Por Alejandro Morales

Las declaraciones de la ministra de educación de la ciudad de Bs As sobre el destino de los estudiantes que abandonaron el sistema escolar durante aislamiento obligatorio impuesto por el Estado a causa de la pandemia de Covid 19 provocaron revuelo en el ámbito de la política y en el educativo. La ministra Soledad Acuña, y su espacio político (Juntos por el cambio), nos tienen acostumbrados a sus expresiones de desprecio hacia todo lo que tenga que ver con lo público y con les pibes de los barrios. Sin embargo, es necesario alertar sobre el uso oportunista del oficialismo peronista y de todos sus defensores para encubrir su propia desidia y responsabilidad en la falta de acceso al derecho a una educación digna de ese sector social que dicen defender.

“Es muy tarde salir a buscarlos porque seguramente ya están perdidos en los pasillos de una villa o cayeron en el narcotráfico…”. Este fragmento del testimonio de la ministra de educación porteña, Soledad Acuña, sobre el abandono escolar en los dos años de pandemia que llevamos, deja mucha tela para cortar. Las palabras reflejan, una vez más, el odio de clase visceral pero además, nos muestra la esencia del proyecto educativo de ese sector político que solo ve en los jóvenes de las clases populares como mano de obra barata para los capitalistas.

Inmediatamente el conjunto de la llamada comunidad educativa reaccionó con repudio y bronca. También se expresaron en el mismo sentido el gobierno nacional y sus ministros de la cartera educativa, quienes gustan mostrarse como defensores de la escuela pública. Sin embargo, a la hora de atender las necesidades educativas, el discurso del oficialismo dista está en contradicción con sus acciones. Vale decir entonces, que la crítica realidad de la educación Argentina y en especial de los alumnos de los barrios obreros es responsabilidad del conjunto del régimen político argentino, donde el Peronismo tuvo y tiene protagonismo destacado.

Los expulsados del sistema educativo

La irrupción de la pandemia y las políticas decididas para enfrentarla por parte de los Estados profundizaron la situación de crisis educativa del país. En el ámbito de la educación pública al igual que en el campo social fueron los menores de los barrios populares quienes sufrieron la peor parte. La sola observación de la realidad y los datos confirman esa definición.

Una de las problemáticas que creció de manera cualitativa durante el aislamiento obligatorio implantado por el Estado fue el denominado abandono escolar. El sistema educativo estatal que contiene a más de 11 millones de alumnos, durante el 2020 no aseguró el acceso al derecho a la educación a más de un millón de niños y adolescentes, según cifras oficiales compartidas por el ministro de Educación Jaime Perczyk. Al día de hoy, enero del 2022, el gobierno nacional reconoció que alrededor de 500.000 chicos aún se mantienen por fuera de las escuelas. Es decir, que pasado dos años, ante la evidente falta de políticas adecuadas y de recursos necesarios, es más acertado expresar que el sistema educativo expulsó a medio millón de chicos, y que éstos la «abandonaron» por iniciativa propia.

Con la llamada educación virtual quedó expuesta la brecha digital entre las clases más privilegiadas y las más vulnerables. La gestión estatal quedó reducida a una mínima expresión. El establecimiento del vínculo entre alumnos y docentes, quedó bajo la responsabilidad y sobre la espalda de estos últimos, quienes tuvieron que utilizar sus propios recursos y extender las jornadas laborales. El Estado no se preocupó en la inversión en conectividad ni en dispositivos tecnológicos, mucho menos en atender las necesidades de las familias. La presencia estatal se limitó a la entrega mensual de bolsones alimentarios de escaso valor nutritivo y que lejos estaba en alcanzar para cubrir todo el mes.

Este panorama preocupante pero que no sorprende va de la mano de la realidad escolar en América Latina y el Caribe, donde según Unicef, en septiembre de 2021 todavía cerca de 86 millones de menores no habían regresado a las aulas (Unicef). Es decir, la mitad de los 160 millones que quedaron por fuera de los sistemas en el peor momento de la pandemia, según el Banco de Desarrollo de América Latina (Unicef) en (infobae 22/10/21).

Para tener una mejor idea de lo terrible de los números, comparemos con la «deserción» en años “normales” como el 2018 y 2019 cuando 109.554 y 97.961 alumnos respectivamente dejaron la escuela. (La Nación 9/12/21)

Detrás de los datos hay vidas humanas, hay vidas y sueños de niños y jóvenes víctimas de la desidia del Estado que, actuando privilegiando los intereses de los poderosos, los abandona, los arroja a otras problemáticas aún peores.

Donde caen los estudiantes de los barrios obreros?

Queda claro que a la burguesía y sus representantes políticos les despreocupa el destino de los niños y de la juventud, hija de la clase obrera que tuvieron que “abandonar la escuela”. Sus acciones y sus hechos lo dejan demostrado. o mejor dicho, les deparar un destino distinto al de la permanencia en las escuelas.

La pandemia agravó problemáticas que esta franja etaria y social vienen padeciendo desde hace largo tiempo: la desigualdad, la pobreza y exclusión, la precariedad habitacional, la falta de acceso al agua y de otros servicios básicos, la exposición al narcotráfico o la explotación laboral infantil. Todos flagelos generados por las políticas implementadas por un régimen político servicial a los deseos de la burguesía.

La elite gobernante es consciente de que los niños del país se encuentran perdidos no en pasillos, sino en la pobreza y exclusión. En el primer semestre del 2021 de acuerdo a datos difundidos por el Indec, un 54,3 %  de los niños menores de 14 años son pobres en la Argentina son pobres, lo que significa que 5,9 millones no alcanzan a cubrir las necesidades básicas, y de ese universo, un 16 % son indigentes.

Esos chicos pobres, además viven bajo la precariedad habitacional, hacinados en “villas” según el término despectivo usado por la intelectualidad reaccionaria. Viven allí no por elección sino porque se ven obligados, ante la imposibilidad de obtener terrenos para edificar. Terrenos que siguen acaparándose en las manos de los empresarios  que expanden los negocios inmobiliarios, los que vienen floreciendo en la Capital Federal como en la provincia de Bs As. El caso de Guernica mostró que para atender la demanda habitacional de la ciudadanía más relegada las diferencias entre los partidos patronales quedan en segundo plano. Tanto Alberto Fernández, Larreta, Kiccilof y Berni acordaron que era tarde el sueño de vivienda propia para los niños y jóvenes de Guernica y desataron una feroz represión. ¿Cuántos de los desalojados perdieron el vínculo escolar, y además, la posibilidad de un techo? Muchos.

Al comienzo de la pandemia se insistía en la necesidad de lavarse las manos como forma de prevención ante el corona virus. Surgieron protestas de los pobladores de los barrios y hasta los medios se hicieron eco. Luego, la problemática fue perdiendo notoriedad hasta que desapareció del radar. Otra vez, prevaleció la desidia de la casta política por resolver el acceso al agua potable, un recurso vital para mantener la higiene hogareña, individual y social. Quienes la pasan peor ante esto son los niños.

La ministra especuló que los jóvenes “desertores escolares” seguramente recayeron en el narcotráfico. Es de conocimiento general que aquel es un negocio de la burguesía, del Estado y de sus fuerzas represivas. Para la lógica de la ministra, para la reinserción escolar es tarde, pero para seguir nutriendo de soldados al narcotráfico no. Que tan diferente es en provincia y en el resto del país?

La honda recesión económica que provocó la pandemia, generalizó el despido de millones de trabajadores de sus empleos. La crisis junto a la “cuarentena” impidió que otros tantos laburantes no pudieran ganarse el mango en la calle realizando labores informales. Por lo tanto, muchos jóvenes tuvieron que salir a trabajar, a realizar “changas” para obtener un plato de comida, para aportar unos pesos a la economía familiar, lo que implicó caer en redes de explotación laboral infantil en muchos casos, dejando a la escuela para otro momento. El trabajo informal parece ser otra problemática que parece tarde de resolver.

Ni hablemos del aumento de los dramas sociales como el abuso, la violencia, las depresiones y de diversas problemáticas psicológicas que impidieron mantener una relación de los jóvenes con las escuelas. ¿También es tarde para generar políticas y recursos con el objetivo de abordarlas? Para los dueños de todas las cosas, si.

Oficialismo y oposición sin grietas en un proyecto educativo al servicio de las clases dominantes

La educación de un país tiene que ser vista como parte del proyecto económico, político, social y cultural de las clases dominantes. Esto hará cobrar sentido las medidas y las acciones que los gobiernos toman y a quienes benefician y a quienes perjudican, como también, las concepciones que sustentan dicho proyecto.

La Argentina desde siempre fue un país integrado a la división internacional del trabajo como proveedor de materias primas y alimentos. Desde la etapa colonial y desde la independencia en adelante, los poderes mundiales buscaron extraer los recursos agrícolas, ganaderos, hidrocarburos, pesqueros, mineros en asociación con los poderes locales, sacando el mayor provecho posible y explotando la mano de obra barata. Los planes educativos se conformaron de acuerdo a ese modelo de país que tenía la burguesía. no obstante, durante esas etapas, la educación pública fue tomada por las clases medias y por la clase obrera como una bandera a defender.

En la actualidad, el modelo extractivista continúa profundizándose a grado extremo, destruyendo el medio ambiente y explotando a la clase obrera y al pueblo con la misma intensidad. Este proyecto económico digitado desde el exterior, se complementa con un proyecto educativo que se amolda a las necesidades del capital: sufriendo recortes presupuestarios para atender la deuda externa, impulsando la incursión empresarial en el armado de los currículum y favoreciendo la mercantilización de la educación para favorecer los negocios, y formando y otorgando mano de obra gratuita a través de pasantías. Son muchos más los ejemplos que denotan el tipo de educación que proponen los de arriba, y los trataremos en otros textos.

Todas estas medidas son impulsadas tanto por el Peronismo nacional y popular como por la derecha rancia, lo que demuestra que a pesar de tener diferencias en los proyectos educativos, en lo esencial toman el mismo camino de vaciamiento de la educación pública, en especial la que toca para los sectores populares, y de generar las condiciones para el control total por parte de la burguesía como campo de negocios y como difusión de sus ideas, valores y prácticas, sin oposición de los oprimidos.

Sin embargo, las escuelas son un espacio que cuenta con margen para la lucha por otro tipo de educación, que partiendo del barro, del llano, se preocupe verdaderamente por el porvenir de los niños y la juventud del país. Estoy seguro que miles de trabajadores de la educación creemos que no es tarde pensar, soñar y luchar por un presente y por un futuro de les estudiantes, en donde construir una nueva sociedad sin explotadores ni explotados no sea una utopía.