Publicamos, con autorización del autor, esta crítica aparecida en su blog. Enlace original: No mires arriba, mucho ruido y pocas nueces

Por SILVIO SCHACHTER

El estreno de No mires arriba, Don´t look up, se ha convertido en uno de los  acontecimientos cinematográficos más comentados del año  y como pocas realizaciones recientes ha desatado una controversia entre quienes la aplauden y  quienes la critican, una  división que atraviesa  no solo al público sino también divide a la crítica especializada.

Como señalan los chef, no alcanza con buenos ingredientes para hacer una gran comida. Una temática interesante y actual, excelentes actores, un director con trayectoria probada, y recursos técnicos sin límites no fueron suficientes para hacer una buena película. Menos aun si lo que falla es el guion y en este caso el texto pertenece al director. Mc Kay, director de Vice, The Big Short,  que se propuso hacer una sátira sobre el negacionismo, ya sea que se lo relacione  al cambio climático o al COVID y como se puede manipular a la sociedad desde el poder político, mediático, las redes sociales, o  los supermillonarios de la High Tech, devenidos en gurúes que manejan nuestros deseos a través del control de los algoritmos. Todos ellos confabulados para ignorar o banalizar el peligro que viene del espacio exterior.

Pero tener un punto de vista claro, por más loable que sea, no alcanza. El film que  quiere ser divertido mientras se esfuerza en decirnos que el tema no es nada divertido,  navega entre la parodia, la sátira y el drama apocalíptico, sin lograr atrapar en ninguno de esos géneros, todo está presentado con un trazo grueso,  como  el  borrador con un guion sin pulir,  muy adaptado al paladar de un amplio sector del  público de EEUU dispuesto a digerir con pocas exigencias lo que le propone el universo streaming. Lamentablemente, también sus modos de ver se adoptan rápidamente en otras latitudes  por quienes solo miran lo que se produce en el norte

Un elenco estelar y multipremiado encabezado por Leonardo Di Caprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Kate Blanchet aparece desaprovechado en su potencialidad, conforme a sus pergaminos. Hasta la extraordinaria Meryl Streep queda enfrascada en la machietta sin matices de un Trump con polleras.

Incluso los guiños críticos para con el cine de Hollywood y a sus interminables películas de cine catástrofe  donde los insufribles héroes americanos salvan al mundo, en este caso particularmente parodia al personaje de Bruce Willis en Armagedón, en su misión por destruir un  amenazante asteroide, se pierde por lo caricaturesco y ramplón de la secuencia.

A pesar de que le sobran varios minutos que te desvían de la supuesta tensión que debería sostener el relato con reiteraciones que no aportan, es muy vista y elogiada por un amplio espectro progresista  que se identifica con las consignas que propone Mc Kay, más allá de los valores cinematográficos de No mires arriba. Hay quienes la valoran sosteniendo el argumento que  es preferible decir algo antes que el silencio, una lógica reiterada, cuyo debate  escapa a esta nota. Está en cada uno decidir cómo usa las dos horas y pico que demanda su visión. Muchos títulos han abordado de distinta manera las distopías apocalípticas, algunos calificados como clase B se limitaron a cumplir con las limitadas  expectativas con que fueron realizados,  otros más ambiciosos  naufragaron en paparruchadas disimuladas por deslumbrantes efectos espaciales y muy pocas se animaron a presentar el tema como una sátira. Tim Burton, autor de El joven manos de tijera, y Bettlejuice entre otros films, lo intentó en Mars Attack con resultado desparejo. 

La sátira política no es un género simple. No abundan los buenos ejemplos ya que es muy fácil caer en lo más simple que es ridiculizar o como en este film quedar enredado entre la denuncia y la farsa. Muy lejos está No mirar arriba de películas como Dr. Strangelove, Doctor Insólito de Stanley Kubrick o de Brazil de Terry Guillian o la más cercana  Idocracia de Mike Judge. Si pensamos en realizaciones que a través de la sátira nos advierten de los peligros para la humanidad es insoslayable El gran dictador del genial Charles Chaplin. Aunque con otra temática No habrá más penas ni olvido de Héctor Olivera es un buen ejemplo donde el humor de la novela de Osvaldo Soriano no distorsiona sino que se entrelaza con el drama central. 

Películas que confirman que los recursos técnicos más avanzados no reemplazan al arte de narrar en la pantalla, por el contrario muchas veces solo sirven para ocultar su carencia. Los youtuber, los influencer e instagramer, los tiktoker, los twiteros y el streaming están matando al cine y nosotros somos los que alimentamos al meteorito destructor.

En cuanto al contenido, vale el llamado a desconfiar de los poderes hegemónicos, pero no logra hincar el diente y puede escapar al enfoque que coloca a EEUU como único responsable de salvar al mundo aunque no lo consiga.

Además de mirar hacia arriba para creer en lo que aún no vemos, aunque sea una verdad científica, el cambio climático, la pandemia del COVID, la destrucción sistemática de la vida en el planeta fruto de la voracidad del capital, son fenómenos presentes aquí y ahora, bien visibles, que avanzan inexorablemente sin freno, no vienen de afuera, y no son responsabilidad exclusiva de los negacionistas o la estupidez de la sociedad. Tienen, como bien lo sabemos,  su origen  en patrones civilizatorios complejos pero reconocibles y en quienes se benefician de ellos. Creo que la ciencia ha tenido y  tiene mucho que decir aun, pero más, quienes los viven, padecen y enfrentan día a día.

En un sistema que no te da opción, según Mc Kay, nada vale la pena salvar ni menos cambiar en este mundo, el pueblo llano es tonto y merecemos que nos caiga un cometa, muy acorde con  el solipsismo que impregna a toda la sociedad. Tal vez por eso es un éxito.