Artículo publicado, en papel, en la Revista Disonancia Nº2, mayo/junio de 2018

Aclaración necesaria: En la actualidad, algunas de las cuestiones planteadas por este artículo, en el plano de lo legal, pueden parecer superadas. Pero lo cierto es que, más allá de algunas regulaciones, las y los cultivadores cannábicos siguen siendo perseguidos y criminalizados. La lucha por la libertad de los presos y presas por cultivar continúa vigente.

El pasado sábado 5 de mayo se realizó, en nuestra ciudad y por segundo año consecutivo, la marcha mundial de la marihuana. Este evento se celebra a nivel internacional, el primer sábado de mayo desde el año 1999, y uno de sus principales objetivos es la difusión y el debate sobre la cultura cannábica, tanto en su uso terapéutico como recreativo; al mismo tiempo que, en los países en donde ésta es ilegal, el reclamo por su regulación y por el cese a la criminalización de consumidores y cultivadores de esta planta.

En este marco, en el programa Borrador Definitivo, entrevistamos a Natalia y Florencia, integrantes de la agrupación nicoleña CannaFem, quienes nos cuentan la particular problemática de los pacientes consumidores de cannabis terapéutico, la que ellas definen como estar “…entre el narcotráfico, las farmacéuticas, y por ende el sistema legal. Estamos en el medio de todo eso y son todos contra nosotros, y no es un camino fácil para nada”.


Nuestras entrevistadas comienzan contándonos las características de su agrupación y del arduo trabajo que intenta hacer: “CanaFem es una agrupación de contención para familiares y pacientes consumidores de cannabis medicinal. Hoy en internet encontramos todo pero ahí es donde aparece la necesidad de la contención. Por más que vos busques, lo que hace falta es el empujón y la ayuda para lograr acceso a información veraz y confiable”.

En este caso, y en un tema que hoy en día está recién apareciendo de manera masiva en medios de comunicación y transmitiéndose a través del boca a boca, muchas veces surge la búsqueda del camino fácil y corto, la necesidad de un atajo; y las chicas deben lidiar con eso todo el tiempo. “Hay como una especie de colador por el que pasa la gente que se acerca a nosotros, que lo primero que te preguntan es si vendemos aceite, cuánto sale y demás. Como nosotros no nos manejamos en ese terreno, se va quedando cerca nuestro la gente que realmente tiene interés en cultivar, en informarse.”

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cannabis medicinal? ¿Cuáles son los beneficios que puede traer a  la salud de las personas? Florencia nos cuesta esto desde el dolor y desde la impotencia más grande que puede haber, que es el de ver a un ser querido sufriendo, sin poder hacer nada para ayudarlo; y nos pinta, en su experiencia personal, gran parte del dilema que existe alrededor de la pelea por la legalización de la marihuana y del enfrentamiento con los grandes poderes farmacéuticos que controlan nuestra salud y nuestra enfermedad alrededor del mundo.

“Abel, mi hermano, hace 25 años se accidentó en SOMISA y él, a través de esa lesión sufre un dolor crónico severo llamado alodinia, que es muy elevado, muy severo, y suele tener crisis.

Y él, desde un principio, está con la medicina tradicional. Lo que pasa es que esta medicina tradicional le debe mucho al dolor, y tratan a todos los pacientes con la misma medicación. En él solamente variaba el miligraje de los medicamentos, solamente la cantidad más que la variedad, y llegó al punto en el que no podían cesar estas crisis. Es ahí donde entró el cannabis…

En él ha logrado una mejoría terrible. Porque él, cuando se accidentó tenía 25 años, hoy tiene más de 50, entonces ya está cansado, el cuerpo ya no resiste de la misma manera, y todo eso se va sumando en contra. Y esto llegó en el momento justo. Él estaba en las ultimas. Abel, si no hubiese aparecido el cannabis, hoy él tendría un tiro en la cien. Es así, tan crudo, tan frio y tan real como eso.

Él empezó a tomar aceite de cannabis hace dos años. Se lo preparé yo desde el principio.

Mi hermano estuvo 24 años conviviendo con el dolor. Y aun hoy, porque si bien hoy uno puede llegar a cierta información, éste es un camino que no es fácil. Primero porque no te acompaña el médico, por lo menos acá. También hay mucha variedad de cepas, y muchas formas de hacer el aceite para que tenga cierto efecto, y todavía estamos en eso. Pero va bien, siempre el cambio fue positivo desde un principio”.

Hagamos en este punto un paréntesis para profundizar sobre algo que cualquier lector avispado y que tenga facilidad con las fechas y los números ya se habrá dado cuenta. El accidente de Abel, ese que transforma su vida en una sucesión ininterrumpida de sufrimiento y dolor, sucede en la última etapa de la SOMISA estatal, cuando ya la privatización estaba decidida, y el estado había puesto en marcha el mecanismo de “embellecimiento” de la fábrica, para hacerla atractiva ante el capital privado que se haría cargo de ella. Este proceso consistió ni más ni menos que en una reducción brutal de personal y una flexibilización del trabajo, entre otras cosas. Una de las tantas consecuencias de este proceso (quizás de las más terribles para aquellos que conservaron sus puestos laborales) es precisamente la multiplicación de este tipo de “accidentes”, que en muchos casos llegaron a ser mortales, y en otros a tener gravísimas consecuencias, como el caso del que nos habla nuestra entrevistada. Sólo resta decir que, una vez en manos privadas, el avance de la súperexplotación de los trabajadores siguió a ritmos acelerados en planta; como así también el aumento del riesgo para las vidas y la salud de los obreros.

Quizás puede parecer que esta acotación al margen no agrega mucho al tema del cual venimos hablando, pero no nos parece casual que haya sido el estado, al servicio de los capitalistas del acero, el responsable del dolor de Abel. Y que hoy sea ese mismo estado, al servicio de las farmacéuticas, el responsable de que lo único que logró hacerle la vida un poco más tolerable al menos, sea ilegal, obligándolo a vivir en una clandestinidad permanente.

Y nos atrevemos a sostener esto porque creemos, y después de nuestra charla con las chicas nos queda más claro aún, que uno de los principales beneficiarios de la ilegalidad de la marihuana es precisamente el capital farmacéutico, que obtiene enormes ganancias, no de la salud, sino más bien de la enfermedad, no de la curación, sino de la dependencia crónica de los enfermos del consumo de fármacos que, en muchos casos, serán tomados de por vida.

“Lo que sucede es que el cannabis, lo que logra es potenciar la medicación, por eso sucede que la persona que está enferma y que ya está medicada, cuando empieza a tratarse con cannabis, empieza a bajar las otras dosis, si no es que termina dejando los otros remedios. Por eso nosotros somos un poco marginados, porque estamos entre el narcotráfico, las farmacéuticas, y por ende el sistema legal”.

B.D.: Entonces el problema es que, en caso de legalizarse el cannabis terapéutico, se dejarían de vender muchos medicamentos.

“A eso iba: nosotros conocemos mucha gente en recuperación de adicciones, por ejemplo, que generalmente dependen el resto de sus vidas de un montón de medicamentos que terminan generando como un círculo vicioso de prueba y error, y que generan cada vez más malestar. Hemos conocido muchas personas que han pasado muchos años en “recuperación”, entre comillas, y en realidad nunca se encuentra una mejoría. Y algo que mencionaba hoy Flor con respecto a Abel es que siempre la respuesta fue positiva. Entonces ahí aparece clarísimo el caso de una persona que puede llegar a estar medicada toda su vida, cada vez con cosas más nuevas y más caras. E incluso hay casos que he visto tratarlos como a conejillos de India, por decirlo de alguna manera. Porque desgraciadamente éstos son los pacientes que, para la medicina psiquiátrica, terminan cumpliendo esta función. Y esto es muy distinto de los casos en donde las personas pueden ir, por ejemplo, a una granja, en contacto con la naturaleza para poder relajarse, y es ahí donde también aparece el cannabis para ayudar en ese tratamiento. Y este paciente no necesitaría otro tipo de medicación, excepto que sus secuelas sean demasiado graves; pero aun así, siempre se puede mermar la medicación con el aceite de cannabis, y ahí está clarísima esta brecha que se abre en el negocio de las farmacéuticas, que es donde estamos nosotros”.

Una vez entendido este punto, se comprende también el porqué de que, a un año de haberse aprobado por unanimidad en el Congreso la Ley de Cannabis Medicinal, sean pocos o nulos los avances que se han logrado en este plano. Por qué el único aceite que se consigue legalmente en el país llega por importación a precios impagables. Por qué el estado cubre los tratamientos gratuitos solamente para una patología (epilepsia refractaria), cuando se sabe que sus efectos curativos se extienden a una lista larguísimas de otras patologías y dolencias. Y por qué las instituciones públicas que deberían estar produciendo aceite de cannabis en el país, así como haciendo investigaciones que sirvan a los pacientes (el INTA y el Conicet) no han avanzado en nada hasta hoy. También se comprende, entonces, la importancia del autocultivo y de que se deje de criminalizar a los cultivadores (sean éstos medicinales o recreativos); porque son los consumidores cannábicos los únicos que realmente están interesados en la profundización del conocimiento y la difusión de información sobre esta planta.

“Cuando se pide esta ley, desde un principio se hace hincapié en que no tiene que ser solamente para epilepsia refractaria. Puede usarse para Parkinson, para dolor, para un montón de otras patologías para las que sirve; de entrada se pide eso de la ley. Y hoy lo que te legalizan, bah, te autorizan, no te legalizan, es sólo para epilepsias…

Nosotros sabemos que en lo comercial hay dos variedades. Uno es el aceite de Charlotte, que tiene alto contenido en CBD, y que es ese el que apunta el estado a pedir para los chicos con epilepsia refractaria. Y después para lo que es dolor, lo que se usa, por ejemplo en Europa, es Satibex, que es el THC en forma sintética. Pero son dos remedios que abarcan poco. El caso de mi hermano, como tantos otros, son casos refractarios, eso quiere decir que producen acostumbramiento.  Es ahí donde entra la posibilidad de que uno tenga que entrar a variar las cepas, con la intensidad de cannabinoides que tengan de una y de otra, y por eso es importante poder autocultivar y producir nuestro propio aceite…

Nosotros lo que pedimos es el autocultivo; no nos molesta la supervisión, queremos ser regulados, queremos pagar impuestos, queremos ser controlados, no hay ningún problema con eso, porque el destino de esto es para la salud. Por eso la marcha se hizo con el mismo pedido del año pasado. Si bien en el medio se legisló al respecto, el pedido sigue siendo el mismo: necesitamos que se autorice el autocultivo y necesitamos que se active la ley, y pedimos también por el acompañamiento médico”.

Así es que esta pelea, que hoy es de los consumidores de cannabis, debe transformarse en la pelea de todo el pueblo, por mejorar la salud de los pacientes; por cesar con la criminalización de consumidores y cultivadores, por habilitar la autogestión del cultivo y el acompañamiento médico a los pacientes, por terminar con la negación y romper con los prejuicios.

Por todo lo que venimos diciendo, sabemos que nada podemos esperar de los poderes del estado, que están comprometidos en proteger las ganancias legales de las farmacéuticas y las ganancias ilegales de narcotráfico, y utilizan la ilegalidad como medio para criminalizar a la juventud. La fuerza de este reclamo, entonces, está en donde se encuentran todos los reclamos de los desposeídos: en las calles.

“San Nicolás es una ciudad muy conservadora, entonces cuesta romper con todo el prejuicio, por eso es importante que nos hagamos ver por nuestros propios vecinos para que se vaya naturalizando este reclamo. Y viste que vos acá salís a dar una vuelta al centro y te cruzás con todo el mundo, y por eso a veces surge el prejuicio de ‘yo no voy a ir a marchar con los marihuaneros’; pero hay distintas formas de verlo, hay un montón de gente que nos acompaña, y por supuesto que mientras más seamos, mejor”.