciertos peligros que están dados en la situación económica grave que estamos atravesando, por otro lado tiene que ver con crear un propio “cuco”, es decir, agitarlo  y decir usar el “o hacemos lo que yo digo que hay que hacer, o se viene la hiperinflación”. Por otro lado, es la propia amenaza de la dolarización, lo de dinamitar el Banco Central, lo que agitaba la corrida cambiaria y la posibilidad de hiperinflación, y creo que hay mucho de eso. Es el propio gobierno el que hace que esa posibilidad sea más presente. Y poder utilizarla como amenaza, como hizo el Menemismo.

BD: ¿A esto es a lo que se refiere Melconián cuando dice que hay una licuación de los salarios?

AP: En realidad, a lo que se refiere Melconián con eso, es al hecho de que el gobierno no anunció ninguna reforma del estado. Es decir: ¿Qué hizo el Menemismo? El Menemismo primero empezó la reforma del estado, cuando empezó a privatizar, el plan de convertibilidad vino recién en abril del ‘91. ¿Qué es lo que sucede? Si en lugar de hacer reforma del estado, se baja el gasto licuando salarios y gasto social… Lo que está diciendo Melconián es que esto es “pan para hoy, hambre para mañana” desde el punto de vista del ajuste. Porque en algún momento los ingresos suben. O puede ser que los salarios no se puedan bajar tanto. O puede ser que esa baja de los salarios, combinado con la recesión, termine generando una caída en la tributación, que hace que ni siquiera caiga el déficit fiscal o caiga muy poco. Entonces, a eso se refería, Melconián, a la necesidad de una reforma del estado.

Porque estas medidas en sí mismas no son un programa económico. Preparan algo más y no sabemos qué es. Por ejemplo, todavía no se salió del cepo. El control de cambio sigue estando. Está claro que una mínima solución de la situación macroeconómica requiere una salida del control de cambios. Entonces, ¿cuáles son las condiciones de la salida del control de cambio? El acuerdo con el Fondo todavía no está cerrado. El financiamiento de la transición desde un esquema como el del gobierno anterior -con control de cambios, con déficit fiscal, etcétera- hasta el escenario al que él quiere llegar que es con mercado libre de cambios y con déficit cero, requiere financiamiento. ¿Cómo está resuelto el problema de financiamiento? No está muy claro.

BD: Porque además, está claro que hay un escenario mundial complicado. Con la guerra, inclusive con elementos fuertes de recesión. Nadie te da un banco por nada.

AP: Exactamente. O sí… pero el problema es : ¿Cuáles son las condiciones que permiten la entrada de capitales? Incluso hoy el tema es que el escenario es volátil. O sea, en este momento hay, por ejemplo, la posibilidad de tomar deuda?. Pero Argentina tiene los mercados cerrados. Entonces se necesita financiar, ellos necesitan el financiamiento para un esquema de apertura que les permita obtener ese financiamiento, ahí tienen un problema. Por eso el acuerdo con el FMI, la carta a los chinos, medio pidiéndole perdón, más o menos.

BD: ¿O sea que apenas estaríamos viendo la punta del iceberg con estas primeras medidas?

AP: Claro. Por eso te digo que a mí no me queda claro todavía cuál es el  programa económico. O sea, hay una devaluación fuerte y una primera avanzada en un ajuste fiscal que se descarga sobre todo sobre los asalariados, y en particular va a ser muy duro para los empleados del estado y para los informales como todo indica. Porque a algún punto salió a decir ayer que la dolarización todavía sigue siendo el objetivo, pero con cosas que no están claras. Porque  el presidente del Banco Central dijo que con él no se cerraba el Banco Central y que no había dolarización. Entonces, no se sabe bien cuál es la meta y cuáles son los próximos pasos que va a llevar este gobierno, parte de qué programa es esto.

No estoy diciendo con esto que el gobierno sea un gobierno al que debamos subestimar, que improvisa o que no sabe. Existe esa posibilidad de que no sepa hacia dónde van, pero también puede ser que simplemente no estén mostrando todas las cartas y que vayan tirando parte de su programa en un marco de incertidumbre bastante general.

BD: Porque eso además es la sensación en la calle. Esta suerte de aturdimiento que hay general frente a que nadie sabe qué es lo que va a pasar.

AP: Sí, claro, claro, totalmente. Y además hay algo importante que tiene que ver con las condiciones globales. Estamos muy lejos de las condiciones de los ‘90. Este es otro mundo. Entonces, si realmente quiere ir hacia un esquema de apertura comercial, como nos dijo,  y que ahora está amenazando que hay un decreto de desregulación dando vuelta, y política monetaria dura y un esquema neoliberal clásico… Pero el mundo es un mundo que no es afín a ese tipo de medidas como en  los ’90, cuando Estados Unidos era una potencia indiscutible, hoy hay disputa política. En los ‘90, el Consenso de Washington implicaba una coordinación, de hecho, de la política de los estados, la mayor parte de los estados aplicaban políticas neoliberales. Hoy hay descoordinación de los estados, se vio en la crisis mundial de 2008, se vio durante la pandemia, se ve con la cuestión climática. En aquel momento se avanzaba hacia libre comercio, hoy hay un escenario de guerra comercial, como en el caso de Estados Unidos y China, o de fraccionamiento de las políticas comerciales, aranceles cruzados, en algunos casos se retrocede en área de libre comercio, otras se mantienen, pero medio maltrechas. Lo otro que vos planteabas recién sobre el financiamiento. En aquel momento hubo un flujo más o menos permanente de capital desde el centro a la periferia que permitió financiar desequilibrios. Acá en la Argentina fue muy importante para la convertibilidad y el endeudamiento permitió sostenerla. Hoy  hay momentos de flujo de capital, pero son volátiles, y eso fue lo que pasó en gran medida durante el macrismo. Es decir, se vieron todas esas limitaciones, entonces eso también genera dudas respecto de la sostenibilidad de esas políticas en el tiempo, en un mundo que es muy distinto.

BD: Todas estas medidas sabemos que generan una pelea interburguesa, pero el gran problema sigue siendo, ¿qué es lo que va a pasar con los con los trabajadores? ¿Cómo van a enfrentar esto?

AP: Sí, eso a mí me parece que es el punto más más relevante. Lo que decías de la disputa interburguesa, es cierto. De hecho, yo creía, cuando escuché las medidas, que había un acuerdo más o menos cerrado con el sector agroexportador, pero evidentemente no lo hay; con lo cual, hasta eso incluso plantea cierta incertidumbre. Pero lo más relevante no es lo que pase en la clase dominante, aunque es importante. Lo más relevante es la capacidad de respuesta que se vea de los trabajadores y de los sectores populares. Ahí es donde está el punto más importante. Porque en la medida que el gobierno muestre que puede avanzar en su ofensiva, eso unifica a la clase dominante. Y eso hay que tenerlo muy claro: no hay nada que una más a la clase dominante que la ofensiva contra los trabajadores, en las medidas sobre aspectos esenciales del programa capitalista, como son la reforma laboral, que implica flexibilización de las condiciones de trabajo y de despido, reforma previsional, que implica reducir el gasto jubilatorio, extender la edad jubilatoria, etc. y reforma tributaria, que implica ni más ni menos que traducir todo esto en una reducción de impuestos a los capitalista. Porque si uno lo observa es de conjunto un programa de competitividad defensiva. O sea, atacando las condiciones de los trabajadores, reduciendo impuestos para generar competitividad y rentabilidad de esa manera. En la medida que los capitalistas vean que esas medidas pasan, se unifican rápidamente a través del programa.

Entonces, el dato más relevante es qué el grado de respuesta van a tener, sobre todo, los sindicatos. Hoy vuelve a ser muy relevante la capacidad de respuesta que muestren, aún con un poder reducido. Porque hoy el sector asalariado registrado, y sobre todo el sector privado, no es más de un tercio de la fuerza laboral. Pero sigue siendo central la manera en que respondan esos sectores, y por supuesto también los movimientos sociales. El problema es que hoy venimos de un largo proceso de inactividad. Desde el 2017, ya van cinco años de un proceso de desmovilización, de desorganización por abajo, de integración política de sindicatos y movimientos sociales al Frente de Todos y al Estado, que le hizo muy mal, porque supuso, una desmovilización en un contexto económico muy desfavorable. Y justamente en las elecciones se expresó esa desagregación del comportamiento político de los trabajadores. Entonces, eso es preocupante. Todos estamos esperando y viendo qué respuesta va a haber, no solo a las medidas que ya se llevaron a cabo sino a lo que se vienen. Porque el salario que se pierde, se puede recuperar en futuras luchas. Ahora, hay ciertas pérdidas de conquistas que tienen que ver con el avance en la reforma laboral, con el avance en la reforma del Estado en la medida que implica ataques a la clase obrera, que sí son retrocesos históricos, y que después cuesta muchísimo revertirlos.

BD: Es importante lo que decís, porque indudablemente la burocracia sindical de todo color ha negociado y ha colaborado no solamente con el gobierno de Alberto sino también con los gobiernos anteriores, con Macri y inclusive con Cristina en ese proceso de desmovilización. Mira vos lo de la CGT, sacó un comunicado, “estamos preocupados por la situación” ¡¡¡Preocupados!!!

AP: Sí, claro. Una compañera de trabajo me decía: “parece que la CGT se despertó de la siesta”. Y yo le digo, “No, mira, en el mejor de los casos pegó un grito de la cama”. Y obviamente, estamos preocupados en este contexto. Porque efectivamente, hoy vamos a necesitar una respuesta muy grande contra la ofensiva que por lo menos se plantea discursivamente. No sabemos hasta dónde la va a intentar traducir en hechos, pero hay que estar preparados para esa respuesta y si no se produjera sería muy serio. Sería un cambio muy fuerte de la relación de fuerza. Es decir, una caída del salario es muy seria y además se traduce en padecimientos para millones de personas, aumento de la pobreza, etcétera. Pero transformaciones en las instituciones laborales, por ejemplo, implican cambios consolidados en las relaciones de fuerza, que después cuesta mucho dar vuelta. Entonces, creo que tenemos que estar preparados con lo que se plantea como una ofensiva importante y esperemos que estemos a la altura de la respuesta que tenemos que dar.