Algunas tendencias relevantes en la geopolítica de la energía en el mundo

Artículo publicado por el Observatorio Petrolero Sur

La humanidad atraviesa una dolorosa etapa caracterizada por el avance de la precariedad en diversas dimensiones fundamentales de la vida comunitaria. El contexto internacional pandémico ha acrecentado la ominosa percepción de la volatilidad e incertidumbre reinantes sobre el devenir de la coyuntura global, atravesada por multiplicidad de conflictos e intereses contrapuestos entre actores estatales y privados con amplia capacidad de proyección de fuerzas. Esta delicada situación no resulta extraña ante los ojos de analistas y observadores atentos de la realidad mundial, regional y nacional, sobre todo teniendo en cuenta el dominante escenario de excepción e incertidumbre.


Gustavo Lahoud*

Si observamos las tendencias del juego geoestratégico de la energía en el orden mundial, parecen escenificarse agendas que promueven intereses contrapuestos en algunos casos y complementarios en otros. Nos referimos puntualmente a algunos de los debates que surcan la problemática energética mundial y que se relacionan con los discursos de las llamadas transiciones productivas energéticas[1]. Esto supone dar cuenta de la profundidad y el alcance de algunas fuerzas identificables que están en plena evolución en el sistema internacional.

Una de ellas remite al debate creciente sobre la relevancia estratégica del cambio climático y la prioridad que muchos países, Tratado de París mediante, comienzan a darle a la planificación de políticas públicas. Esto se sostiene en objetivos múltiples: desde la descarbonización de los sistemas de producción de energía hasta la intensificación de las inversiones, tanto en energías no convencionales renovables como en procesos crecientes de eficiencia energética orientados al logro de comunidades más resilientes y sustentables, a la luz de los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que los distintos países internalizan en sus procesos decisorios.[2] 

Este debate está en pleno desarrollo en el contexto mundial. La asunción de la administración Biden en Estados Unidos, que prometió reducir a la mitad las emisiones de gases contaminantes para 2030 en la Cumbre Climática de 2021, es una de las tendencias que resulta fundamental observar en el mediano y largo plazo.[3]

También vale mirar la larga marcha de la Unión Europea en el logro de políticas más sustentables, ligadas a la desfosilización[4] de sus matrices energéticas y a la introducción paulatina de nuevas fuentes renovables de generación junto con un enfoque sistémico oferta-demanda centrado en la búsqueda de mayor eficiencia y reducción de la intensidad energética[5] de sus sistemas. O la apuesta creciente de China[6], tanto  por las nuevas energías como por el desarrollo de otras fuentes como la nuclear o la hidroeléctrica.

Estos procesos identificados forman parte, de una u otra manera, del complejo debate creciente por las denominadas transiciones productivas energéticas que asume diversas caracterizaciones en función de las geografías concernidas. Si bien no es objetivo de este documento trabajar en particular la identificación de estos enfoques, resulta esencial señalar que las tendencias hacia las transiciones energéticas y los cambios productivos implicados no se instalan en dinámicas de carácter universalista que disuelven contradicciones e intereses contrapuestos en la arena internacional, tan variada y asimétrica en términos de distribución y capacidades de poder, sino que deben ser descritas y comprendidas bajo las particulares condiciones objetivas reinantes en las distintas geografías regionales y nacionales. Dicho esto, es importante considerar que este debate sobre las transiciones opera en distintos niveles de análisis desde lo mundial- con el protagonismo de los organismos internacionales[7] en estos debates, hasta lo regional, lo nacional y aún los niveles subnacionales[8] de gobierno.

Por otro lado, una de las tendencias en dinámica permanente, está asociada a la promoción de procesos de exploración y posible explotación en lo que denominaríamos áreas de difícil acceso en lo que respecta a la geoestrategia hidrocarburífera mundial. Así, desde los nuevos recursos no convencionales, como el esquisto o shale con particular relevancia, hasta diversos tipos de crudos pesados y extrapesados que pueden alojarse en cuencas sedimentarias onshore u offshore constituyen uno de los ejes de las apuestas inversoras protagonizadas, en las últimas dos décadas, por las grandes firmas trasnacionales occidentales de la energía. Incluso grandes empresas con fuerte impronta estatal o de control mixto, como se observa desde Rusia hasta China y algunos países asiáticos, africanos y latinoamericanos.[9] 

Foto: Asamblea por un Mar Libre de Petroleras

Estas estrategias, sin embargo, deben ser permanentemente evaluadas al compás del avance de las tendencias relacionadas a la dinámica del cambio climático y las transiciones. Aún así, es importante tener en cuenta que desde 2003 hasta 2014, en momentos en que se produjeron dos grandes olas de incrementos de los precios de los commodities energéticos y alimenticios, tanto las grandes empresas trasnacionales como empresas nacionales de hidrocarburos protagonizaron pujas crecientes por el control de recursos fósiles de difícil acceso,[10] según la denominación del analista Michael Klare.  Ese ciclo alcista fue interrumpido por la crisis financiera de 2008 y desde 2015 estamos ante escenarios de mayor incertidumbre y volatilidad, con persistentes problemas para el crecimiento sostenido de las economías.

A su vez, en ese gran juego geoestratégico descrito, las aguas del golfo de México, el litoral marítimo del presal brasileño, Vaca Muerta en la cuenca neuquina en Argentina y posiblemente el Atlántico Sur con sus recursos hidrocarburíferos y minerales alojados en la amplia Plataforma Continental Argentina, son algunos de los puntos críticos que pueden constituirse en áreas de creciente interés en la mirada de las grandes compañías hidrocarburíferas mundiales.

Por cierto, los EEUU hace ya quince años que han consolidado la llamada revolución hidrocarburífera no convencional, que les ha permitido erigirse en un gran productor de hidrocarburos al punto que las relaciones de fuerza en el mercado petrolero y gasífero mundial, orientadas en las últimas décadas a la preeminencia de los grandes productores del Cercano Oriente y la relevancia de Rusia, se desbalancearon paulatinamente al compás del aumento persistente de la oferta interna de hidrocarburos que los EEUU consolidaron[11]. Esa apuesta tuvo como uno de los principales destinatarios a los países exportadores de la OPEP, que en la última década intentan ajustes permanentes en los niveles de oferta de hidrocarburos, con el objetivo de neutralizar en parte la creciente oferta de los EEUU con su posible incidencia en una baja persistente de precios y, simultáneamente, con el fin de matizar la creciente relevancia de la producción no convencional. Este esquema de pujas volátiles e inciertas van de la mano de fuertes apalancamientos financieros en el mercado de Wall Street que, al momento del estallido de la pandemia de la Covid 19, implicaron que miles de puestos de trabajo y muchas empresas hidrocarburíferas de mediano porte sufrieran pérdidas masivas en el reacomodo violento que se produjo desde abril de 2020 con la baja abrupta de precios como consecuencia de la caída en picada de la demanda.[12]

Por su parte, es importante tener en cuenta que las dinámicas extractivas hidrocarburíferas y mineras en distintos contextos regionales están crecientemente atravesadas por enfoques rentísticos financieros, orientados a valorizar reservas existentes en períodos de tiempo más estrechos. La perspectiva es que la llamada “ventana de oportunidad” que queda disponible en el sistema internacional para la maximización de los procesos extractivos mineros e hidrocarburíferos comience a cerrarse en función del avance paulatino de las agendas de transición hacia matrices energéticas más diversificadas. En ese sentido, no resulta extraño que en la República Argentina se discuta la viabilidad técnica operativa y la aceptabilidad social de la puesta en marcha de una normativa destinada a promover las inversiones petroleras y gasíferas a gran escala[13], con el foco en la maximización productiva con finalidad exportadora por un plazo de dos décadas. Este tipo de propuestas requieren de significativos apalancamientos financieros y de importantes incentivos a través de renovados subsidios a la oferta y desgravaciones impositivas adicionales, en un contexto en el que las empresas podrían disponer libremente de porcentajes relevantes de divisas y de cuotas mayores de exportación. Este escenario, en una economía estructuralmente orientada a la exportación de bienes hidrocarburíferos con el objetivo de “cerrar” la brecha de dólares necesarios para el pago de los compromisos financieros externos, nos deja permanentemente ante otras encrucijadas de difícil resolución. Entre ellas, la puja creciente por el acceso al mercado cambiario que este conglomerado oligopólico de empresas hidrocarburíferas impone constituye uno de los aspectos más conflictivos, ya que genera permanentes desequilibrios en la estructura productiva argentina.[14]  

Asimismo, si se observa la creciente proliferación de medios y capacidades en las regiones marítimas que implican el despliegue de presencia naval permanente a través de navíos de superficie y fuerzas submarinas, vigilancia de amplio espectro y control satelital georeferenciado, puede comprenderse parte de las estrategias de proyección de poder de Estados Unidos, China, Rusia o incluso Gran Bretaña. Aquí se estima prioritario profundizar una línea de observación y análisis ligada a nuestra realidad geopolítica marítima.

Foto: Florencia Guzzotti

En efecto, en nuestro Atlántico Sur, la Plataforma Continental Argentina extendida hasta las 350 millas, un área que abarca más de 6.500.000 kilómetros cuadrados, puede constituirse en una de las regiones más dinámicas e inestables en los tiempos venideros. Allí, pesca e hidrocarburos configuran dos ejes de las maniobras tácticas permanentes de los actores, fundamentalmente aquellas desarrolladas por la potencia ocupante Gran Bretaña a través del gobierno kelper. La riqueza material de los isleños ha sido construida a partir de la super explotación ictícola en las últimas tres décadas, situación que permitió la apertura de una nueva estrategia de exploración y futura explotación hidrocarburífera en las zonas marítimas adyacentes a nuestras Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

Por su parte, la República Argentina, en los tramos finales del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pareció responder a esta preocupante presencia geoestratégica extranjera en las regiones suroccidentales a través del denominado proyecto Pampa Azul. Esta propuesta intentó erigir una acción de naturaleza interministerial con el objetivo de sistematizar y profundizar el conocimiento de las riquezas naturales presentes en la Plataforma Continental Argentina, junto con el nacimiento de una arquitectura normativa que implicó la creación de Áreas Marinas Protegidas y otro tipo de santuarios marítimos. Este esbozo de programática marítima es, por el momento, una gran apuesta con muy poca claridad geoestratégica, ya que no se han definido, con pertinencia y especificidad, las actividades y misiones ligadas a la proyección de presencia, control, vigilancia y preservación, al tiempo que la dinámica que se impone en la presente coyuntura parece más bien orientada hacia el peligroso despliegue de proyectos exploratorios y productivos en amplias zonas de nuestra Plataforma, desde la Cuenca Argentina Norte hasta la Cuenca Malvinas Oeste y la Cuenca Austral. En esta línea, durante el último año del gobierno de Cambiemos se otorgaron 18 permisos de exploración a un conjunto de consorcios liderados por importantes empresas hidrocarburíferas multinacionales como Equinor, Shell, Total, BP, ExxonMobil, Tullow Oil, Qatar Petroleum, entre otras, en asociación con socios locales como YPF, Tecpetrol, Pluspetrol y Pan American Energy

Foto: Florencia Guzzotti

Esta delicada situación se ha expuesto abiertamente a comienzos de julio de 2021, en ocasión de las audiencias públicas convocadas por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, a los efectos de dar a publicidad los informes de impacto ambiental relacionados con los estudios sísmicos exploratorios encarados en tres de estas áreas adjudicadas en 2019 en la cuenca Argentina Norte. En efecto, la inexistencia de una planificación sistémica relacionada con el proyecto Pampa Azul orientada a la proyección de presencia y control ligada a la adecuada preservación de nuestra biodiversidad marina parece haber sido reemplazada por una yuxtaposición equívoca de intereses concretos relacionados con la prioritaria puesta en valor de las posibles reservas hidrocarburíferas en amplias áreas de nuestra Plataforma Continental Argentina. Ello implica no sólo una ominosa amenaza a la integridad de la biodiversidad marina presente y futura, provocada por el avance de actividades hidrocarburíferas en zonas ligadas a la actividad ictícola, sino que también distorsiona la factibilidad de pensar una estrategia integral de preservación y uso racional y sostenible de nuestras áreas marítimas, al tiempo que se consolida el peligroso escenario de presencia británica colonial en simultáneo con el avance de la explotación ictícola desplegada por potencias asiáticas y europeas. En definitiva, ante este escenario, el proyecto Pampa Azul se convierte en un castillo de arena.

En definitiva, este complejo cuadro internacional y regional descrito parece estar en vías de “normalización” parcial a medida que los precios y la economía muestran niveles de recuperación, aunque dispar y heterogénea, desde el último trimestre de 2020 y confirmada con los números del primer semestre de 2021. Sin embargo, el panorama de incertidumbre, conflictividad y volatilidad, asociado a la posible intensificación de las disputas geoestratégicas entre China y EEUU y EEUU y la Federación Rusa, por citar dos de los ejes de tensión en el sistema internacional, deberían hacernos reflexionar sobre la actitud de paciencia estratégica que es necesario priorizar en este contexto turbulento.

En ese escenario, resulta prioritario recuperar un juicioso ejercicio de planificación estratégica situacional aplicado a las políticas energéticas, orientado a la priorización de los objetivos de disponibilidad, accesibilidad y sostenibilidad ambiental mediante la formulación e implementación de procesos integrales oferta demanda de diversificación paulatina de la matriz energética con perspectivas orientadas a la concreción de acuerdos territoriales concretos de cooperación e integración energética entre nuestras comunidades hermanas sudamericanas.

*Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad del Salvador. Magister en Defensa Nacional (ex EDENA, actual UNDEF). Analista e investigador en geopolítica de la energía en IDEP (ATE). Docente universitario USAL.


[1] Chemes y Bertinat. (2020). Las Transiciones energéticas. Taller Ecologista. https://tallerecologista.org.ar/las-transiciones-energeticas/

[2] Linares, P. (2020). Visiones globales de la transición energética. Economics of Energy Blog. https://economicsforenergy.wordpress.com/2020/01/22/visiones-globales-de-la-transicion-energetica/

[3] BBC News Mundo. (22/4/2021). Cambio climático: Biden promete recortar las emisiones de CO2 de EEUU a la mitad para finales de década. BBC. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-56850415

[4] La Unión Europea trabaja desde hace cuatro décadas en políticas de eficiencia energética con programas compartidos que deben supervisarse permanentemente y que establecen mandatos en función del logro de mejores estándares de eficiencia en los sistemas energéticos. Asimismo, países como Alemania, Dinamarca, Suecia, España, Holanda, entre otros, han encarado en las últimas tres décadas programas de desarrollo paulatino de energías renovables.

[5] La intensidad energética es un indicador fundamental para medir el grado de eficiencia energética de los sistemas. Fundamentalmente, se trata de medir los ratios de consumo de energía en función de cada unidad de producto generado por la economía. En tal sentido, algunos de los grandes retos que enfrenta la humanidad a la hora de reducir la intensidad de los sistemas energéticos, es el caso del transporte automotor público y privado, que es uno de los sectores de usos finales de la energía que tiene los mayores estándares de consumo del mundo. Luego, las industrias y los hogares son los otros sectores clave en los que es importante avanzar en menos consumo de energía por unidad de producto.

[6] ATEGI. (7/6/2021). China y el reto de la transición energética. ATEGI. China y el reto de la transición energética – Ategi

[7] La Organización Internacional del trabajo (OIT) plantea, en los últimos años, un enfoque centrado en la llamada Transición Justa en las economías mundiales, y para ello convoca a reuniones tripartitas con los sectores gubernamentales, empresariales y sindicales de sus países miembros. Estos debates giran en torno a diversos ejes que cruzan las dinámicas sectoriales de las economías, los procesos de descarbonización, la creación de condiciones adecuadas para la creación de nuevos empleos dignos y el desarrollo de la denominada economía verde. Asimismo, distintas agencias de las Naciones Unidas y foros de organizaciones no gubernamentales, entre otros, han encarado convocatorias bajo la enigmática frase de Nuevo Acuerdo Verde (Green New Deal).

[8] En este aspecto, pueden señalarse los procesos ligados a las ciudades sostenibles, que incorporan debates tendientes a nuevos esquemas de planificación de las actividades económicas y de los bienes públicos provistos en las urbes a los efectos de mejorar los estándares de eficiencia en el funcionamiento del sistema socio-urbano. Junto con ello, se centran las miradas en la construcción de hábitats dignos, con la mirada puesta en el mejoramiento de la calidad de vida y en la lucha contra las desigualdades crecientes en los espacios públicos urbanos y periurbanos.

[9] Robinson, A. (24/12/2001). El nacionalismo de los recursos energéticos desata una nueva guerra fría. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/internacional/20071224/53420540379/el-nacionalismo-de-recursos-energeticos-desata-una-nueva-guerra-fria.html 

[10] Klare, M. (17/5/2013). De cómo la escasez de recursos y el cambio climático podrían producir una explosión global. Marxismo crítico. https://marxismocritico.com/2013/05/17/de-como-la-escasez/

[11] Muciño, Francisco. (24/4/2017). Estados Unidos ya ganó esta guerra: la seguridad energética. Alto Nivel. https://www.altonivel.com.mx/empresas/estados-unidos-ya-gano-esta-guerra-la-seguridad-energetica/

[12] Chaves B, O. (2020). Visión energética del próximo presidente de los Estados Unidos. GRAVITON. https://gravitoncr.com/vision-energetica-del-proximo-presidente-de-los-estados-unidos/

[13] Gustavo Lahoud y Claudio Lozano, Apuntes sobre la situación energética, UP-IPYPP, agosto 2021. https://ipypp.org.ar/2021/08/09/apuntes-sobre-la-situacion-energetica-hacia-un-nuevo-paradigma/

[14] Idem.