En estos últimos días se presentó el libro que lleva un sugerente título “Veneno”. Se trata de una investigación que llevaron adelante Guillermo Folguera y Paula Blois, que aborda el modelo contaminante derivado de las políticas de estados y cómo estos venenos invaden nuestros cuerpos de todas las maneras posibles, hasta matar. Para saber algo más, charlamos con Guillermo Folguera biólogo, docente de la UBA, y siempre comprometido en la lucha contra las distintas políticas extractivistas que arrasan comunidades.
Entrevista: Juanjo Lázzari y Elizabeth Moretti
Borrador Definitivo: Guillermo, te pedimos que nos cuentes un poquito de qué se trata este nuevo libro.
Guillermo Folguera: El libro, que está editado por la editorial GEC, lo escribimos con Paula Blois. De alguna manera recupera varios años de investigación en torno al tema del agro, y una de las cosas que nos apareció cuando estábamos sistematizando con Paula y empezando entrevistas nuevas, investigaciones nuevas, era qué pasa cuando el veneno deja de ser un químico que se tira excepcionalmente y pasa a ser una cuestión tan sistemática que hay que entenderla como una política, qué efectos, qué consecuencias tiene. Entonces, lo que intentamos ahí es sistematizar las múltiples dimensiones, las múltiples consecuencias que tiene esta política del veneno en términos de pérdida de soberanía, en términos de degradación de los alimentos, en aumento de la inequidad social, en demografía, obviamente en contaminación ambiental, y en deforestación y desmonte. Entonces, de alguna manera tratamos de recuperar eso y vamos contando, de la manera más coloquial y más clara posible, cómo Argentina se fue moldeando como una política sistemática. Y tratamos de recuperar esta palabra, ¿no? Acudimos a esta palabra: VENENO, y no agrotóxico, fitosanitario, matayuyo, remedio… porque en algún lugar habrá que recuperar el sentido común y darle la palabra que corresponde a algo que no hace más, en última instancia, que matar.
BD: Claro, empezar a llamar las cosas por su nombre, ¿no? Está bueno este ejercicio. Tiene testimonios también en el libro, ¿no es cierto?
GF: Tiene varios testimonios, obviamente tiene a las comunidades que están luchando, lidiando, que en nuestro territorio hay una enorme historia de resistencia en contra de los efectos de este modelo de agronegocios. Y también tiene entrevistas a funcionarios, empresarios, de hecho hay una entrevista a Antonio Aracre, antes de que sea nombrado por Alberto Fernández, todavía CEO de Singenta, donde Aracre nos cuenta un poco su visión respecto a los químicos y qué significa ese rol de una corporación moldeando la política pública. Y también, por ejemplo, a funcionarios de Senasa, y a un funcionario alto del medioambiente. O sea, va tratando el texto, por un lado, de recuperar el discurso y la práctica de corporaciones e instituciones estatales, que es una clave para entender esto, pero también, obviamente, colectivos y organizaciones que se oponen, ¿no? Y que buscan otro tipo de camino.
BD: Te quería preguntar, nosotros aquí en la región en que estamos, en San Nicolás, hemos tenido un episodio hace muy poco tiempo, que salió en los medios nacionales y es harto conocido, el de la empresa Atanor. Bien marcaste que esta producción de veneno y, en general, toda la política asociada a él, es como la única política de Estado que se repitió desde el menemismo para acá, seguramente, y antes también. Nosotros hablando con Javier Souza Casadiño hace unos días atrás, él nos decía que había que entender que los venenos no matan solo en el lugar donde se aplican, sino que matan en todo el proceso, desde la producción, la comercialización, el traslado, y después cuando se aplica. ¿Cómo lo ves vos?
GF: Clarísimo, clarísimo, y también las consecuencias, que de alguna manera es lo que intentamos recuperar en el libro, la más evidente es matar, pero después tenés un montón de otras consecuencias que están más ocultas, que son la transferencia de recursos. El veneno claramente es una forma de transferir recursos de una parte de la población a otro, por un montón de motivos, porque los que se enferman son obviamente las familias que están ahí y tienen después que, obviamente, pagar esos tratamientos, porque los tratamientos los paga la persona que paga los impuestos, y no Singenta, y no Bioseres, y no Grobocopatel. Pero también porque vas perdiendo otras formas de producción, vas degradando la parte alimentaria, vas perdiendo el sistema inmunológico, tenés un montón de elementos. Y está buenísimo que hayas mencionado a Atanor, porque yo creo que va a otro de los puntos centrales, que es complementario con lo que dice Souza Casadiño: que es la noción de accidente. Esa fábrica recibe cobertura mediática por los grandes medios cuando se produce una tragedia, pero esta tragedia es una consecuencia esperada, lo mismo que el camión que cae en la ruta y derrama. Son consecuencias esperadas, no deseadas, esperadas en el sentido de que cuando vos tenés una política tan sostenida en el químico, tan armada, tan privilegiada, tan fundamental -porque vos tenés que Argentina cada vez tiene que tirar mayor cantidad de químicos porque aparecieron obviamente los resistentes esperados- de alguna manera ese desastre ya empieza a montarse. Y eso que estás marcando con el agro, lo ves con cualquier política extractivista, si vos ves la mega minería, el mercurio que se fue acumulando y terminó saliendo por el puerto de Bahía Blanca, o sea, tuviste un camión con un conteiner, imaginate un conteiner de mercurio que, como una bomba, fue atravesando, ¿cuántas? 7, 8 provincias, Chile dijo que no, la segunda vez. Entonces eso pudo haber terminado en un accidente, eso pudo haber sido literalmente una bomba en medio de Argentina, un elemento tan contaminante como el mercurio. Ahora, no ocurrió. Si hubiera ocurrido, ¿vos dirías que es un accidente? Con el estado de las rutas en Argentina, eso es una bomba andando.
Bueno, esta cinta de montaje que va conectando víctimas en cada una de las instancias, lo tenés a cada rato, el último de los eslabones es el plato de comida, el plato de comida que nos estamos llevando cotidianamente a la boca, claramente también es una pequeña bomba que nos llevamos. Yo por ejemplo no puedo comer harinas, ningún tipo de harina, me caen mal, la celiaquía como tal, o la intolerancia a las harinas, se ha multiplicado en los últimos años, ¿alguien tiene alguna duda de que los venenos tienen que ver con eso? Ahora, ¿quién lo está discutiendo? ¿Qué significa que de golpe sin TAC o sin harina se ha vuelto una especie de sellito de lugares que nos venden comida? ¿Cuándo fue que eso se naturalizó? Así que es muy interesante esto que vos planteas, de múltiples eslabones y en cada eslabón víctimas, ¿no?
BD: Contanos, a partir de acá cuál va a ser el recorrido del libro, cómo lo van a ir presentando, si ya hay una fecha determinada.
GF: Primero, estaría muy bien ir a San Nicolás, ¿no? Podemos tratar de ver la posibilidad de hacer algo allá, por supuesto que con Paula vamos con mucho gusto. El libro fue presentado en Capital Federal, en Nazca y Camarón, es una biblioteca popular muy hermosa que hay, y luego en la Feria del Libro. Y después hoy justo estábamos hablando con varias comunidades, pues la idea es caminar el libro, hablar, que el libro sea una estrategia de reuniones colectivas claves en esto. En junio, vamos a ir a Exaltación de la Cruz, a Gualeguaychú, y estábamos hablando recién con gente de Concordia. Vamos a ir a donde nos llamen. La idea es que el libro sea una herramienta más que se transporte, no sólo a un diagnóstico, que igual es importante el diagnóstico, porque yo creo que acá la cuestión excede algunos nombres propios, pero también es cómo articulamos con algo que es muy grave y que además, perdón que lo vincule, me quedo todavía pensando cosas que marcaban ustedes antes, cuando surge los agrotóxicos de la manera que surgen, que de la mano de los transgénicos a mitad de la década de los 90, sabíamos perfectamente que los transgénicos eran una forma de apropiación de la tierra. Entonces digo, es parte de las consecuencias, cuando digo apropiación de la tierra, de vuelta, estoy hablando en cada una de sus instancias, ¿no? De Grobocopatel y el campo, Atanor y su territorio, los hospitales, toda esa red que se habla.
BD: Y de los conocimientos también milenarios que los agricultores han desarrollado, con las elecciones de las mejores semillas y demás que se les fue expropiando.
GF: Tal cual, por algo Milei quiere avanzar con el patentamiento.
BD: Te sacamos, pero tampoco nos vamos a alejar tanto, sabemos que estuviste marchando en la marcha federal educativa, que fue enorme, movilizó alrededor de 60 ciudades en todo el país, un millón de personas o quizás más. ¿Cómo viviste esa instancia?
GF: Muy conmovedor. La cantidad de gente realmente fue algo impactante. Yo no recuerdo una marcha así en Buenos Aires. Yo en particular marché de la Universidad de Buenos Aires, de la Facultad de Exactas. Por un lado, aplaudo la potencia que tienen y la necesidad que tenemos, que los pibes y pibas, fundamentalmente, tienen. Por otro lado, me permito, como militante y como compañero que me considero, decir que no tendríamos que haber dejado nunca las calles. Ahí hago una crítica. Se conecta con lo que estábamos hablando antes. El problema no es sólo Milei. Sería mucho más fácil si el problema fuera sólo Milei. Y después, sobre todo, creo que a ustedes les va a pasar lo mismo en estos días ¿Cómo seguimos? Si el tema es pensar que diputados, senadores y presidentes tomen registro de lo que quería la gente en la calle, no parece que haya sido. Están haciendo todo lo posible para darle media aprobación al nuevo proyecto de ley Ómnibus, sigue coqueteando para el DNU. Obviamente, los agrotóxicos y los transgénicos, siguen el mismo curso que antes. Obviamente, la mega minería, Mendoza, está lidiando para que no le avancen con el agua, en Chubut otro tanto. Obviamente, la extracción y la depredación de litio se expanden. Obviamente, la depredación del mar a través de la búsqueda de hidrocarburos también. Entonces, todo eso que Javier (Souza Casadinho) lo planteó respecto al agro, una política pública, una política de Estado sostenida en el tiempo. Bueno, ¿cómo hacemos lo posible para dar una discusión estructural? De todas maneras, y para que no quede simplemente en un comentario de tono escéptico, porque la verdad que no es lo que quiero decir, la potencia que tiene el pueblo cuando se mueve es algo que yo creo que llama al respeto. Y la felicidad que teníamos colectivamente después de la marcha, yo creo que era muy parecido a cuando le ganamos a Francia el mundial.
BD: Sí, y la movilización fue más o menos parecida, pero de otro contenido. En esto me quiero detener, porque no es cuestión de ser escéptico, pero sí de plantearnos la realidad de frente y tal como es. Me parece que la cantidad de gente movilizada, y sobre todo el promedio de edad de la gente que se movilizó, demuestran las reservas que todavía quedan en el pueblo argentino para pelearla. Pero, por otro lado, está lo que vos decís, ¿cómo la seguimos? Porque si creemos que el problema de la educación, la educación pública, la gratuidad de la educación, está asociada a la mano de Giacobitti, o los dirigentes de la CGT, o los diputados como vos mencionas, me parece que estamos en un problema. Pablo Pozzi, que es un referente también de la educación, él me decía, “el problema es que no tenemos todavía un proyecto alternativo, porque está bien que peleemos contra el arancelamiento, contra el cierre de las facultades, o lo que quiera Milei, pero por otro lado, también hay que reconocer que la educación pública, tal como venía funcionando, también iba camino a un desastre, cada vez peor”. Milei lo agrava, lo agiganta, lo hace más rápido, en todo caso. ¿Vos estás viendo también este problema?
GF: Sí, sí, sí. Digamos la complicidad, por ejemplo, que tienen las universidades nacionales con las grandes corporaciones, mucho antes que con las comunidades y la naturaleza, es algo muy visible. Si algo no hizo la universidad de Jujuy es pronunciarse respecto a la represión que recibieron los pueblos originarios y los docentes. Si algo hace la Universidad Nacional de Córdoba, son las alianzas con Porto Hnos., esa mina del barrio sur. La facultad donde yo estoy, estábamos con Barbijo y hace un acuerdo miserable con Shell, anunciando un acuerdo con lo que después sabemos resulta en la entrega del mar argentino. Por mencionar a tres ejemplos, digo, puedo seguir mencionando las diferentes universidades que además voy, viajo, trabajo, la Universidad Nacional de Catamarca, la Universidad Nacional de La Rioja. Y el otro punto importantísimo es ver que en las universidades los sectores bajos cada vez tienen menos acceso, y eso también lo sabemos. Claro que no tenemos dudas que el arancelamiento que está buscando Milei y sus aliados no hará más que empeorar la situación. Pero yo creo, y esto también me parece interesante con lo que hablábamos antes, urge recuperar nuestra agenda. No la tenemos. Argentina no tiene monitoreo de salud, no tenemos datos confiables respecto a la salud de nuestra comunidad. Y yo pregunto ¿cómo aumentó el cáncer de mamas en los últimos veinticinco años? No sabemos. ¿Cuándo tenemos un estudio de composición química de agua?, ¿cuándo nos van a importar los datos de desforestación y desmonte que salen de asambleas como Somos Monte? Aparece, de un día para otro, la sequía, y actuamos como si nos hubiera caído el meteorito. Argentina no tomó políticas de prevención respecto al dengue.
Ante esto me pregunto ¿y entonces qué es una política de Estado? ¿Y qué rol tienen las universidades públicas? Y yo creo que sí, estoy de acuerdo con ustedes, digamos, ¿cómo hacemos para recuperar esa ofensiva de una manera genuina, de una manera política, y de una manera crítica? Y entendiendo, de vuelta, que si nos gobierna Milei, que por momentos es una situación realmente tragicómica, es increíble que una persona así sea presidente de una nación, pero también es la respuesta y el resultado de lo que significa un fracaso. Hoy tenemos a más de la mitad de las personas caídas del territorio, y una degradación, me permito hablar de los últimos 50 años de vida, tomando como referencia 1975, cuando había 5 o 6% de pobreza, llegan los milicos, y además de los 30.000 desaparecidos, empiezan a aplicar una política que todos continuaron. Bueno, ¿y dónde está nuestra agenda? No está. Me parece, perdón la extensión de la respuesta, pero me parecía necesario, porque creo que vamos a necesitar recuperar nuestra propia agenda de una manera clara.
BD: Ciertamente. Habrá que organizar y discutir cada vez más, y habrá que también apostar al trabajo que hacen ustedes, y tantos como ustedes, que dentro de muchas instituciones como las universidades, el CONICET dan la batalla, aprovechando los intersticios que quedan por recuperar en estos espacios y ponerlos al servicio de las comunidades.