El día de ayer nos enterábamos de la muerte de Celeste Lepratti, reconocida militante por los Derechos Humanos, hermana del «Pocho» Lepratti, asesinado en Rosario durante la represión del 19 de diciembre de 2001.

La tristísima noticia nos conmueve, junto con el conjunto de les activistas, y nos deja un fin de año amargo.

Como homenaje, volvemos a publicar la entrevista que le hiciéramos en diciembre de 2021, al cumplirse 20 años de la rebelión de 2001.


Para un amplio sector de la sociedad argentina, el mes de diciembre, lejos de traer a colación las fiestas y los balances personales de cada fin de año, nos transporta a la rebelión más profunda que vivió el país en el presente siglo.

Diciembre nos duele por los muertos y muertas a manos del estado represivo, siempre presente. Pero también nos recuerda la hondura que puede alcanzar el descontento popular, el hartazgo con una democracia que, ayer como hoy, sólo representa los intereses económicos de unos pocos.


Entrevista: Juanjo Lázzari para Borrador Definitivo

Para reflexionar sobre el recuerdo de diciembre de 2001 y su vigencia y puntos de contacto con la actualidad, charlamos con Celeste Lepratti, hermana del Pocho Lepratti, militante social asesinado el 19 de diciembre de 2001 en un comedor comunitario de Barrio Las Flores, Rosario, cuando intentaba que la policía dejara de disparar en un lugar donde sólo había niños y niñas comiendo lo que muchas veces era su único plato de comida del día.

Borrador Definitivo- Tu hermano es uno más de los asesinados en aquellas jornadas dolorosas. De cualquier forma y a pesar de ser un caso conocido, su muerte, como la mayoría de las de aquellas jornadas, aun no haya justicia, ni para sus autores materiales ni mucho menos para los autores políticos.

Celeste Lepratti- Así es. Hay que recalcar que en Santa Fe, concretamente, el número de víctimas fatales en aquellas jornadas fue el más alto del país en relación con la cantidad de habitantes. Fueron nueve las personas que perdieron la vida, entre ellas, mi hermano Pocho. La mayoría de ellas fue a causa de balas policiales, de fuerzas conducidas en ese momento por (Carlos) Reutemann, quien por entonces gobernaba la provincia de Santa Fe. Y a nivel nacional son 39 las personas que ya no están y que también tuvieron ese mismo destino a causa de la única respuesta que tuvo el estado entonces, cuando el pueblo salió a la calle, cuando se escuchó muy fuerte el “que se vayan todos”.

Se vieron jornadas claramente de rebelión. Se sintió y se vivió de esa manera. Como siempre, y lamentablemente hay cosas que no cambian, la respuesta de parte del estado fue la represión, que se llevó la vida de todas estas personas en distintos lugares de la Argentina. Y a veinte años seguimos diciendo que son muertes impunes, que esa masacre sigue impune. Murió Reutemann hace muy poco tiempo atrás y de manera impune. Y de la misma manera, dos años atrás, Fernando de la Rúa. Y hubo muchas manos construyendo y fortaleciendo esa impunidad, no solo el aparato y el poder judicial, así que a 20 años seguimos reclamando porque esto cambie, decimos que el estado no puede encontrar una y otra vez como única salida y respuesta la represión, la asfixia para la gente que la está pasando mal, como sucedió entonces y como lamentablemente se repite en distintos momentos de nuestra historia.

Imagen de los cacerolazos en la ciudad de Rosario, diciembre de 2001

B.D.- ¿Cómo se organiza ese reclamo por justicia?.

C.L.- Aquí en Santa Fe tuvimos la posibilidad de ir encontrándonos, de participar en una comisión investigadora no gubernamental, un espacio muy importante que, durante los primeros años después de la masacre, hizo el trabajo que no llegó desde lo formal, desde la Justicia. Y lo hizo relevando testimonios, aportando pruebas. Y mas tarde, cuando la justicia no tomó nada de lo que encontramos, porque entendemos que estaba trabajando para otra cosa, para garantizar la impunidad, nace la Asamblea del 19 y 20. Tomamos esa forma, justamente para pensar también en esas experiencias, en lo que floreció, en lo que nos dejó también el 2001. Y ahí seguimos desde ese espacio donde, por supuesto participamos familiares pero también lo hacen compañeras y compañeros desde distintos espacios y organizaciones, que vienen acompañando esta lucha desde el inicio, y también mucha gente que se va sumando en este camino. Así llegamos a este nuevo aniversario, y que son 20 años, ni más ni menos.

B.D.- Es interesante ver que este camino de impunidad que vos señalás, se construyó de un lado y otro de la supuesta “grieta”.

C.L.- En Santa Fe es muy fuerte la impunidad: No se llegó a ninguna de las responsabilidades políticas. Reutemann era el principal, pero también los que lo acompañaban en ese momento en la cartera de gobierno, en seguridad, los altos jefes policiales, no hubo ninguna investigación de la cadena de mandos en ningún momento.

No sé si es una explicación pero el estado consigue, de distintas maneras, seguir cometiendo atropellos, sobre todo al pueblo trabajador, a la gente desocupada, distintos reclamos de la sociedad, la respuesta es la misma. Parece que es un mecanismo que tiene el estado, entre sus distintos niveles para garantizar que todo siga igual y no dejar la posibilidad de que se investigue y se juzguen aquellos delitos que viene cometiendo. Aquí hablamos de crímenes de estado, de la criminalidad de los actos cometidos por el gobierno de entonces, tanto en la provincia como en el país, y no hay ninguna esfera dentro estado que haya hecho algo distinto para que esto cambie.

B.D.- En estos últimos días hemos estado viendo un crecimiento de esa maquinaria represiva del estado que estuvo presente en el 2001 y que aún lo está hoy. ¿Vos ves un hilo de continuidad de aquellos días hasta el día de hoy en ese aspecto represivo?

C.L.- Sí, claro. Lamentablemente sí. Justamente pensamos que esa impunidad que se generó, que se construyó, que se perpetuó desde ese diciembre de 2001, habilitó otras impunidades, claramente. Y tiene que ver con que el brazo armado de los distintos gobiernos pueda, y sigan haciendo las mismas cosas; y siempre para con los mismos sectores con absoluta impunidad. Porque lamentablemente cuesta muchísimo revertir estas situaciones.

Como también, y no es menor, después de 20 años tantas cuestiones se repiten y a tan poco tiempo de ver cómo se cierra un acuerdo con el FMI. Tenemos que pensar que la verdadera deuda es con el pueblo, con la educación, con la salud, con el trabajo de la gente. Eso mismo sucedía allá por el 2001.

B.D.- Es inevitable pensar en la similitud entre el momento que estamos viviendo con lo que se vivía por aquellos días, como si nada hubiera cambiado, salvo que hay casi 40 personas que no están.

C.L.- Así es. Y muchísimas personas que son sobrevivientes de aquellas situaciones, que les cambió la vida para siempre, y que lamentablemente no tuvieron ningún tipo de acompañamiento, reparación de ningún tipo en estos 20 años. Los cientos de heridos y heridas de aquellas jornadas, que también con ellos, con muchos, nos fuimos encontrando en este reclamo, en este camino, para decirnos que no tiene que pasar más. Y por otro lado también nos faltan, lamentablemente, muchísimos familiares que no pudieron seguir, después de la pérdida de ese ser querido. Ya nos sucedió con muchas madres, sus hijos fueron asesinados en aquellas jornadas. Sucedió con algunos padres, como el mío por ejemplo, que a tres años del asesinato de Pocho se murió de tristeza. Pasó con hijos de las víctimas también, como pasó con dos hijos de Graciela Costa, que fue asesinada por una bala policial, que eran tan chiquitos cuando le arrebataron a su mamá de esa manera, en Villa Gobernador Gálvez, que fueron niños en ese momento y que quedaron en un estado de abandono y desamparo total. A lo largo de este tiempo también ya no están estos ya jóvenes. También por ellos, por esas ausencias que se fueron produciendo y que a veces decimos que por balas invisibles, pero ya de la impunidad.

B.D.- Para terminar: ¿cómo lo recordás a tu hermano?

El «Pocho» Lepratti

CL- Lo recuerdo de muchas maneras. Nosotros éramos 6 hermanos: él era el mayor y conmigo particularmente teníamos bastante diferencia de edad, yo soy la quinta de los hermanos. Pocho tenía 12 años más que yo. El tenía 35 años cuando lo mataron. Mis recuerdos más presentes de la infancia es haber compartido algunas cosas con él, que ya no era un niño por esta diferencia de edad. Él era muy joven cuando dejó de vivir en la casa familiar y dejó Entre Ríos para hacer su vida y seguir el camino que eligió y decidió hacer. Hizo muchísimas cosas, pero creo que lo recuerdo como una persona que estaba feliz con lo que hacía, que eso le traía felicidad, él quería estar con otras y otros, trabajar siempre con los más jóvenes, con las infancias, tratando de buscarle una vuelta a la falta de oportunidades, buscándole la vuelta a un montón de dificultades que tenían en ese momento.

Lo recuerdo de esa manera, también que se reía muchísimo, que hablaba poco, que hacía un montón, y lo sigo conociendo. Tengo la fortuna de sentir que lo sigo encontrando y conociendo a través del relato de muchísima gente. Porque era una persona muy querida, que no sabemos cómo, pero se había relacionado con tantísima gente, siempre a su manera, en su trabajo en clave de lo colectivo con otras y otros. Y eso también está presente todo el tiempo y es parte de la manera en que lo tenemos aquí, cerquita, con nosotros y conmigo en particular.