Cuando se cumple un nuevo aniversario del hecho que, en su momento, marcó a fuego a toda la comunidad educativa del país, compartimos este homenaje a Carlos Fuentealba, publicado en La Izquierda Web. En Borrador Definitivo no solemos publicar artículos elaborados por partidos políticos, aún cuando éstos se ubiquen dentro de «la izquierda». En esta caso hacemos una excepción, puesto que se trata de la organización política donde Carlos transitó una parte importante de su vida militante. La replicación de este artículo, empero, no indica ningún tipo de compromiso partidario con la organización a que corresponde, con quienes, por otro lado, hemos sostenido en más de una ocasión, apasionados debates.


Hace 15 años era asesinado el docente socialista Carlos Fuentealba a manos del policía Darío Poblete, en una represión ordenada por el entonces gobernador, Jorge Sobisch.

Por La Chispa y Facundo Oque

Una de las cosas que me llamó la atención cuando pisé por primera vez la ciudad de Neuquén, fue la presencia permanente de la figura de Carlos Fuentealba.

Vi su imagen en las movilizaciones, en los colegios, en murales en la universidad, en afiches callejeros, en pines y pecheras que vestían con orgullo maestras y maestros. En las puertas de las aulas, en stencils, en comics e incluso en artesanías de cerámica y madera.

Su asesinato en una represión ordenada por el entonces gobernador Jorge Sobisch, quien jamás fue condenado, es una herida que sigue abierta en la Patagonia Argentina. Donde la aridez, el frío y el viento no borran la huella de aquellos que pelearon por lo suyo. De los Mapuches que reclaman su tierra, de los obreros sublevados de la Patagonia rebelde, de los albañiles que construyeron las grandes represas, los barrios obreros y supieron organizarse en la UOCRA combativa de los ´80 dirigida por el Movimiento al Socialismo.

Experiencia, esta última, que forjó el carácter militante de Carlos Fuentealba. Porque fue Junto a los trabajadores de la construcción que se hizo socialista.

Mural en homenaje a Carlos Fuentealba.

La UOCRA clasista

Carlos participó de la organización del sindicato cuando Alcides Christiansen fue elegido secretario general de la UOCRA. Como parte de la juventud socialista del MAS, acompañó las enormes huelgas, y vio muy de cerca la verdadera democracia obrera. La toma de decisiones en asamblea, tan ajena a los sindicatos dirigidos por la burocracia, que anuncian y levantan sus medidas por televisión, sin escuchar la opinión de los propios trabajadores. O muchas veces coaccionando a sus propios afiliados con aprietes y patotas.

A diferencia de los descuentos compulsivos de los sindicatos tradicionales, se implementó la cuota sindical voluntaria. En lugar de los delegados-capataces que se olvidan que tienen que trabajar, se implementó la revocabilidad inmediata mediante asamblea de los traidores o quienes falten a sus compromisos como trabajador. A diferencia de las elecciones con padrones raquíticos, amañados por los dirigentes que se atornillan a sus sillones, en la UOCRA clasista se votó con el recibo de sueldo y la mano laboriosa del trabajador como único requisito.

La UOCRA clasista fue uno de los puntos más altos a los que llegó el sindicalismo revolucionario en nuestro país luego del ascenso obrero de los 60 y 70. Una experiencia que mostró el potencial de la clase trabajadora cuando se organiza de manera independiente de los burócratas y los patrones.

En el contexto de monumentales obras, como la represa de piedra del Águila que empleó para su construcción a miles de obreros, los trabajadores de la construcción constituyeron una potente fuerza social y política. Con el sindicato en sus manos, levantaron la cabeza y reclamaron con dignidad lo que les correspondía. Presionaron al gobierno para la realización de obras cuando las empresas no querían dar trabajo. Enfrentaron despidos y conquistaron aumentos salariales y condiciones dignas radicalizando sus medidas de lucha, con enormes huelgas, marchas y ocupaciones de edificios públicos.

Esa experiencia impactó fuertemente en el joven Carlos, convirtiéndolo en uno de los imprescindibles, como dice Bertoldt Brecht. Aquellos forjados en la lucha de clases que juran mantener su compromiso con la causa de los trabajadores durante toda su vida.

Asamblea obrera en la combativa UOCRA de los ´80.

La desocupación

Tiempo después, el año 1994 lo encontró reclamando junto a los desocupados que se multiplicaban en todo el país al ritmo de las políticas de hambre y miseria impulsadas por Menem a nivel nacional, y por el MPN en la provincia de Neuquén.

Carlos participó junto los movimientos sociales de la toma de casa de gobierno, que finalizó con una brutal represión desatada sobre familias hambrientas, con mujeres y niños en brazos, ordenada por el entonces gobernador, Jorge Omar Sobisch.

“El fuego, el humo y el daño a la propiedad y a los monumentos que honran a nuestros próceres representan su forma de pensar y actuar” dijo una vez en alusión a quienes se manifestaban frente a los emblemas del poder. En palabras del gobernador, aquellos que se movilizaban no eran sino resentidos sociales carentes de la posibilidad de un diálogo civilizado. Una imagen que nos recuerda a la “barbarie” pintada por Sarmiento en su célebre novela “El Facundo”.

Varios compañeros pagaron con cárcel aquella sublevación de los hambrientos contra la autoridad gubernamental. El dirigente obrero Alcides Christiansen fue uno de ellos. Carlos fue parte de la enorme campaña que se realizó exigiendo su libertad, conseguida luego de casi un año de intensa lucha democrática y popular.

La docencia

Fuentealba fue nuestro compañero. El surgimiento del Nuevo MAS en los 2000 lo tuvo como uno de sus impulsores al sur del país. Nuestro partido daba sus primeros pasos en la lucha al tiempo que Carlos los daba en la docencia.

Además de un socialista convencido, era un maestro excepcionalmente sensible y solidario. Uno que enseñaba los contenidos de su materia, pero también enseñaba a no pelearse con el compañero de banco, a pelear por ganarse el pan en la vida y los derechos que corresponden. A tener empatía con el trabajador que lucha y sufre la explotación. “Vaya si enseñó como luchar, que murió luchando el compañero”, recuerda Alcides en un emotivo discurso en Arroyito. Donde Carlos dio su última clase.

Su compromiso era tal que jamás se alejó de las actividades sindicales y políticas. Era reconocido en el gremio por participar como activista de todas las asambleas, movilizaciones y actividades sindicales.

Carlos Fuentealba

Corrían los primeros días de abril del año 2007. Neuquén veía su sexta semanas de huelga docente sin soluciones en el horizonte. El gobierno de Jorge Sobisch, quien ostentaba por segunda vez el cargo de gobernador, se mantenía firme sin dar respuesta a los trabajadores de la educación. El reclamo salarial de la docencia neuquina se daba en un contexto de lucha docente nacional que también se expresaba con fuertes movilizaciones en Santa Cruz y medidas de fuerza en Tierra del Fuego, La Rioja y Salta.

Finalmente, las asambleas de ATEN, el gremio docente neuquino, resolvió realizar un piquete en la ruta 22, a la altura de Arroyito.

Carlos estaba en contra de la medida, y así lo expresó a sus compañeros. Consideraba que un piquete tan alejado del centro aislaba la lucha docente de la sociedad neuquina. Era sabido que, con tal de finalizar una huelga, la dirección burocrática del sindicato solía realizar alguna que otra acción que desgastara a la base para precipitar una derrota y cerrar por chauchas y palitos.

Eran vísperas de Semana Santa y la codicia de los empresarios hoteleros y gastronómicos presionarían al gobernador para que libere la ruta, que conducía al circuito turístico. Sóbisch había declarado que no permitiría piquetes, defendiendo a rajatabla los miserables intereses de los capitalistas de su provincia.

Los docentes se dirigían hacia una trampa mortal.

Sobisch

Jorge Sobisch es un dirigente político derechista ligado al Movimiento Popular Neuquino, partido que gobierna la provincia de Neuquén desde 1962, antes incluso de la dictadura militar.

En 1991, tras imponerse frente a los otros caudillos del partido, Sóbsich fue candidato a gobernador y elegido por primera vez para dicho cargo. Durante su mandato tuvo estrechos vínculos con Carlos Menem y apoyó sus políticas neoliberales reproduciéndolas en la provincia. Fueron años de pobreza, hambre y desocupación.

Sobisch junto al entonces presidente, Carlos Saúl Menem

Sobisch impulsó un capitalismo de amigos cuya mayor expresión fue la eterna concesión para la explotación de hidrocarburos a Repsol-YPF. Achicó la masa salarial de los trabajadores estatales, además de impulsar un desfinanciamiento y descentralización de la educación y la salud pública.

En el 2003 volvió a ganar las elecciones a gobernador, cargo que ostentaría hasta 2007. Durante esos años participó en un frente electoral junto a Mauricio Macri y Ricardo López Murphy. Luego se distanciaría de ellos para lanzarse, ni más ni menos, como candidato a presidente.

Su perfil fue el de un político duro y experimentado a quien no le temblaría el pulso para imponer el orden, dominar el conflicto social y garantizar la paz. Aún si tuviera que ensuciarse las manos.

Licencia para matar

Aquella mañana del 4 de abril del 2007, Sóbisch dio licencia para matar. Buscaba escarmentar de manera definitiva a los docentes que se mantenían firmes tras un mes de huelga.

La policía avanzó sobre la caravana que avanzaba pacíficamente hacia la localidad de Arroyito para bloquear los cruces de las rutas 22 y 237.

Sobre la ruta, a contraluz del sol matutino y tras el polvo levantado por las ocasionales ráfagas de viento, contrastaban los oscuros uniformes de las fuerzas especiales de choque y las paredes metálicas de los camiones hidrantes.

Al asomarse los docentes en la línea del horizonte, los jefes de los represores dieron la voz y los gases lacrimógenos comenzaron a estallar, entorpeciendo la visión, la respiración e impidiendo el avance de la caravana. Luego de alguna deliberación, los docentes definieron desviarse pacíficamente hacia la cercana localidad de Senillosa.

En medio de la caótica desconcentración entre disparos, corridas y gases, Carlos se quedó hasta último momento protegiendo y auxiliando a sus compañeros. Finalmente, se subió a un Fiat Spacio junto a otros dos maestros, y se sumaron a la cola de la larga fila de coches que avanzaba a paso de hombre hacia Senillosa, alejándose de la represión.

Sorpresivamente, un vehículo de la policía se adelantó y cruzó el Fiat Spacio donde venía Carlos y los otros dos compañeros. De repente, 20 efectivos rodearon el auto y comenzaron a gritar y a golpear la carrocería con las culatas de las escopetas, en medio del espeso humo producido por los gases lacrimógenos.

Cuando el conductor giró hacia la banquina para detenerse, el policía Darío Poblete, disparó su escopeta de gas lacrimógeno a escasos metros desde atrás del vehículo, destrozando la luneta de auto y fusilando por la espalda al docente y militante socialista Carlos Fuentealba.

Carlos fue sacado del auto por sus compañeros. Entre gritos, llanto y desesperación, extendiendo las manos, los docentes se plantaron frente a la policía hasta que llegó una ambulancia que trasladó a Carlos al Hospital Provincial de Neuquén. Nada pudo hacerse para preservar su vida. Otros veinte docentes fueron heridos durante la brutal represión.

El asesino tiene que pagar

El cobarde asesinato de Carlos Fuentealba fue la chispa que encendió la indignación y la furia popular.

Las horas y días siguientes, Neuquén fue el escenario de las movilizaciones más numerosas en toda su historia.

La lucha ya no se restringía al gremio docente. Estatales, obreros de la construcción, padres y alumnos, madres de plaza de mayo y organismos de derechos humanos inundaban las calles como una interminable marea humana. El grito era unívoco: Sobisch asesino. El pueblo necesitaba que este crimen no quede impune. El asesino tenía que caer. Sobisch tenía que pagar.

Sólo la acción traidora de los entonces representantes del sindicato docente, dirigido por Marcelo Guagliardo, lograron evitar que rodara la cabeza del entonces gobernador. Tras varios días de enormes movilizaciones. En el marco de una lucha que se había vuelto nacional inundando los periódicos y canales de noticias. Sobre la sangre derramada de nuestro compañero, fue firmado un acuerdo salarial que puso fin a la huelga docente. Transaron impunidad por salario. Los entonces dirigentes de ATEN traicionaron la causa de la que la historia de la lucha popular los había puesto a la cabeza.

Movilización por Carlos Fuentealba, abril de 2007

La caída del gobierno de Sóbisch hubiera sido una victoria contundente. El paso necesario para que avance la causa judicial en su contra, para derribar la maraña de impunidad que ostentan los poderosos y que les permite escarmentarnos, golpearnos, matarnos de hambre y asesinarnos cuando osamos rebelarnos contra ellos.

Si bien Darío Poblete, el autor material, pagó con cárcel el cobarde asesinato de Carlos, Sobisch, el ejecutor tras las sombras, a pesar del fuerte desprestigio que pesa sobre su figura hasta hoy, volvió a asomar la cabeza en los últimos años, presentándose como candidato a varios cargos en las derechistas listas de la Democracia Cristiana. Volver a ver su imagen sonriente en los carteles revuelve las tripas de bronca.

El 4 de abril es el verdadero día del maestro

Podrán cortar las flores, pero no detener la primavera.

Y su imagen se multiplicó por miles.

Es la forma que tiene el movimiento obrero para decir que él no fue derrotado. Que su lucha continúa en la de todos sus compañeros. Que, a pesar de la sangre derramada, la revancha sigue en el horizonte.

El 4 de abril de 2007 Carlos dio su última clase: luchando junto a sus compañeros docentes. Luchando por la educación pública. Luchando por los derechos de la clase trabajadora.

A quince años de su cobarde asesinado, levantamos el puño una vez más para gritar que su lucha no ha sido en vano. Que seguimos exigiendo cárcel a Sobisch y condena efectiva a todos los verdugos y asesinos de nuestros compañeros.

Y en este homenaje, juramos mantener en alto las banderas rojas por las que Carlos peleó toda su vida. Porque Carlos Fuentealba sabía que, a pesar de ser necesaria, la lucha salarial no alcanza, que si la clase obrera no se mantiene organizada, las conquistas de hoy pueden ser arrebatadas mañana, que los trabajadores seguirán siendo explotados hasta que no se organicen políticamente, conquisten el gobierno y constituyan el socialismo.

Ese día más que cualquier otro, habremos vengado la memoria de Carlos y de todos nuestros mártires. Aquellos caídos por la inmensa causa de la clase trabajadora.

Hasta entonces, seguiremos diciendo: Carlos Fuentealba presente. Ahora y siempre.