La educación, especialmente pública, continúa sufriendo los embates de la pandemia, generando nuevas, diversas y amplias problemáticas sobre la población escolar; dichos efectos, confluyen con otras cuestiones que vienen actuando desde hace largo plazo. Ambos procesos profundizan la ya extensa crisis educativa en la Argentina y en buena parte del mundo, y al mismo tiempo, abren la puerta para la entrada de nuevos paradigmas en clave capitalista.

El siguiente artículo de Rosa Cañadell, si bien se asienta en la realidad de España, ofrece aportes cualitativos para pensar, analizar e intervenir en el ámbito educativo desde la perspectiva de los oprimidos, enfrentando el proyecto de las clases dominantes.

El texto nos invita a debatir sobre temas como la educación virtual y la acentuación de la desigualdad educativa, la segregación escolar, el avance de la mercantilización y los negocios, la precarización del trabajo docente, el menosprecio del conocimiento, bases de la pedagogía dominante entre otras nociones.

La comunidad educativa interesada en otro tipo de educación que verdaderamente esté al servicio del pueblo, necesita discutir sobre estas nociones profundas que atañen a la educación pública, un campo fundamental de la vida humana.


Por Rosa Cañadell, licenciada en Psicología, profesora y cofundadora del SIEC (Seminari Ítaca d’Educació Crítica)

Nota publicada, originalmente, el 24 de junio de 2021 en la revista VIENTOSUR Nº 175 y en Viento Sur

La pandemia de la covid-19 ha hecho emerger las consecuencias que hemos ido arrastrando desde la crisis de 2008. Los recortes en los servicios públicos, su creciente privatización y externalización, el aumento de la desigualdad social y la crisis ecológica son problemáticas que estamos sufriendo corregidas y aumentadas. Y en la educación no ha sido diferente.

Durante el confinamiento constatamos cómo la desigualdad social afecta a la educación de una gran parte del alumnado. La brecha digital, la pobreza y las viviendas precarias han hecho evidente que la educación digital no podía ser de ninguna manera igualitaria. Y el resultado fue que la segregación escolar ya existente se consolidó y amplió. Y solo se vio compensada por el sobreesfuerzo de muchos docentes, que también estaban en condiciones desiguales para ejercer la educación virtual.

La necesidad de la educación presencial es otra de las lecciones que hemos aprendido con el confinamiento. Primero, por equidad, porque las aulas son el único espacio en el cual todos los niños, chicos y chicas, disfrutan de los mismos recursos, tanto materiales como humanos: espacios, mesas, luz, ordenadores, conexiones, libros…, y una persona adulta que los atiende, mientras que en sus domicilios los recursos de que disponen son terriblemente desiguales. También, porque en la educación y en el aprendizaje es fundamental la socialización, la interacción entre iguales, el debate, el trabajo colectivo, la resolución de conflictos, la convivencia en la diversidad, la cooperación, y tantas otras cuestiones, todas imposibles desde la individualidad de la educación virtual. Y, finalmente, porque el mismo aprendizaje, en etapas no adultas, no se puede lograr ante una pantalla con la misma profundidad que interaccionando con los compañeros y compañeras y con el profesorado.

Pero también hemos constatado que las nuevas tecnologías, que ya hace tiempo que han entrado en la educación, intentan sustituir la escuela tradicional por una educación en línea, sobre todo por parte de las grandes empresas del sector, que ven en la educación un mercado altamente rentable y que están aprovechando la pandemia para materializar sus planes. Estas corporaciones son los principales actores políticos beneficiarios de la transformación digital de la educación en esta emergencia sanitaria, puesto que son las que tienen las herramientas, el hardware, el software, las plataformas, las redes y todos los medios necesarios para producir material de aprendizajes no presenciales. No es por casualidad que el pasado 29 de octubre nació en el Estado español la Alianza por la Educación HAZ. Una red política conformada por Fundación La Caixa, Fundación Endesa, Google, Instituto Superior para el Desarrollo de Internet (ISDI) y Fundación Vodafone España, que la ministra de Educación, Isabel Celaá, presentó como una alianza “público-privada para transformar el sistema educativo”. Un paso más hacia la privatización y neoliberalización a través del filantrocapitalismo y del capitalismo digital.

Neoliberalismo y privatización

El objetivo final de la educación debería ser la emancipación, tanto personal e individual como colectiva y social. En estos momentos de crisis de todo tipo –económica, social, cultural, ecológica…–, en los que todo apunta a que nos espera un mundo peor, es más importante que nunca que nuestra gente joven tenga herramientas para comprender el funcionamiento de la sociedad, defenderse y ser capaz de mejorarla. Para ello es indispensable un acceso igualitario al conocimiento, no solo técnico y científico, sino también filosófico, histórico y artístico. Ya que es el conocimiento el que nos ayuda a entender las causas (de la desigualdad, de la injusticia social, del racismo, del machismo, del agotamiento del planeta…) y a poder pensar soluciones alternativas.

Pero la expansión neoliberal en un mundo cada vez más globalizado llegó también a la educación y en muchos países de la UE, incluyendo el nuestro, la política educativa oficial se ha modificado con el objetivo de responder a la sociedad de mercado y a las necesidades del mundo financiero, lo que implica un cambio del sentido y los objetivos que durante muchos años ha tenido la educación. Se trata de abandonar la idea de la educación como servicio público, como un derecho básico de toda la ciudadanía con el objetivo de proporcionar una formación integral, para redefinir y planificar una educación al servicio de la economía, entendida ya no como un derecho universal, sino como una inversión personal (Cañadell, 2013).

El neoliberalismo en la educación tiene como objetivos principales: abrir el mercado educativo para que las empresas privadas puedan realizar negocios en este mercado; ofrecer una formación al servicio de las empresas, adecuándola a las necesidades del mercado de trabajo; disminuir la capacidad de la educación de generar conocimiento y pensamiento crítico; transmitir los nuevos valores neoliberales de competitividad y desigualdad, y precarizar las condiciones del trabajo docente.

El aumento de los centros privados que, a pesar de funcionar con dinero público, cobran cuotas a las familias, así como el aumento de universidades privadas, es una de las fórmulas de mercantilización de la educación. La desigualdad social y la libre elección son dos de las características del neoliberalismo que, junto con la privatización, han terminado con la igualdad de oportunidades para nuestros chicos y chicas. Por lo que la educación puede terminar siendo una fórmula más de consolidación de las desigualdades sociales y económicas, entorpeciendo la movilidad social y aumentando la segregación educativa.

En España, solo el 67,1% de los alumnos escolarizados acude a un centro público, mientras que la media en Europa es del 81% (newtral.es). Y en ciudades como Barcelona las matrículas en la pública solo suponen el 44% del total.

La educación puede terminar siendo una fórmula más de consolidación de las desigualdades sociales y económicas

Esta doble red educativa (centros públicos y centros privados que funcionan con dinero público y además cobran cuotas a las familias) tiene consecuencias varias que afectan al conjunto del sistema educativo. Desde la perspectiva económica, son totalmente injustos ya que con el dinero de todos y todas se pagan los privilegios de los más privilegiados. Según el Ministerio de Educación y Formación Profesional, en 2018 los centros privados concertados alcanzaron los 6.342 millones de euros del erario público estatal, 1.129 millones solo en Catalunya, la comunidad que transfiere mayor cantidad a los centros privados-concertados, lo que repercute en una infrafinanciación de los centros públicos que también obliga a las familias a pagar cuotas para compensar.

Por otro lado, si tenemos en cuenta que la gran mayoría de estos centros privados-concertados pertenece a la patronal de la Iglesia, estos centros son también ideológicamente peligrosos, ya que tienen un ideario propio, mayoritariamente religioso y conservador, por no decir fundamentalista, como los centros del Opus Dei. Actualmente, más de un millón y medio de escolares estudian en dichos centros. Del alrededor de 4.000 centros privados concertados que existen en España, los de ideología católica suponen el 65% y aleccionan al 75% de los alumnos.

Segregación

Pero la mayor consecuencia de la privatización es la desigualdad educativa y la segregación que genera a partir de un alto porcentaje de concentración escolar según la renta económica y el origen cultural o, lo que es lo mismo, escuelas para pobres y escuelas para ricos. Si atendemos a niveles socioeconómicos, España es el quinto país con más segregación escolar de la Unión Europea (Murillo, 2019), por debajo de países del Este tales como Hungría, Rumanía, Eslovaquia, República Checa y Bulgaria. El 44% del alumnado en España asiste a centros que sufren concentración. En el caso del alumnado más vulnerable el porcentaje llega al 72%. La Comunidad de Madrid es la que lidera la segregación escolar (0,36) y también lidera el ranking a nivel europeo (solo por detrás de Hungría). Catalunya es la segunda (0,30) (Save the Children).

Las causas de la segregación escolar son una combinación de diferentes factores, de los que unos tienen que ver con cuestiones sociales, como el aumento de la desigualdad y la diferente distribución territorial de los hogares en función de su renta, pero otros tienen que ver con las propias políticas educativas.

Una de las primeras causas de la segregación escolar es la doble red educativa: unos centros públicos que acogen todo tipo de alumnado y unos centros privados concertados que cobran cuotas y seleccionan el alumnado. La segunda causa es la creciente desigualdad entre los centros públicos y una política que fomenta la estratificación de los centros y la competitividad entre ellos. Todo ello, junto a la libertad de elección de centro, hace que el alumnado con más recursos económicos y culturales termine escolarizado en centros concertados o en centros públicos con proyectos singulares, mientras el alumnado con menos recursos y de origen extranjero se concentra en los centros públicos menos valorados, que pueden acabar convirtiéndose en verdaderos guetos.

En España, cada vez hay una mayor tendencia a potenciar la elección de centro haciendo competir a las escuelas públicas entre ellas, y a las públicas con las privadas. La crisis de 2008 ha influido en el aumento de la segregación escolar, rompiendo la disminución que se estaba produciendo desde el año 2000.

Esta situación es una de las injusticias más flagrantes de nuestro sistema educativo. Mientras los centros concertados tienen instalaciones de gran calidad y muchos recursos, los centros públicos cada vez tienen edificios más degradados y menos recursos. Cabe recordar que, además, los recortes a la educación han sido en la red pública y no en la concertada.

Pero no solo es una cuestión de justicia social, sino también de qué futuro estamos creando con esta segregación escolar. Cuando los niños y jóvenes de clases más acomodadas están juntos desde pequeños y en situación de privilegio, los estamos socializando en la idea de que sus privilegios son derechos inalienables, acostumbrándose así a sentirse superiores y propiciando una actitud clasista en el futuro. Además, al no convivir con los otros niños/as y jóvenes que están en situación precaria, no pueden establecer empatía con los menos favorecidos. Así, la segregación escolar reduce las probabilidades de interacción de niños y niñas con iguales de otros contextos sociales y disminuye sus oportunidades de adquirir aptitudes sociales de empatía y no discriminación.

Igualmente, cuando los alumnos provenientes de familias con menos recursos y/o inmigradas se escolarizan todos juntos en espacios más degradados y con menos recursos, les estamos también enviando el mensaje de que aquel es su sitio, no permitiéndoles que se empoderen y reivindiquen los derechos que les corresponden. Si los chicos y chicas de las diferentes culturas, orígenes y religiones no se escolarizan juntos, tampoco pueden disfrutar de la riqueza de la diversidad y es mucho más fácil que aparezcan las actitudes xenófobas y racistas y más difícil que el alumnado de otras culturas pueda integrarse, ya que no tiene la oportunidad de relacionarse con el alumnado autóctono.

Finalmente, a nivel pedagógico, la concentración de un tipo de alumnado en los mismos centros es negativo: los informes nos dicen que los sistemas educativos donde el alumnado se escolariza todo junto los resultados escolares mejoran. Las aulas donde hay diversidad, de clase social, de nivel cultural, de religión y de capacidades, son un estímulo para el aprendizaje de todos. Mientras que la concentración de alumnado con más dificultades entorpece la posibilidad de éxito escolar.

Resumiendo, la segregación en el ámbito educativo consolida las desigualdades sociales, reduce las oportunidades educativas de una mayoría del alumnado y pone en riesgo la cohesión social. Si queremos construir una sociedad más justa y más igualitaria, necesitamos un sistema educativo que elimine todo tipo de segregación. Y para ello es necesario conseguir una única red educativa, pública, gratuita e igualitaria, la desaparición progresiva de los conciertos educativos, la limitación de la libertad de elegir centro, y recursos suficientes para que todo el alumnado pueda desarrollarse personal, intelectual, cultural, social y laboralmente.

Menosprecio del conocimiento

La deriva neoliberal no solo mercantiliza la educación, sino que está introduciendo, a partir de la llamada innovación educativa, nuevas fórmulas de aprendizaje con el objetivo de que los conocimientos, valores y actitudes de la educación estén directamente al servicio de las necesidades de las empresas y del propio sistema.

Ya en 2014, la Unión Europea en sus Líneas programáticas de la política educativa alertaba de la necesidad de “cambiar el planteamiento tradicional y academicista del currículum escolar para orientarlo hacia algunos cambios que impone el desarrollo económico y social”.

La primera reflexión es que no se ha dado una revisión a fondo de los currículos actuales, sobre todo en Educación Secundaria. Estos son terriblemente extensos, por lo que es imposible poder impartir toda la materia, y tampoco ha habido una reflexión sobre su sesgo patriarcal, la ideología que subyace o cómo asegurar que los contenidos más relevantes se lleguen a impartir. El resultado es que al final de la escolarización aparecen grandes lagunas de cuestiones que deberían ser importantes, como por ejemplo nuestra reciente historia, las luchas obreras, el porqué de las olas migratorias, el cambio climático o la violencia contra las mujeres.

Tal y como denuncia Enrique Díez, a partir de un estudio sobre los libros de texto de historia, “lo que se refiere a la Segunda República, la represión tras el golpe de Estado franquista y la posterior lucha antifranquista, permanece invisibilizada, ocultada e, incluso, tergiversada en buena parte del material curricular que utiliza el alumnado en ESO y Bachillerato” (Díez, 2020).

Sin embargo, si bien en los discursos sobre innovación educativa no se menciona ninguna revisión de los contenidos, en los últimos años hemos asistido ya a cambios importantes que nos acercan a cuáles son los nuevos objetivos de la educación. En la educación obligatoria van desapareciendo las horas dedicadas a Filosofía, Literatura, Música, Historia…, o sea, todos aquellos contenidos que aportan elementos de reflexión, ampliación cultural y espíritu crítico, pero que no tienen un valor en el mercado laboral.

Y, al mismo tiempo que van desapareciendo los contenidos más humanistas, aparecen nuevos contenidos con un claro sesgo ideológico neoliberal, como son la Educación Financiera, la Emprendedora, la Educación Emocional o las Competencias Básicas.

Al mismo tiempo que van desapareciendo los contenidos más humanistas, aparecen nuevos contenidos con un claro sesgo ideológico neoliberal

Las competencias básicas son el nuevo catecismo neoliberal y han sido introducidas en nuestro sistema educativo sin ningún debate ni evaluación. Pero lo más importante es que la educación por competencias no es un método pedagógico que sale del mundo educativo, sino que viene del mundo empresarial. Se trata de aquellas habilidades apropiadas a los nuevos puestos de trabajo o de aquellas capacidades que los empleadores necesitan: resolución de problemas, flexibilidad y espíritu emprendedor.

Con el aprendizaje por competencias, como explica Nico Hirtt (2010): “El papel de la escuela ya no es el de transmitir saberes concretos (lo que en buena pedagogía implica evidentemente el ser capaz de aplicarlos), sino solamente el de enseñar a utilizar cualquier saber, preferentemente en situaciones complejas e inéditas”. En la práctica, ello implica aparcar todo aprendizaje que vaya en el sentido de ampliar la cultura, estimular el espíritu crítico, fomentar la creatividad, el pensamiento libre, la capacidad de análisis de la realidad y la capacidad de transformar la sociedad…

Sin embargo, dentro de un sector de profesorado progresista, este enfoque ha encontrado un cierto consenso, pues se ha asimilado a las pedagogías constructivistas. Pero no es así, en el enfoque constructivista, las distintas prácticas pedagógicas tienen el objetivo de ayudar a consolidar los saberes, mientras que en el enfoque por competencias los conocimientos quedan reducidos a una herramienta al servicio de la actividad del alumno, o sea, de la competencia correspondiente. Su objetivo es más el aprendizaje en el saber hacer que en el aprender y con la evaluación por competencias se refuerza aún más la devaluación del conocimiento, ya que lo importante es saber lo justo para poder aplicarlo. Como explican los autores de Escuela o barbarie: “El planteamiento por competencias… es el de un sistema que profundiza en las desigualdades y que abandona por completo su misión ilustrada de elevar el nivel cultural e intelectual de la población” (Liria, 2017).

Es un grave error confundir la información que podemos encontrar en Internet con el conocimiento

Por otro lado, se insiste también en que la función del profesorado no debe ser ya la de enseñar, sino la de acompañar. Este cambio de rol va también en detrimento del conocimiento, ya que la función de instruir, de transmitir conocimiento y saberes corresponde al profesorado, que es quien tiene estos conocimientos y la capacidad de seleccionar aquello que es más relevante: destruir su figura es destruir el saber. Si se devalúa la función del profesorado, se destruye el respeto por el que sabe y puede enseñar. Si el profesorado solo acompaña, ¿quién va a enseñar? La excusa es que “todo está en Google”, pero la información que podemos encontrar en Internet es inmensa, sesgada, desordenada, verificada o inventada…, y en todo caso es un grave error confundir la información que podemos encontrar en Internet con el conocimiento. Para que la información se convierta en conocimiento es preciso analizarla y procesarla, y ¿quién, sino el profesorado, es la figura que puede y debe hacerlo?

El menosprecio de las clases magistrales, de la utilización de la memoria, de los libros de texto (convertidos en digitales) y de todo aquello que se venía haciendo, son también elementos que dificultan la transmisión del conocimiento. La memoria es absolutamente necesaria para retener los conocimientos y sin conocimientos no hay cultura, no hay comprensión de la realidad, no hay capacidad de análisis, no hay posibilidad de tener espíritu crítico, ni tampoco hay posibilidad de ampliar el propio conocimiento. “Cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de datos, más se favorece que el alumnado recurra al memorismo mecánico, puesto que no tienen en la cabeza los datos y referencias que les permiten articular una comprensión significativa de lo que estudian” (Galindo, 2019).

Otro mantra es el que dice que hay que adaptar la educación a las necesidades de la sociedad del siglo XXI, olvidando que las sociedades no son un todo igualitario, que existen diferencias de clase, de género, de cultura, y que no son lo mismo las necesidades de los empresarios que las de la clase trabajadora. Y por todo lo que hemos visto, parece ser que se atiende más a las necesidades empresariales que a las del conjunto del alumnado. La educación debería servir no solo para adaptarse a las nuevas necesidades de un sistema injusto y desigual, sino básicamente a dar elementos para enfrentarse al mismo.

Conclusión

Como decía al principio, el objetivo de la educación debería ser la emancipación individual (cultural, artística, literaria, científica, laboral) y la emancipación colectiva (capacidad de comprender el funcionamiento de la sociedad, las causas de sus males y tener elementos para mejorarla). Y, para ello, el conocimiento y el saber acumulado por la humanidad son estrictamente necesarios. Alejar a los alumnos del acceso al conocimiento implica tener ciudadanos sin capacidad crítica, lo que les convierte en ciudadanos dóciles y fáciles de manipular. Y los más perjudicados son precisamente los que más lo necesitan, los más desfavorecidos socialmente, pues se les estafa los contenidos culturales que les permitirían comprender las causas, políticas y económicas, que les han llevado a su situación (Cañadell, 2020).

Finalmente, es evidente que hay que mejorar la educación, pero cualquier innovación educativa tendría que tener como objetivo buscar aquellas prácticas educativas que mejor ayuden a aprender y a preparar personas libres y cultas, críticas y solidarias y no trabajadoras/es productivos o emprendedores competitivos. La escuela no puede ser una mera fábrica de jóvenes precarios, sumisos e incultos, y esto es precisamente lo que se está intentando con la deriva neoliberal en la educación y con algunas de las nuevas prácticas innovadoras.

Referencias

Cañadell, Rosa (2013) ¿Qué pasa con la educación? Preguntas (y respuestas) más frecuentes. Barcelona:  El Viejo Topo.

Cañadell, Rosa; Corominas, Albert y Hirtt, Nico (2020) El menosprecio del conocimiento. Barcelona: Icaria.

Díez, Enrique Javier (2020) La asignatura pendiente. Madrid: Plaza y Valdés.

Galindo, Enrique (2019) “Educación por competencias vs competencias de la educación”. Disponible en  https://www.catalunyavanguardista.com/educacion-por-competencias-vs-competencias-de-la-educacion

Hirtt, Nico (2010) “La educación en la era de las competencias”, Revista electrónica interuniversitaria de formación del profesorado, ISSN-e 1575-0965, Vol. 13, nº. 2, 2010.

Liria, Carlos F.; García, Olga y Galindo, Enrique (2017) Escuela o barbarie. Madrid: Akal.

Newtral.es: https://www.newtral.es/datos-fondos-dinero-educacion-publica-concertada/20201129/

Save the Children: https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/mezclate_conmigo.pdf