por Ariel Petruccelli 

Gracias a Ariel por la autorizacion a  publicar su nota que originalmente salió en el portal  www.revistavientodelsur.com.ar, portal de Neuquen que invitamos a conocer


Las primeras noticias me llegaron en la noche del viernes, como llegan ahora las noticias: un mensaje de guasap. La policía había desalojado el Lof Kemkemxew (Quemquemtrew), ubicada en tierras recuperadas pocos días antes en el paraje “cuesta del Ternero”, a unos treinta kilómetros de El Bolsón. Hubo algunos detenidos. Una rápida consulta en los medios de prensa de la zona me confirma, ya el sábado, que los detenidos fueron liberados. Según la prensa, el predio habría sido desalojado y “restituido” a su propietario. No es mucho más lo que sé, esa fresca mañana primaveral.
Por la tarde me llama la Lore. Somos amigos desde hace unos quince años, cuando los dos vivíamos en Neuquén. Me dice que se hará una presentación en fiscalía y que hay gente concentrándose a sus puertas. Lore y su compañero, Nelson, militan en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, regional noroeste de Chubut. No lo pienso mucho más. “Voy” le digo, y agarro la campera porque llueve. Cuando llego a la fiscalía la lluvia arrecia. No veo a nadie. Pero doblando la esquina veo venir el auto de mis amigos, con la Lore, Nelson y la pequeña América a bordo. Me hacen señas para que suba y deje de mojarme.

– Hola

– Hola Petrus.

– ¿Cómo está la cosa, qué está pasando?.

– Los peñi siguen allá, ayer estuvimos con ellos.

– ¡¿Cómo que siguen allá?! ¿No los habían desalojado?- pregunto con ingenuidad mientras me asombro, me alegro y constato una vez más que no hay que dar mucho crédito a las noticias de la prensa oficial o comercial.

-Los milicos destrozaron todo y detuvieron a unos cuantos, pero la mayoría se rajaron para el cerro, y ahí están, resistiendo. Ayer estuvimos con ellos. Y ahora pensamos ir para allá.

– ¡¡¡Vaaaamos!!!



En el viaje, Lore y Nelson me cuentas los detalles: mayores detenidos, colchones y pertenencias quemadas por la cana, un menor de ocho años al que un policía retuvo en el piso pisándole la cabeza, “posiblemente para que no viera las escenas de violencia”, comenta Lore con ironía.

En “Cuesta del Ternero” no hay señal, así que no saben qué está sucediendo ahora. Me cuentan que ayer pudieron llegar en vehículos hasta la entrada del predio recuperado, y luego fueron caminando, más de media hora, hasta un sitio llamado “la tapera de los álamos”. “Prescindiendo del contexto político, fue un hermoso paseo por la montaña”, dice la Lore. Cuando llegamos, kompuce, peñi y lamgen están en la entrada de la parcela. No habrá paseo por la montaña para mí. Son unas veinticinco personas.

– Marimari, lamgen.

– Marimari.

Kiñe, epu, los besos son siempre dos, uno por mejilla, y los abrazos se reparten con efusión.

La fogata está encendida. Aunque la lluvia es ahora una leve llovizna, la mayor parte de la gente se apiña debajo del pequeño cobertizo de troncos. Hace frío. El ambiente es distendido, la charla amena. Pero el entorno inmediato es desolador: estamos en medio de un bosque quemado. Una de las zonas afectadas por el incendio gigante del año pasado. Nos rodean pinos muertos, con los troncos chamuscados. Algunos fueron cortados y colocados a modo de barricada. Sólo queda un único acceso. Por fortuna, a nuestras espaldas, la ladera del cerro se halla cubierta de bosque nativo que se salvó de las llamas. Los pinos implantados son una desgracia en toda la zona: una plaga que se esparce sin control, es particularmente propensa a los incendios por su corteza resinosa, consume demasiada agua e impide el desarrollo de cualquier otra especie vegetal. La política de reemplazar los bosques nativos -talados a mansalva y sin control- por monocultivos de pinos foráneos se ha demostrado desastrosa. Social y ecológicamente es una verdadera calamidad. Y ni siquiera es un buen negocio económico (aunque lo fuera para unos cuantos empresarios, por algún tiempo).
Los peñi nos cuentan que han sufrido nuevamente hostigamiento policial, y que han resistido a las pedradas. Su espíritu de resistencia es grande y su confianza en el triunfo completa. Pero la pelea es desigual. Nos muestran los restos de los casquillos de gases lacrimógenos. Pero lo más preocupante es que les han disparado con pistolas, no sólo con escopetas y postas de goma. Vemos sobre una lata una decena de casquillos de balas de nueve milímetros, y una veintena de cartuchos vacíos de escopeta del 12, en dos colores distintos. Por si hubiera dudas, hay también un perdigón de acero que alguien encontró de pura casualidad. La conclusión es simple: se les ha disparado con municiones letales. Con los precedentes de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel, no es algo para tomar a broma.
Aunque se habla pausado y el clima es de tranquilidad, es obvio que los weycafe están preparados para resistir y, llegado el caso, replegarse al cerro con prontitud. Con excepción de una parrilla y dos jarros de lata, no hay objetos esparcidos. Incluso las botellas con agua están en los bolsillos, y varios tienen las mochilas puestas.



Al día siguiente el panorama es más complejo. La policía ha establecido retenes en todos los accesos al Lof. Una concentración de solidaridad manifiesta su apoyo a la recuperación territorial y reclama un cordón humanitario para llevar alimentos a quienes resisten en los cerros. La fiscalía autoriza a una pequeña comitiva de cinco personas a acercase al Lof para constatar el estado de salud de los peñi. Pero les prohíbe terminantemente llevarles alimentos o abrigo. La gente reunida en la ruta establece un acampe de solidaridad.
En los medios se instala el debate. En los foros digitales se entremezclan mensajes de apoyo y condenas en los términos de siempre: que los mapuce son chilenos y barbaridades por el estilo. La ignorancia histórica y la indigencia intelectual de las clases propietarias de la zona es proverbial. Los mapuches habitaban el Wajmapu, a uno y otro lado de la cordillera, desde mucho tiempo antes de que los estados de Argentina y Chile siquiera existieran. Sin embargo no hay caso. El mito (o más bien la mentira descarada) de que son chilenos persiste, y los grandes medios de Buenos Aires lo reiteran sin tapujos. Irónicamente, en Chile se afirma lo contrario: que los mapuce son argentinos y que vayan a reclamar tierras allá.
Las tierras recuperadas son “legalmente” un predio fiscal entregado en concesión a un propietario de apellido Rocco, quien las tiene en completo abandono, seguramente como especulación inmobiliaria. El asunto es viejo y muy conocido en la zona: empresarios con “contactos” apropiados consiguen concesiones de tierra para plantar pinos (que en muchos casos ni siquiera plantan, aunque la tierra se cubre igual de ellos, que se esparcen sin control). Pasados veinte años reclaman la propiedad por compra a precio fiscal: es decir, a un precio ridículo para los valores de la zona. Con los “contactos” apropiados la venta se realiza. Pero, sin los contactos apropiados, familias que desde hace más de un siglo ocupan tierras ancestralmente mapuce y solo fiscales luego de su apropiación estatal forzada a fines del siglo XIX, nunca consiguen la tenencia “legal” de sus tierras. Para los mapuce y para los pobres “los papeles nunca salen”. Para los wigka ricos, sí.



Entre tanto, el apoyo a la recuperación va tomando cuerpo. El lunes por la noche me llama Moni, de la UNTER. Me pregunta si quiero o puedo ir con ella hasta el acampe al día siguiente. Claro que quiero. El sindicato docente muestra su preocupación por la suspensión de clases en la escuelita de la cuesta del Ternero, y se comprometió a llevar alimentos a la gente que está haciendo el “aguante”. En la mañana del martes cargamos provisiones (cinco kilos de milanesas preparadas, aceite, pan y yerba) y vamos con Moni y Eli rumbo a la cuesta. Pero en el cruce de la ruta 40 nos detiene un retén policial. No se puede pasar, nos dicen. Ahora están sitiados no sólo los weycafe en el cerro, sino también la gente del acampe sobre la ruta provincial. Volvemos al pueblo para procurar una autorización de paso de la fiscalía o de la comisaría. Las chicas hablan con el comisario y consiguen su compromiso verbal de que podrán pasar. Entre tanto, Nelson, de la APDH, me llama. Está en el Pedregoso, (a unos veinticinco kilómetros, pero para el otro lado) sin vehículo, porque lo necesita Lore para ir a dar clases a Epuyen: la vida cotidiana no se suspende por lucha social. Vamos a buscarlo y nos dirigimos nuevamente a la cuesta. En el cruce con “la 40” el retén ya no está. Nos adentramos en el camino de ripio. Llegamos hasta el puesto policial rural, repleto de policías. Cien metros delante está el acampe de solidaridad. Poco más allá, un cordón del COER, el grupo de fuerzas especiales de la Provincia de Río Negro, bloquea el paso. Nadie puede acceder hasta el Lof.
Llegamos en medio de un xawvn. Habla una ñaña. Recomienda a los jóvenes no caer en provocaciones. No hacerles el juego a la milicada. Sabe que los jóvenes son impulsivos, pero deben aprender a controlar sus impulsos. Ayer, recuerda, hubo un momento de descontrol. No es bueno que vuelva a ocurrir. Recuerda que una bala le pasó rozando el kulxun, pero no le dio a ella, dijo, “porque los newen están con nosotros”. Habla otra ñaña, luego un hombre mayor. Se manifiesta una férrea voluntad de resistencia. Poco después, se apelotonan para realizar un ayekan: cantan y bailan delante de las narices mismas de la guardia del COER.
La lucha es larga. Lo saben.



La audiencia del miércoles entre representantes de organizaciones mapuce y organismos de derechos humanos y el juez de garantías Ricardo Calcagno no arroja ningún resultado positivo. El juez rechaza establecer una mesa de diálogo y también la posibilidad de llevar provisiones a quienes están sitiados en el cerro. Llevarles provisiones, dice, afianzaría la usurpación. Para quienes están del otro lado de la mesa, no hay ninguna usurpación. La diferencia no es sólo lingüística.
Me quedo pensando en las garantías. ¿Juez de Garantías? ¿Qué garantiza el señor Juez? La respuesta parece clara: garantiza el colonialismo interno, la explotación y los negociados privados.
Así están las cosas. El estado parece prepararse para una pura salida represiva. Por abajo, mapuce y kaxipace, habitantes conscientes de Wajmapu, resistiremos.

imagen: nómadas comunicación feminista