Atendiendo a un retorno del Covid-19 a la actualidad sanitaria y política, y a que los estados, nuevamente, eligen la salida represiva para pretender ocultar la crisis de los sistemas sanitarios en todo el mundo, retomamos un tema que ocupó mucha de la atención de quienes hacemos Borrador Definitivo durante la corta pero fructífera vida de este medio digital.

Esta vez, la ofensiva estatal viene en nuestro país, de la mano de la Provincia de Buenos Aires como punta de lanza, en forma de pasaporte sanitario. Sobre esto, y prometiendo ahondar en el análisis en notas posteriores, compartimos con autorización de su autor, una opinión publicada en su muro de Facebook por el ilustrador y trabajador independiente Rodolfo Fucile, de cuya autoría ya hemos publicado en este mismo medio la nota MONOTRIBUTO: pagar por trabajar.

Por Rodolfo Fucile

En marzo 2020, cuando todos los diarios salieron con la misma tapa, algunos consideramos que esa unificación del relato sobre la pandemia se iba a sostener con disciplinamiento, censura y mayor control social. Y así fue. Se puso en marcha un aparato de propaganda que operó dictaminando qué se puede decir sobre el coronavirus y qué no, apoyando cada una de las medidas sanitario-represivas y descalificando a cualquiera que planteara dudas o formulara críticas. Esto último fue muy fácil: bastó con tildarlo de nazi o terraplanista. Entonces, si una persona cuestionaba la cuarentena por los daños sociales, laborales y económicos, se lo acusaba de irresponsable, egoísta y hasta genocida (!). Si un profesional de la salud criticaba los protocolos, dudaba de la eficacia los testeos o proponía tratamientos alternativos, se lo desprestigiaba y se lo vinculaba a la ultraderecha. Si un científico o médico osaba cuestionar la efectividad de las vacunas experimentales o informaba casos de trombosis, miocarditis o muertes luego de la inoculación, se lo tildaba de «antivacuna», anticiencia, negacionista… En síntesis, cualquiera que, en base a su experiencia o inquietudes, planteara algo disidente acerca del covid, se convirtió en un enemigo público al que había que censurar, «cancelar», ridiculizar o, en el mejor de los casos, ningunear.

En pocos meses todo el arco político argentino, de derecha a izquierda, adhirió con matices al relato oficial y llegamos a este momento cumbre en que se nos impone un pase sanitario, con el aval de todos los partidos, movimientos sociales, organismos de DDHH y medios de prensa (incluso la prensa «alternativa», salvo alguna honrosa excepción).

Yo sigo pensando que esta medida es antidemocrática y es un retroceso enorme. Se empieza por los eventos masivos y se continúa por los lugares de trabajo, de estudio, comercios y el espacio público. Esto abre paso para que mañana exijan tres, cuatro, cinco dosis, y quien no las tenga sea también un ciudadano de segunda.

#NOalPaseSanitario