Después de las elecciones generales, estamos de cara al balotaje entre el candidato del peronismo, Sergio Massa, actual Ministro de Economía y virtual encargado del gobierno; y el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, quien hizo la primera parte de su campaña presentándose como el que vino a combatir a lo que él llama la “casta política”, para luego de las elecciones buscar acuerdos políticos con cualquier sector del arco político para sumar votos, lo que consiguió con el sector del PRO de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, quienes se convirtieron en los directores de esta segunda parte de su campaña.

Sobre esta situación reflexionamos en la Editorial de nuestro programa radial, Borrador Definitivo, del sábado siguiente a las elecciones. Podés escuchar la editorial completa:

Analicemos los números:

  • En general, entre las PASO y las elecciones generales, suele darse un crecimiento de la participación de alrededor del 5 %. En este caso fue mayor, pero sin alcanzar la media de los valores históricos de participación; por lo que esta elección sigue siendo la de más baja participación desde el ‘83 al presente.
  • En las PASO, el 35 % de los habilitados para votar, no votó a nadie (entre quienes se abstuvieron y los votos impugnados y en blanco e impugnados). Esto fue una continuación de lo que se venía viendo en las elecciones provinciales previas y que asustaba a los analistas políticos burgueses: un proceso electoral con altos índices de abstención y de voto en blanco.
  • En las elecciones generales, el número de personas que no eligieron ningún candidato bajó al 23 %. Lo que, en cifras concretas, significa cerca de 3 millones y medio de personas que antes no habían acudido a votar o que habían votado en blanco o impugnado, en la generales sí decidieron votar por algún candidato. Al mismo tiempo, el voto en blanco volvió a sus valores históricos, por debajo del 3 %.
  • Si miramos los números, todo indica que la casi totalidad de los votos que se incorporaron entre las PASO y las generales, fueron a la lista que encabeza Sergio Massa, que sumó 2.926.000 votos en relación a las PASO. El resto de los candidatos sumaron cantidades ínfimas.
  • Lo que habría que preguntarse es cuáles fueron los factores que posibilitaron esto. Uno intuye que la explicación tiene principalmente tres factores: uno es el miedo a un posible gobierno de Milei, acicateado por la propia campaña del peronismo para presentarse como la opción menos mala, pero también por el conjunto de las demás fuerzas políticas y de los espacios mediáticos y un sector amplio del empresariado argentino. En segundo lugar, los propios errores no forzados (si queremos utilizar una metáfora deportiva) de Milei y quienes lo acompañan en su espacio político, con declaraciones, la semana anterior a los comicios, que hasta el más delirante de los votantes consideraría inaceptables. Un tercer factor que influyó evidentemente, fue la movilización del aparato del peronismo (intendentes del Conurbano y gobernadores del interior), que sumó a la lista de Massa muchos votos en el interior y en provincia de Buenos Aires.
    • Entre paréntesis en este punto, valga destacar la gran elección hecha por Axel Kicillof en la provincia de Buenos, lo que le aportó una ingente cantidad de votos a la lista nacional y mantiene el territorio como un espacio fuerte del sector del peronismo ligado a este candidato.
  • Pero no nos quedemos con el diario del lunes, porque si ampliamos un poco la mirada queda claro que, aunque la remontada de Massa pueda impresionar, el peronismo hizo una de las peores elecciones de su historia:
    • Entre las generales de 2019, que gana Alberto Fernández y estas elecciones, el peronismo perdió casi 3 millones de votos. Al mismo tiempo, Juntos por el Cambio, perdió casi 4 millones de votos en el mismo período. Estos son, números más, números menos, los aproximadamente 7 millones de votos que obtuvo La Libertad Avanza.
    • Pero incluso si vamos más atrás y tomamos como referencia las elecciones generales de 2015, vemos que en éstas Scioli obtiene alrededor de 9 millones de votos, mientras que Massa (que se presentó con su lista del Frente Renovador) obtuvo cerca de 5 millones. O sea que, de ese conjunto de 14 millones de votos, pasamos, 8 años después a estar alrededor de los 9 millones.
  • Esto nos hace pensar en que existe, como ya han señalado otros, una disgregación de los partidos y frentes políticos tradicionales y que, ante la pérdida de apoyo que sufren éstos es que emerge LLA, visto como un fenómeno novedoso.

¿Qué hay detrás de estos números?

  • Más allá de cómo termine, este proceso electoral va a ser recordado por la obscenidad de las componendas y los arreglos por arriba. Aún se estaban contando los últimos votos cuando los candidatos ya estaban especulando a quién pedirle favores para el balotaje.
  • En esto, Milei, que se presentaba como el anti casta, terminó siendo el más abrazado a la casta que decía combatir, y cambiando de manera inmediata su discurso para dirigirlo contra eso que él llama “kirchnerismo”, para justificar su acuerdo con Patricia Bullrich y Macri.
  • Pero este “panquequismo” de los dirigentes políticos burgueses no es nuevo. Existió en la política argentina desde hace décadas. Recordemos, por ejemplo, que en 2015 Massa (que hoy propone un “gobierno de unidad nacional” incluso con representantes de LLA, según lo dicho por él mismo en el debate presidencial) hizo campaña prometiendo barrer a La Cámpora y meter presa a Cristina Fernández, cuando hoy aparece como candidato con su bendición. Y como este hay ejemplos de sobra de este accionar que utiliza los votos de la población para sumar legitimidad política a la hora de fortalecer gobiernos al servicio del empresariado.
  • En la semana siguiente a las elecciones, la Fundación Mediterránea se reunió con Sergio Massa para hacer entrega del programa económico desarrollado por Carlos Melconián (ex presidente del BCRA y posible candidato a Ministro de economía de Sergio Massa) para que lo aplique en su posible gobierno.
  • Este programa incluye un ajuste gradual, la devaluación progresiva del peso y la eliminación de los derechos laborales y previsionales que aún quedan, intensificando más la precarización laboral y previsional; además de la intensificación del extractivismo.
  • Este es el programa de gobierno a aplicar, gane quien gane el balotaje; y ello es lo que, de alguna manera, tranquiliza a los sectores concentrados de la burguesía argentina, el asegurarse que, tanto Massa como Macri (actualmente el poder en las sombras detrás de Milei) lo seguirán a pies juntillas.
  • Sergio Massa ya demostró esto en las medidas tomadas después de las elecciones. Un nuevo “dólar soja” que implica mayores ganancias para empresas exportadoras. Al mismo tiempo que la promesa, para el 2024, de un superávit del 2%, cuando en 2023 aún tenemos déficit fiscal. Todo esto se financia con ajuste a los sectores populares, al gasto público, etc. al mismo tiempo que se apuesta a la intensificación del extractivismo.
  • El espacio de LLA, por su parte, tienen sus acuerdos con los fondos de inversión internacionales. Pero son fondos que ya actúan en la economía argentina hace años. Black Rock, por nombrar uno, actualmente maneja el 30 % de las acciones de YPF. La discusión, en todo caso, entre un gobernante u otro, será de grados, pero no de contenido.
  • Por otro lado pensemos un poco en las dos figuras que signaron la política argentina de los últimos 20 años. Cristina Fernández no ha aparecido en absoluto en la campaña de Massa; esto nos hace pensar que estamos asistiendo a su desaparición de la política argentina, quedando reducida su influencia a algunos diputados de La Cámpora en provincia de Buenos Aires y no mucho más, marcando el fin de la etapa de la política argentina que se dio en llamar “kirchnerismo”. Mauricio Macri, por su parte, a partir de su acuerdo con Milei, ve destruido su apoyo político por la disgregación, ya no solo de Juntos por el Cambio, sino del PRO, su partido. Esto lo pone en una situación muy frágil ante la posibilidad de una derrota de Milei.
  • Pero si quitamos la mirada de los candidatos y las fuerzas políticas en pugna y la ponemos en el pueblo, en la mayoría de la ciudadanía que fue a votar, la sensación ante el proceso electoral, a pesar que haya crecido la participación, sigue siendo de desinterés y cierta desazón. Se fue a votar por miedo a lo desconocido encarnado en la figura de Milei; pero a su vez sin ninguna expectativa que con Massa se vaya a estar mejor que lo que se está, sino todo lo contrario.
  • Si tenemos en cuenta que más del 95 % de los votos fueron a parar a fuerzas de derecha, esto nos está hablando de la falta de alternativas, ya no solo revolucionarias sino ni siquiera progresistas o reformistas. Lo que es congruente, nos parece, con una actualidad en la que la clase obrera no ha protagonizado grandes luchas y, cuando se han dado, hay terminado en derrotas como en Jujuy, o en victorias parciales que no afectan positivamente al resto del movimiento obrero, como puede ser el caso de los salarios de los trabajadores del neumático, por ejemplo. Esto pone en una situación muy difícil tanto a los partidos de la izquierda (que han retrocedido mucho en su caudal de votos) como al resto de los militantes, intelectuales, trabajadores, etc. que nos consideramos de izquierda más allá de no estar alineados en algún partido. La situación hace que la militancia y el diálogo se desarrolle en condiciones profundamente adversas y más vale tomar plena consciencia de ello para elaborar estrategias a la hora de enfrentar la realidad.