En las últimas horas dos jóvenes trabajadores de la región perdieron la vida en sus puestos de trabajos. Es probable, casi seguro, que las empresas y aun la propia justicia caratulen estos hechos como “accidentes laborales” y aun más, intentarán cargar responsabilidades sobre los propios trabajadores. Quienes construimos esta página lejos estamos de pensar eso y creemos que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, estos no fueron accidentes sino asesinatos patronales.


Por Juanjo Lázzari

Muerte en el paraíso agrario

La ciudad de San Nicolás en la tarde del jueves, recibía con dolor y bronca la noticia de una nueva muerte obrera. Víctor Chavarria tenía sólo 36 años y era uno más de los tantos jóvenes a los que la precarización laboral lo llevó a vender su fuerza de trabajo a empresas contratistas que los explotan. En el caso de Víctor, revestía en GONSAP, subcontratista de Terminales y Servicios. Esta clase de trabajadores por lo general no desempeña su labor en una fábrica de forma más o menos permanente, sino que va rotando por distintos establecimientos, por lo que la precariedad y la inseguridad en que desarrollan sus tareas se agigantan.

Imaginamos que Víctor, esa mañana, se habrá despedido de su familia sin imaginar que sería la última vez. Siguiendo la rutina ensayada tantas veces se dirigió al predio que AFA (Agricultores Federados Argentinos) posee en el Parque Comirsa, en la vecina localidad de Ramallo, donde revestía como soldador. Eso es lo que estaba haciendo con la tarde recién entrada, cuando una cinta trasportadora se le desplomó encima, acabando con sus sueños y desgarrando una familia completa.

Los brutales ritmos de producción, sumados a la inestabilidad en que se trabaja, conforman un cóctel que abre paso a nuevas muertes obreras. Mientras las patronales, en este caso la agraria, seguirán llenándose de dinero; los gobiernos de turno mirarán para otro lado y los “dirigentes sindicales” cerrarán sus ojos para abrir sus bolsillos y nuevos Víctor dejaran su vida en el altar capitalista.

Pero hechos como éste, nos llevan a pensar en lo que en apariencia hemos perdido. En no tan lejanas épocas, algo así habría desatado algo más que dolor y bronca. En tiempos no tan remotos la clase obrera hubiera sabido responder con algo más ante un asesinato laboral. Este relajamiento de la solidaridad de clase hace que aquello de que “si tocan a uno, tocan a todos” sea hoy un recuerdo, pero también un valor a recuperar si queremos que, en el futuro, no haya nuevos casos como el de Víctor.

Acindar esa perpetradora serial

La otra noticia que nos desgarró en estas horas es la muerte de Brian Albornoz. Brian había sufrido, a finales de mayo, una terrible caída en su lugar de trabajo en la empresa Acindar de Villa Constitución, cuando se encontraba realizando tareas de inspección en el Tren de Laminación número 2 de dicha planta y desde entonces se encontraba internado en grave estado. En el mediodía de este viernes, su cuerpo no resistió más y su nombre pasó a engrosar la fatal lista de obreros asesinados en horario laboral.

Seguramente las investigaciones pertinentes, y la misma empresa, dirán que fue un lamentable accidente, y seguramente deslizarán alguna posible responsabilidad de la propia víctima. Luego, el caso se archivará. Sin embargo, y de esto estamos absolutamente seguros, en ningún informe aparecerá reflejada la presión con la que trabajan los compañeros debido a ritmos de producción creciente (la están levantando en pala) y la escasez de personal por obra del Covid fundamentalmente (en ACINDAR se contagiaron el 23% de sus trabajadores en este año largo que lleva la pandemia).

“Ante la reactivación económica, el crecimiento de la construcción, de la industria automotriz y de la maquinaria agrícola ambas firmas (Acindar Mittal y Techint) prevén un importante crecimiento del volumen de producción y se preparan para enfrentarlo con planteles mínimos y aumentar su productividad a costa de los puestos de trabajo. Para ello es clave el control del personal y la neutralización de los reclamos acumulados. La vieja fórmula repetida de conflictos provocados para derrotar los reclamos se enfrenta a una nueva generación de trabajadores con una importante tasa de sindicalización”.

Victorio Paulón, Página12. 8/06/21

Pero hay un hecho que demuestra la hipocresía de esta patronal, hace un tiempo atrás la dirección de la acería despidió a Walter Valiente de Trefilacion, planta de alambres porque, después de haberse accidentado por tercera vez en 5 años, con una máquina de la que ya había alertado de su mal funcionamiento, encaró al técnico de seguridad del sector, que literalmente se le rio en la cara. Tuvo un ataque de nervios y ese es el elemento del que se valió la empresa para intentar echarlo.

En lo que le pasó a Walter Valiente se puede entender lo de Brian Albornoz. Semejante desprecio por la vida de un trabajador no puede terminar más que con la muerte y en ACINDAR el listado es largo. Tampoco se nos escapa que el compañero despedido había sido delegado del sector en varias ocasiones, con lo cual todo indica que el conflicto también se enmarca dentro de una persecución política. En resumen; trabajo a destajo, inseguridad, muertes evitables y corderitos que no reaccionen ante nada, eso es lo que quieren.

Es válido recordar acá que la empresa fue propiedad, originariamente, de la familia Acevedo, que se benefició con el gobierno de Isabel cuando le mandó un impresionante operativo policial para poner fin a una experiencia sindical que ponía en cuestión quién mandaba en la fábrica. Luego sacó réditos del golpe militar, al que aportó su ministro de economía, José Alfredo Martínez  de Hoz. A principio del siglo, pasó a manos de la brasilera Belgo Mineira y hoy pertenece al grupo ArcelorMittal. Pero tantos cambios de nombres no bastaron para que sus distintas direcciones siguieran reproduciendo las viejas prácticas que la habían caracterizado de toda la vida: odio a los trabajadores y sus organizaciones y desprecio por sus vidas.