Por Laura Badaloni

Agradecemos la colaboración de Laura, que es Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Es Profesional de Apoyo a la Investigación en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente de la Universidad Nacional de Rosario. En 2022 publicó el libro “Ferroviarios del Central Argentino. La conformación de un colectivo de trabajadores (1902-1933)”.

La intervención del presidente argentino Javier Milei en Davos viene a completar una serie de afirmaciones históricas falsas lanzadas durante su campaña electoral y seguramente, antes. En el marco de la 54 Reunión Anual del Foro Económico Mundial, nos vimos sorprendidos por varias partes de su alocución.

La primera: durante los últimos meses, hemos escuchado desaciertos históricos como aquel que señalaba que Argentina fue una de las potencias del mundo a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En Davos se fue por más. El desopilante desarrollo sobre el PBI a nivel mundial y las dudosas estadísticas utilizadas para medirlo desde el año 0 (¿?) hasta 1800 fueron muy bien desmontados por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) en un informe que recomiendo leer: https://centrocepa.com.ar/informes/461-el-discurso-del-presidente-milei-en-davos-datos-falsos-y-marco-teorico-atrasado

Los historiadores, sociólogos, economistas quedamos perplejos por las novedosas fuentes de información utilizadas. Nos encantaría acceder a ellas: ¡un hallazgo! La curiosidad se incrementa porque hasta ahora sabíamos que por ejemplo para Argentina, el primer censo nacional se levantó recién en 1869. Lo de los datos internacionales correspondientes al año “0” suenan cuanto menos, fantasiosos. Lo mismo sugiere la sutileza del índice “per cápita” para medir ingresos en etapas tan lejanas en el tiempo.

También se aseguró que, en Argentina, “cuando adoptamos el modelo de la libertad -allá por el año 1860- en 35 años nos convertimos en la primera potencia mundial, mientras que cuando abrazamos el colectivismo, a lo largo de los últimos 100 años, vimos como nuestros ciudadanos comenzaron a empobrecerse”. Más allá de que jamás fuimos la primera potencia mundial -ni en ese momento, ni nunca-, sería importante aclarar que para entonces y durante las primeras décadas del siglo XX, nuestro país fue especialmente desigual en lo social y desde todo punto vista. La gente trabajaba por salarios de hambre, con jornadas interminables (definidas muchas veces “de sol a sol”), en condiciones que eran impuestas por los patrones sin derecho a queja ni negociación (mucho menos a huelga). La situación de nosotras -las mujeres- era aún mucho peor que la de los varones. Relegadas al ámbito doméstico, cuando incorporábamos al mercado laboral nuestros sueldos eran significativamente menores y considerados solo un suplemento dentro del ingreso familiar (lo cual incrementaba la precariedad). No fue una lucha ridícula como se dijo también en Davos: todos los derechos que logramos fueron producto de salir a pelear por ellos. Las niñas y niños de los hogares obreros sufrían los peores atropellos: las leyes (y las prácticas) permitían la contratación de chicos muy pequeños en tareas insalubres. Como historiadora me dediqué a estudiar las condiciones de los ferroviarios en la región de Rosario. Durante la huelga ferroviaria de 1917, los sindicatos (que en esos años todavía no eran reconocidos ni por las patronales ni por el Estado) denunciaron que en los Talleres de Pérez del FC Central Argentino -cercanos a Rosario- la compañía británica empleaba alrededor de 500 chicos menores de 16 años. Revisando miles de fichas de personal, que correspondían a los años aludidos en Davos e inmediatamente posteriores, descubrí a pequeños de 9 y 10 años trabajando en las secciones de pinturería, fundición y otros espacios de labor claramente letales para su salud. ¿ese era el modelo de la libertad? ¿Libertad de morir entre gases tóxicos? ¿levantando pesos que atentaban contra el crecimiento infantil? El supuesto paraíso Libertario jamás existió salvo para la clase dominante argentina. Era el Edén de la explotación.

La segunda: su encendida y personalísima negación de la estrategia del ‘mal menor’: “No hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social-demócratas, centristas. Son todos iguales». Aquí se olvidó de los Feminismos, pero lo retomó más adelante. Las y los historiadores (y aquellos interesados por la historia) podríamos aportar algunas precisiones a tanto sin sentido. Creo que hasta los presentes en Davos podrían coincidir con nosotros sin miramientos.

La tercera: “el capitalista es un benefactor social que, lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe”. Se me ocurren algunos ejemplos que refutan esta tesis pero no sé si vale la pena explayarse en este punto.

La cuarta: la negación de la destrucción capitalista del medio ambiente: “Otro de los conflictos que los socialistas plantean es el del hombre contra la naturaleza. Sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa”. ¿Algo más para agregar? Ya había propuesto privatizar los ríos y afirmó que “Una empresa que contamina el río ¿dónde está el daño? Lo que no está bien definido ahí es el derecho de propiedad.” (Clarín, https://www.clarin.com/…/javier-milei-aseguro… ). Las modificaciones propuestas en la Ley Ómnibus sobre glaciares, bosques nativos y el control de actividades de quema van en la misma dirección devastadora.

La quinta: el combate contra los avances en materia de género: “La primera de estas nuevas batallas fue la pelea ridícula y anti natural entre el hombre y la mujer… En lo único que devino esta agenda del feminismo radical es en mayor intervención del estado para entorpecer el proceso económico…”. La pelea ridícula a la que se alude costó muertes y siglos para las mujeres y las disidencias sexuales. No se debería olvidar que recién en la década del ’50 las mujeres pudimos votar por primera vez en Argentina. Las últimas declaraciones oficiales entorno a impulsar una derogación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo marcan una amenaza real que va en sintonía con la intervención presidencial.

En estos días que se ataca a la Universidad pública, al CONICET y la cultura en general como gastos superfluos a recortar, creo que el episodio de Davos viene justamente a demostrar lo contrario. La ciencia, el arte, el conocimiento histórico constituyen herramientas para luchar y defendernos. Las ciencias sociales tan denostadas y ridiculizadas por trolls y ciudadanos ‘bien-pensantes’ en las redes sociales pueden cumplir un rol clave en desarmar estos discursos construidos para legitimar políticas que nos llevan a la miseria, la desesperación y a la pérdida de derechos.