Hace años que la ciudad de Rosario viene siendo noticia por la violencia vinculada a la venta de drogas; pero el salto que se vio este último año rompió todos los récodrs. Pero qué hay detrás del plomo y la sangre en la «ciudad de pobres corazones».


Entrevista: Luis Cuello

Hace unas semanas entrevistamos a Martín Stoianovich, joven periodista de 32 años, nicoleño residente en la ciudad de Rosario, que por estos días está presentando su primer libro: «Quién cavó estas tumbas». Charlamos con él sobre la ola de violencia que se vive en la ciudad, que él ha investigado concienzudamente. Ola de violencia que, al momento de la publicación de esta nota, ya suma más de 220 muertos en lo que va del año -de los cuales 24 son menores de edad- y la cifra escalofriante de 575 heridos con armas de fuego. Eso sin contar la multiplicación constante de casos de balaceras, o amenazas como la que se conoció recientemente, contra el canal Telefe Rosario (ex Canal 5), donde se colgó una bandera amenazando a los periodistas por cubrir u opinar sobre el tema. Hay que destacar que, más allá de algunos casos resonantes ocurridos en el macro centro de la ciudad, la mayoría de los heridos de bala se dan en balaceras ocurridas en los barrios alejados de la zona céntrica.

Si bien Rosario no es una isla ni el único lugar del país donde se dan estos procesos, aparece al día de hoy como el emergente más visible de una serie de factores subterráneos como la pobreza, y la marginalidad, pero también los propios poderes del estado imbricado profundamente en estas cuestiones. Sobre todo esto pudimos conversar con Martín en la muy interesante entrevista que hoy compartimos, para aportar a la reflexión.

Borrador Definitivo- En Rosario se ve una situación de violencia diaria que parece no tener fin, uno ya pierde la cifra de los muertos, más centenares de heridos y de balaceras. ¿Cuál es tu mirada sobre esto?

Martín Stajanovich- No tengo números precisos, pero no llegan a 210 en lo que va del año. Pero creo que también hay que pensarlo como una cuestión que viene de ya hace mucho tiempo. Como para ponerle un plazo: mínimo 12 años. Desde el 2010 empiezan a gestarse situaciones de violencia en Rosario, con estas características que se han profundizado con el paso del tiempo, y que se mantienen.

Lo que me interesa tal vez es poder pensar que hubo años en los que bajaron los índices de homicidios, las tasas de homicidios en Rosario, pero hay algo que se mantiene de fondo y es ciertas características en común que tienen todos esos años de este ciclo de violencia vinculada generalmente a conflictos entre bandas, disputas del narcotráfico, el narcomenudeo, una migaja de lo que es ese negocio. Y esa característica que se repite en todos estos años tiene que ver con que las víctimas, si bien hay años en los que subió y bajó, las victimas siempre las ponen los barrios populares, y sobre todo los jóvenes. Creo que en ese punto en común está una de las claves para poder pensar lo que está pasando, que es: ¿qué pasa con las víctimas, quienes dejan la vida en todo este entramado? ¿Quiénes son? Son jóvenes en su gran mayoría de barrios populares.

“… hay algo que se mantiene de fondo y es ciertas características en común que tienen todos esos años de este ciclo de violencia… las victimas siempre las ponen los barrios populares, y sobre todo los jóvenes”.

Y otro de los puntos que es interesante analizar y que también se sostienen a lo largo del tiempo, es lo poco que se ha mirado hacia arriba. Todo lo que tiene que ver con el destino -que se maneja en las alturas- de eso que se disputa abajo, en las calles, con tantos pibes asesinados, pibes que matan o mueren. Y si miramos hacia arriba, empezamos a encontrar en el último tiempo, incluso ayer hubo allanamientos, que se empieza a hablar de lavado de dinero y demás. Pero han pasado diez años mínimo, en los que, de esto que decimos se habló muy poco, y se miró muy poco hacia arriba. Entonces hay una naturaleza en todo esto que es el flujo de dinero inmenso sobre el cual nunca se ha mirado y sobre el cual nos alertamos y alarmamos.

Y sobre el aumento de homicidios (como está pasando este año), volvemos a otro punto en común que es mirar la supuesta solución en políticas de seguridad exclusivamente. Podemos hablar de un ciclo en el que vamos repitiendo características y errores a nivel de gestión. Porque esta cuestión de gestionar la seguridad en términos de cambiar de jefes policiales cada dos o tres meses, de pedir gendarmería, de llegar al punto de que se tenga que pedir al ejército, de la mirada punitiva o de militarización, hoy hace que el campo de soluciones que se piensan está muy acotado.

BD- Pero volvamos a lo primero que marcás. Estas víctimas, que vienen de barrios populares, ¿en qué condiciones desarrollan su existencia?

MS- Si volvemos a esa parte de la población que es la principal víctima: los pibes de los barrios populares, y si vamos hacia esos lugares, ¿qué vamos a encontrar?  Vamos a encontrar barrios vacíos, en cuanto a la presencia estatal, en cuanto a los recursos que se necesitan para poder afrontar toda esta cuestión. Se habla mucho de cómo es la maquinaria del narcomenudeo, para no hablar de narcotráfico, distinto en esa faceta en barrios populares, pero que aun así mueve un dinero; no tan grande como el que sale del país o como el que mueve el lavado, pero hay un flujo de dinero en los barrios que seduce muchísimo más que las propuestas de otro proyecto de vida que hay para muchísimos pibes en los barrios rosarinos. Aunque es poco y aunque es moneda que se va en moto, que se va en zapatillas y demás, es una disputa que eso le está ganando a lo que creemos que debería ofrecer el estado, que tiene que ver con la educación, con salud, barrios donde se pueda vivir, donde la gente pueda vivir segura (segura en el término que puedan salir de su casa por la noche). Algo que veo cada vez más es que la gente de ahí, a las 18 o 19 horas se meten adentro de su casa. Que no salen.

“… hay un flujo de dinero en los barrios, que seduce muchísimo más que las propuestas de otro proyecto de vida que hay para muchísimos pibes en los barrios rosarinos”.

¿Cómo están estos barrios, estos territorios donde se desencadena o mejor dicho, donde estalla toda esta cuestión de la violencia, dejando a pibes asesinados, sobre todo pibes o pibas últimamente? ¿Qué pasa en esos barrios? Están totalmente vacíos. Y esto es algo que se mantiene históricamente.

Para relacionarlo con la cuestión de la violencia: hace doce años mínimo que los barrios están olvidados. Se han abierto algunos, ha habido alguna que otra obra, pero evidentemente no alcanza. Permanentemente estamos viendo estos lugares donde matan a un pibe, y son siempre muy parecidos: sumidos en la desigualdad.

BD- Y se pone el foco en esto, desde lo punitivo, en vez de mirar hacia arriba, aun con las evidencias que se tienen. Por dar un ejemplo, hay un Senador Provincial al que se le ha pedido el desafuero por su vinculación, entre otras cosas, con este tipo de negocios y el propio Senado denegó la posibilidad de que fuera investigado.

MS- Justamente, el hecho de poner el foco en el senador Traferri (de él se trata) va de la mano con una especie de cambio de perspectiva de lo que fue el primer ciclo de la gestión de seguridad del gobierno de Perotti. Y tal vez en eso se pueda explicar el recrudecimiento de la violencia. ¿Qué fichas se mueven y chocan cuando se decide perseguir o tratar de cuestionar ciertos estamentos del poder que están muy sólidos desde hace tiempo y crecieron mucho, y cómo eso repercute en la calle? Hoy lo que preocupa en la diaria es la violencia. Pero, ¿quién incide en la violencia? ¿Son los pibes que pueden acceder a armas fácilmente o a dinero, lo que decíamos en una propuesta de vida que seduce mucho más que otra? ¿Es solo eso o es también un recrudecimiento que está relacionado a las pérdidas -o al riesgo de pérdida- de poder, de personas que han construido ese poder y que saben que, así como lo han construido, pueden perderlo?

“Tal vez no sea casualidad que ese recrudecimiento de la violencia que se viene dando desde 2021–2022 tenga que ver con esa decisión o intento de ver qué pasa hacia arriba, qué pasa en el Senado, con los puertos, etc.”

A mí me interesaría que la administración de justicia, que la sociedad civil, que organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, agrupaciones políticas, puedan cuestionar o puedan ir un poco detrás de eso y de cómo repercute en la calle. Que se pueda poner el foco en el poder hacia arriba. Tal vez no sea casualidad que ese recrudecimiento de la violencia que se viene dando desde 2021–2022 tenga que ver con esa decisión o intento de ver qué pasa hacia arriba, qué pasa en el Senado, con los puertos, etc. ¿Hasta dónde vamos a repetir el lugar común de que “se matan entre ellos”? Pensando en las vueltas que tiene esta violencia y lo complejo que es, tal vez es necesario indagar un poco más. Yo no quiero arrogarme el derecho de decir “esto tiene que ver con esto o aquello” porque es algo en lo que, en todo caso, tienen que ir a fondo quienes tienen las herramientas para hacerlo. Y si no van, no creo que sea porque no puedan. Hay algo muy complejo y oscuro que se traduce en esto, en esa sensación de que la violencia no tiene fin.

BD- Cuando relatabas eso, pensaba que las posibles soluciones que a veces son exigidas son parte del problema. Leí una nota de un colega tuyo, Osvaldo Aguirre, sobre la historia de la relación de los jefes policiales provinciales y regionales con todos los negocios ilegales que van del narcotráfico, el robo de autos, o la trata de personas. Y esto se da en una situación donde también hay un recrudecimiento, un salto en la pobreza y la miseria en todo el país y eso se expresa en Rosario de una manera brutal.

MS- Hay lugares de Rosario y alrededores que están muy sumergidos en la pobreza a niveles extremos. Pero también hay lugares que han sido urbanizados, y eso lo vuelve mucho más complejo. Por ejemplo: el sector del cordón Ayacucho (del Barrio Tablada, en la zona Sur Este de la ciudad, conocido como la “U”). Este sector, hace seis, siete años, era un pasillo muy angosto y oscuro donde había puntos de venta de drogas: los llamados bunkers que estaban a la vista y donde muchos pibes fueron asesinados. Ese lugar, con el Plan Abre de los gobiernos provincial y municipal, en su momento se abre y se urbaniza. Pero la dinámica de la venta de drogas continúa estando. Hasta podríamos decir que progresó, en el sentido de que ya no hay un bunker a la vista. Ahora están en casas de material donde familias, que tal vez tienen otro trabajo, venden. Y eso ya está pasando en otros barrios como Ludueña, donde no son solo pibes excluidos -lo que tal vez era un argumento que podía aplicar hace unos años cuando hablábamos del consumo problemático de sustancias-. Acá el sistema de ventas de droga mutó a que ya no sean solo pibes excluidos que no tienen otra salida, sino que se ve hasta familias involucradas, donde conviven pibes grandes, de alrededor de 20 años, la madre y demás; con chiquitos que van creciendo en ese contexto y que van naturalizando esa idea de que lo que se hace en la familia es lo que pueden llegar a hacer ellos. Esto es algo que trabajamos en una nota este fin de semana sobre menores que se involucran en esta cuestión. Más aun, fiscales advierten esto, que son parte de las mismas familias investigadas.

“… el sistema de ventas de droga mutó a que ya no sean solo pibes excluidos que no tienen otra salida, sino que se ve hasta familias involucradas, donde los chiquitos van creciendo en ese contexto y van naturalizándolo… estamos hablando de que en barrio La Granada, Las Flores, 17 de agosto, hay pibes que crecieron viendo un mural del Pájaro Cantero, pintado desde el 2014 o 2015”.

Esta necesidad de replanteo de cómo va cambiando la cuestión de la violencia tiene que ver con eso. Han pasado 12 años donde ha empezado a recrudecer toda esta cuestión, pero también ha ido cambiando. Hoy estamos hablando de pibes que crecieron, por ejemplo en Ludueña donde la violencia vinculada a la venta de drogas nunca cesó; y a su vez hay un montón de organizaciones sociales que están intentando dar esa pelea con muy pocos recursos. Y aun así seduce el hecho de poder vender, de poder generarse ese “prestigio”. En muchos barrios donde el estado urbanizó y donde al menos satisface algunas necesidades básicas, siguen vinculándose a la venta de drogas en casas que, si bien tienen las necesidades cubiertas y que evidentemente no son millonarios, lo siguen haciendo porque ya es parte de la propia vida. Por ejemplo, estamos hablando de que en barrio La Granada, Las Flores, 17 de agosto, hay pibes que crecieron viendo un mural del Pájaro Cantero, pintado desde el 2014 o 2015 (NdR: El clan de los Cantero es una de las bandas más conocidas en el narcomenudeo y asociada no solo a la venta de drogas sino a los asesinatos). Entonces ahí hay algo nuevo que se está generando. Por eso me interesa pensar en la continuidad más que en el final y cómo han crecido estas nuevas generaciones.

BD- Naturalizando este hecho, haciéndolo parte de su vida normal como ir a trabajar o como ir a la escuela.

MS- Es parte de la vida ver un arma, tener un familiar o un conocido preso o muerto producto de la violencia, y es parte de la vida ir a un centro de salud y estar horas y horas esperando, o días sin un medicamento, o ir a la comisaria y plantear algo y que te desprecien o que la policía pase por la esquina y te vea y te verduguee. Eso es parte de la vida de los pibes que han crecido en ese contexto. Es tan complejo que creo que más que pensar en diagnósticos, hay que pensar en preguntarnos cada vez más, y tratar todas esas cuestiones que hacen a una vida totalmente vulnerada en los derechos, sobre todo de los pibes.

BD- Es un problema muy complejo, porque además nos plantea por un lado a esos pibes como víctimas de toda una situación de pobreza, miseria, falta de desarrollo, pero a la vez también se vuelven victimarios, ahí se entra en una contradicción importante.

“Los menores de edad son sujeto de derecho y es hora de pensar que hay pibes que están agarrando un arma y que se convierten en victimarios y eso es responsabilidad del Estado. El Estado es el que tiene que garantizar la cobertura de derechos y la protección de esos derechos de los niños y de los adolescentes, todo lo que se salga de eso es responsabilidad del Estado”.

MS- Los menores de edad son sujeto de derecho y es hora de pensar que hay pibes que están agarrando un arma y que se convierten en victimarios y eso es responsabilidad del Estado. Eso está planteado por ley, por convenciones internacionales. El Estado es el que tiene que garantizar la cobertura de derechos y la protección de esos derechos de los niños y de los adolescentes, todo lo que se salga de eso es responsabilidad del Estado. Esto para pensar en términos de quién es la responsabilidad. Y después está la realidad concreta del barrio y de qué hacemos con estas vidas. Conversando con un militante de Ludueña, me decía: “hoy los talleres municipales, provinciales, nacionales, pagan una miseria a comparación de lo que un pibe puede recaudar por ir a tirar o amedrentar o matar a alguien en casos extremos, o por vender droga en una casa o un bunker o en la calle”.

Hay que dejar de subestimar a esas vidas, en el sentido que toda esa potencia que vemos en un pibe, que siendo menor decide formar parte de una banda, es una potencia de vida, un potencial que esos pibes tienen. La pregunta es quién gestiona o manipula todo eso para que toda esa potencia vaya para un lado y no para otro. En la juventud está la consecuencia más atroz de toda esta perversidad del sistema de la violencia, y a su vez creo que en esa misma juventud está la salida a mediano o largo plazo. Hay que dejar de ver a los pibes como víctimas o culpables y hay que verlos como sujetos con proyectos de vida individuales o colectivos. ¿Qué hacemos con todo esto? Para dejar de contar pibes muertos o presos, ¿qué hacemos con esas vidas?

Pero otra cuestión que hay que pensar es que los pibes que venden drogas, en general, hacen amistades y no siempre vinculadas a ese mundo al cual pertenecen, porque también pertenecen a un montón de otros mundos. Está habiendo cada vez más casos de pibes que participan de algún área del Estado, en algún taller independiente y demás, y que también integran una banda. Esos hilos se empiezan a unir generalmente cuando son asesinados y preguntamos quiénes eran y nos enteramos de eso. Por otro lado, están los pibes que asesinan por error, que están en un grupo y el objetivo de toda esa trama de violencia y ese microclima lleva a esos pibes a tirar y muere otro; y esto se ha dado mucho en este tiempo. Esto quiere decir que los pibes que están involucrados en alguna de esas tramas que los pone en riesgo, también van a la escuela, a un taller, salen, tienen familia, andan con sus bebes, sus hermanitos encima y ahí es donde nos damos cuenta que la cuestión es de nuestra sociedad.

“… los pibes que están involucrados en alguna de esas tramas que los pone en riesgo, también van a la escuela, a un taller, salen, tienen familia, andan con sus bebes, sus hermanitos encima y ahí es donde nos damos cuenta que la cuestión es de nuestra sociedad”.

Hace un tiempo mataron a dos pibas que se las llevaron de un bar de Oroño y Salta (macrocentro rosarino) donde estaban merendando. Con esto quiero decir que no es otro mundo u otra ciudad esa que cuenta los muertos casi a diario, sino que es la misma que habitamos “nosotros”. Es la misma que vemos en la televisión pero que si salimos a la calle también nos la encontramos en historias mínimas que están ahí. Esto quiere decir que la respuesta, si la hay, no creo que esté en qué hacemos con el pibe que vende, sino en qué hacemos con la comunidad alrededor, con el sistema en general, con la oferta de trabajo, la escuela, la salud… ¿Qué hay alrededor de sus barrios?, el deporte, el club de barrio son alternativas, pero están depreciadas. Todas esas cuestiones hacen hoy en día a lo complejo que está Rosario. Encontrarnos de repente con que los protagonistas de la parte más descarnada de todo esto, que son los pibes que matan o mueren, también forman parte de otros círculos y ahí hay que ir también y pensar en qué propuestas, en qué tipo de salida.