Por Jon Kokura, escritor de historias y relatos. Nacido en Atacama Chile y residente en Neuquén.

Están quemando iglesias y destruyendo monumentos a la corona británica en Canadá. Si esto pasara en un país de Sud América los medios de comunicación se desgarrarían las vestiduras acusando a los incendiarios de «vándalos» «violentos» «comunistas» «terroristas indígenas» etc.. Pero no… Está pasando en Canadá. El correcto y bien educado país del norte, que nunca rompe un huevo, ni dice malas palabras. Y que hoy quema iglesias católicas hasta los cimientos. Pero también hoy los canadienses dejan zapatos de niños, flores, juguetes, ositos de peluche en valles donde fueron enterrados decenas, cientos, miles de niños asesinados en internados católicos. Esos niños eran indios.

Entre 1874 y 1996 fueron arrancados de sus familias para ser «civilizados» en alguno de los 139 centros de internación que la Iglesia Católica administró en territorio canadiense. Centros financiados por el estado de Canadá, súbdito de la Corona Británica. En un trato así: «Yo te pago, tú le sacas el indio al indio».

En 1969 Geraldine Lee Shingoose tenía 5 años y quizás otro nombre. Y fue secuestrada de su hogar, de su pequeño universo indígena de pieles, creencias, árboles y praderas y encerrada en un edificio de ladrillos rojos que ocultaban la luz del sol y el brillo de la luna. La primera palabra que escuchó de las monjas blancas vestidas de negro fue : «india» y la estaban insultando. Después le dijeron «sucia» y «pecadora«. Geraldine tenía 5 años.9 años permaneció en ese «centro de civilización cristiana«. La abusaron y golpearon tanto que de los puñetazos que recibió en la cabeza quedó sorda del oido derecho y por el izquierdo apenas puede oír. Cuando cumplió 14 años, en 1978 la dejaron…»libre«. Sólo hablaba inglés. Había perdido el idioma de su pueblo: el saultaux. Fue «civilizada» a golpes por monjas y maestras. Abusada por curas y guardianes. Sobrevivió… Otros miles como ella no tuvieron su suerte… O su desgracia.

En el año 2016 Geraldine Lee Shingoose le escribió una carta al Papa Francisco. El Papa jamás le contestó. Y es que el Vaticano siempre ha tenido un profundo desprecio por los pueblos originarios de América. Cualquiera sea el eventual dueño del «Papa movil» el desprecio es el mismo e histórico. De los abusos, violaciones, maltratos, torturas, y crímenes de niños indígenas en «centros cristianos de internación» se ha sabido por décadas. Han ocurrido en Canadá, EEUU, Centro y Sur América, África y Australia. Sucede que hoy en Canadá los geo radares están descubriendo los cementerios clandestinos de los niños asesinados. 215 cuerpos de niños aquí… 756 en aquel… 110 en ese de allá… 55 en aquel otro… Y si siguen buscando, seguirán encontrando.

Oficialmente calculan que entre 3200 y 6000 niños de entre 3 y 14 años fueron enterrados en tumbas anónimas. Extra oficialmente se habla de más de 10.000. Todos los políticos que han gobernado Canadá, las jerarquías religiosas, jueces, fiscales y mandos policiales han sabido de las atrocidades que se cometieron contra niños indígenas y sus familias… Y no les importó una mierda. Hasta hoy… Que desde la sub terra los huesitos de estos niños asesinados, brotan llorando.

Entonces el Primer Ministro de Canadá (Justín Trudeau) ofrece mil disculpas por ese «terrible error cometido«. Y el Vaticano como siempre, calla y mira para otro lado. Esperando que el hilo de su miserabilidad aguante y no se rompa.

En 1938 una niña llamada Nawyat (Gaviota) fue arrancada de los brazos de su madre, de su padre, de su pueblo Inuit y la encerraron en un edificio de frías paredes de ladrillo y cemento llamada «Kamloops«. Allí las monjas la vistieron con ropa de «niña blanca» y le pusieron un nombre cristiano. Allí la abusaron y violaron curas de sotanas negras con cruces de plata colgándole del cuello. Allí, bajo la verde naturaleza están sus restos junto a 214 niños asesinados. Se llamaba Nawyat… tenía 9 años.