Ilan Pappe es un reconocido historiador judío no sionista que, como tal, ha dedicado gran parte de su labor a relatar las atrocidades que el estado de Israel viene cometiendo contra el pueblo palestino, así como las estrategias de resistencia de este último. De hecho, es tal su compromiso que actualmente se encuentra viviendo en Inglaterra, al tener que exiliarse de Israel por las amenazas de muerte que sufría allí.

Él dice en uno de sus trabajos que “la poesía fue el único ámbito que salió ileso de la Nakbah. Lo que los activistas políticos no se atrevían a decir, lo cantaban con fuerza los poetas. El servicio secreto israelí se veía impotente para decidir si debía clasificar este fenómeno como un acto subversivo o como un acontecimiento cultural. Quizás porque la poesía era el único medio en que los acontecimientos diarios relacionados con el amor y el odio, el nacimiento y la muerte, el matrimonio y la familia, se podían vincular con cuestiones políticas, como la confiscación de tierras y la opresión del Estado y airearlas en púbico en festivales especiales de poesía, como el que se celebraba periódicamente en Kafr Yassif, en Galilea”.

Por ello, queremos compartir con nuestros lectores y lectoras, dos poemas de este riquísimo movimiento poético palestino, como una forma de seguir denunciando el genocidio que está llevando a cabo el Estado de Israel sobre este pueblo que resiste con las armas que tiene a la mano, aún las palabras.

Un cuento sobre el cierre del mar – Najwan Darwish*

«Un cuento sobre el cierre del mar», leído por Pablo Balbis, docente y poeta.
En las afueras de la ciudad, al doblar la calle
que te lleva al campamento,
si ves a niños saliendo de esa escuela que parece una prisión,
si ves a siete de ellos de pie allí mirando en el umbral del silencio,
si ves a un niño delgado cuyos ojos brillan 
/con todas las promesas del mundo,
habrás encontrado a mi amigo Tayseer.

Su familia tiene una patria que fue robada en plena luz del día,
y puedes ver el despertar de sus pájaros en sus ojos ansiosos.

Las casas de cemento,
el recuerdo de las láminas de zinc,
las temibles voces
de los transmisores del ejército ocupante
durante las largas semanas de toque de queda,
nada de eso apagó la chispa que resplandecía en sus ojos.

Él vio el mar una vez, y nada le convencerá
de que no lo volverá a ver.

«Cuando se levante el toque de queda, te llevaremos al mar»,
solían consolarlo.

Y cuando una tarde finalmente levantaron el toque de queda, 
/le dijeron:
«El mar ya está cerrado, ve a dormir».

Aquella noche en vez de dormir, se imaginó a un anciano
que cerraba el mar con una enorme lámina de zinc que se extendía
desde la estrella del horizonte hasta la orilla:
el anciano la aseguró con un gran candado,
luego regresó a su casa (el candado era más grande
que el de la tienda de su padre en la calle Omar al-Mukhtar).

En las afueras de la ciudad, al doblar aquella calle
que te lleva al campamento,
si ves a unos ojos brillantes con todas las promesas del mundo,
pregúntales, te ruego, si el mar de Gaza está «abierto»
o si aún sigue cerrado.

Para Mohammed Zeid, 15 años – Naomi Shihab Nye**

«Para Mohammed Zeid, 15 años», leído por Silvina Guala, fonoaudióloga y poeta.
No hay balas perdidas, señores.​​ 

No hay balas como un gato asustado
escondiéndose debajo de un arbusto,​​ 
no hay balas como cachorros sarnosos
huyendo por las calles de medianoche.​​ 

La bala no pudo haber sido una nuez
cayendo sobre un toldo de lámina,​​ 
lentamente, no pudo haber sido una mota
de polen en el aire de octubre,​​ 
nunca una humilde piedrecilla en la calle.​​ 

Así que no lo hagan ver dulce, por favor.​​ 

Vivimos entre pensamientos perdidos,​​ 
con tareas a mitad el camino abandonadas.​​

Están henchidos nuestros cambiantes corazones​​ 
por devociones perdidas, nos sentimos en casa
entre los pedazos y retazos
de todas las rutas errantes de las palabras.

Pero esta bala no tenía inocencia alguna, no​​ 
le deseaba el bien a nadie, no pueden cambiarlo
con sus eufemismos, esta bala nunca fue amiga
de la vida, no debería garantizársele inmunidad
con palabras suaves –fuego amigo, bala perdida,​​ 
¿por qué le hemos dado el peso incorrecto a aquello que hacemos?

Mohammed, Mohammed, él merece la verdad.​​ 

Esta bala no tenía amables deseos secretos,​​ 
no se encontraba cantando para sí con los ojos cerrados bajo el puente
como la mujer exiliada en su precioso y gastado sombrero.​​

* Najwan Darwish nació en 1978, en la Jerusalén ocupada por el Estado de Israel. Es poeta, periodista, traductor y crítico literario palestino. Se le considera como una voz singular y renovadora en el panorama poético árabe. Parte de su obra fue traducida al inglés, francés y español, entre otros.

**Naomi Shihab Nye es una poeta, editora, compositora y novelista árabe-estadounidense . Nacida de padre palestino y madre estadounidense. Su padre creció en Palestina y él y su familia se convirtieron en refugiados en la Nakba de 1948 , cuando se creó el Estado de Israel. En total, ha publicado o contribuido en más de 30 volúmenes de poesía. 

Mohammed Zeid, de quince años, fue uno de tantos adolescentes asesinados por el Ejército Israelí. Las crónicas periodísticas dicen que estaba parado afuera de su casa observando a otros jóvenes arrojar piedras a una patrulla del ejército israelí en la aldea de Nazlat Zeid, en Cisjordania, cuando las tropas abrieron fuego. Zeid fue alcanzado en el muslo por una «bala perdida» y murió en un hospital de la cercana ciudad cisjordana de Jenin.