La quiebra del Silicon Valley Bank significó el detonante de una crisis bancaria en los EE.UU. que se está replicando por Europa con velocidad. Los Estados de forma inmediata salieron al salvataje de las entidades en ambos lados del Atlántico pero sin poder detener los efectos que se manifiestan con las bajas bursátiles y la depreciación de acciones y bonos. Mientras tanto las empresas tecnológicas continúan despidiendo a miles de trabajadores. La incertidumbre y el fantasma de una crisis financiera similar a la de 2008 aumentan día a día.


Por Alejandro Morales

El viernes 10 de marzo pasado quebró el Silicon Valley Bank, constituyéndose en la mayor quiebra en EE.UU. desde la caída del Lehman Brothers en 2008, una quiebra que provocó una monumental crisis financiera internacional e hizo tambalear la propia arquitectura bancaria capitalista a escala mundial.

El SVB era la entidad bancaria número 16 del país, funcionaba principalmente  como prestamista de las compañías tecnológicas, llamadas Start ups, pero también recibía los depósitos de éstas. El banco tenía una importancia relevante en el sistema bancario estadounidense y era controlado por la oligarquía financiera de Wall Street. Según la agencia Bloomberg, los fondos de inversión más grandes del mundo, Vanguard, BlackRock y State Street tenían la participación accionaria mayoritaria, junto a otros inversores de diferentes latitudes[i].

Los motivos de la caída estuvieron directamente relacionados con la suba de la tasa de interés que viene aplicando la reserva federal de EE.UU. (FED) para hacer frente a la inflación creciente desde hace un año, a partir de la guerra entre Ucrania y Rusia.

Antes de la disparada inflacionaria, el SVB había invertido el abundante dinero de sus arcas en bonos del tesoro de EE.UU., una inversión considerada segura, pero que por entonces tenía bajo interés. Cuando la FED subió el tipo de interés, los bonos comenzaron a depreciarse, entonces, el poseer esos títulos de deuda pasó a ser un mal negocio. Al mismo tiempo, las empresas que tenían sus depósitos en dicha entidad venían aumentando el retiro de sus fondos, ya que no están en un buen momento y necesitan liquidez, una acción que creció  de forma acelerada y rápidamente se transformó en una corrida bancaria al hacerse pública la complicada situación del banco. El jueves 9 de marzo, los clientes de SVB sacaron 42.000 millones de dólares en diez horas, la mayor fuga de depósitos de una entidad financiera en Estados Unidos en los últimos tiempos: hasta ahora, el récord lo lucía Washington Mutual en 2008, con 16.700 millones de dólares en diez días[ii]. Para tratar de cubrir la demanda, los directivos vendieron bonos a pérdida por 1800 millones pero fue en vano. No había vuelta atrás, la quiebra era un hecho para el día siguiente.

Sin embargo, el SVB no fue el único caído en desgracia. También corrió la misma suerte el Signature Bank, una entidad vinculada a las criptomonedas, y muchos otros se encuentran tambaleando, demostrando que el desbande el SVB terminó siendo la primer ficha de un dominó que está afectando al sistema bancario.

El Estado sale a salvar a los bancos y a las empresas

Inmediatamente el Estado intervino en la crisis. Primero haciéndose cargo del banco a través de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDCI) con el objetivo de generar confianza a los asustadizos banqueros que entraban en pánico. En ese sentido el presidente Biden declaro,  “estén tranquilos, el sistema bancario es sólido, sus depósitos están seguros” y “estarán disponibles cuando los necesiten[iii], “los inversores no estarán protegidos. Sabían que tomaban riesgos y si ese riesgo no acaba compensando, el inversor pierde su dinero. Así es como funciona el capitalismo”[iv].

Sin embargo, la casa blanca a pesar de “advertir” que no salvaría a los inversores, fue exactamente lo que comenzó a realizar. El paso siguiente fue disponer el salvataje de las empresas afectadas por la quiebra con la cobertura de los fondos invertidos, por más que sobrepasara la cifra de los 250 mil dólares por ahorrista que marca la normativa en ese país para estos casos. Luego, como el capitalismo manda -demostrando una vez más el carácter de clase del estado- salió a tirarle salvavidas a los bancos mediante el otorgamiento de préstamos a través de la Reserva federal y el tesoro, para aquellos en problemas.

Lo que se vio desde la quiebra del SVB es una potente intervención del Estado en el santuario de los liberales del mundo, que pregona constantemente la no intervención estatal en la actividad económica.

Pero también se está cuestionando la actuación estatal previa. Tras el crack del 2008, se habían establecido mecanismos reguladores más estrictos con la ley Frank Dobb, que durante el mandato del republicano Donald Trump fueron flexibilizados.

El cuestionamientos está dirigido a las agencias que debían establecer los controles para evitar turbulencias financieras a partir de inversiones muy riesgosas; controles que no hicieron tampoco en la actual administración demócrata, por desidia o como parte de una acción deliberada.

La oligarquía  financiera también sale al rescate

Un elemento a destacar es que en el salvataje también está interviniendo la banca privada, lo más elevado de la oligarquía financiera constituida por los Fondos de Inversión. Estos fondos administran un gran número de grandes empresas, entre las que se cuentan las tecnológicas; también son dueñas de bancos como el caso del SBV.

Esta intervención de la gran banca, por sí sola muestra la gravedad del problema y la preocupación que genera en los  dueños del capital.

El First Bank fue otro de los bancos que sintió el sacudón. Para evitar males mayores, once bancos decidieron intervenir, colocando unos 30 mil millones de dólares para auxiliar al caído en desgracia. Gigantes de la magnitud del JP Morgan Chase, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo aportaron 5.000 millones de dólares cada uno. Por su parte, Morgan Stanley y Goldman Sachs pondrán otros 2.500 millones. Los restantes 5.000 millones se los reparten otras entidades más pequeñas: PNC Financial Services, Bank of New York Mellon, Truist Financial, State Street y US Bancorp, a razón de 1.000 millones de dólares cada una[v].

La crisis se traslada a Europa

A pesar del intento de amortiguar y cercar los efectos de la quiebra, estos fueron inevitables, tanto en EE.UU. como en Europa; la caída de los precios de las acciones incluso alcanzó a los bancos gigantes, los considerados “demasiado grandes para caer”, bancos de la magnitud del Wells Fargo y el Bank Of América. También se esfumaron miles de millones de dólares por jornada, que repercuten en un aumento del pánico entre los banqueros y empresarios.

En Europa, el panorama es similar. Hasta ahora la entidad más golpeada fue el Credit Suisse, el segundo mayor banco de Suiza, luego de que su principal inversor, de origen Saudí, se negara a poner más dinero en el banco europeo. Los problemas del CS son producto de la actual situación que se suma a complicaciones que vienen desde el último tiempo; debido a la baja de sus cotizaciones y a la pérdida de fondos a partir de la publicación de sus vinculaciones con políticos corruptos, con dictadores acusados de violaciones a los derechos humanos, con el lavado de dinero, etc.

Al igual que en EE.UU., el Estado salió al salvataje. El banco nacional de Suiza inyectó más de 50 mil millones de euros al CS. La diferencia con el SVB es que el banco suizo tiene una integración sistémica, es uno de los mencionados como “demasiados grandes para dejar caer”.

No obstante, la intervención del Estado suizo no fue suficiente y el banco profundizó su derrumbe llevando a que su competidor, el banco UBS lo adquiriera por más de 3000 millones de dólares.

Ganancias privadas, pérdidas sociales. El despido de miles de trabajadores

Como es natural en el capitalismo en los períodos de crecimiento, los capitalistas acumulas las fortunas sin repartir al resto de la sociedad. En las etapas de descenso y de crisis, las pérdidas son soportadas por el pueblo, en especial por los trabajadores a través de despidos masivos, la precarización de la salud y la educación pública, el recorte de derechos y libertades, por nombrar algunas de las calamidades que suelen descargar contra la clase obrera.

El Observatorio Internacional del Trabajo y del Futuro publicó un informe que refleja que en el 2022, unos 137.492 empleados fueron despedidos, 60 mil de ellos eran trabajadores de empresas cuya actividad está en EE.UU. Amazon despidió a 10 mil personas. Meta, que engloba a Facebook, Instagram y Whatsapp, mandó a la calle el año anterior a 11 mil, mientras que en marzo de 2023 anunció que recortará de sus plantilla a 10 mil más.

Por su parte, Twitter echó a 3.500 trabajadores; Snap unos mil y hasta empleados de las plataformas de cine y serie también sufren el desempleo.

Las complicaciones bancarias están reflejando una crisis en la industria sustentada en las tecnologías de internet y la comunicación que en la última década, y en particular durante la pandemia, amasaron suculentas fortunas y ahora, en tiempos de vacas flacas lo que quieren es, como ya dijimos, repartir  las pérdidas sobre los hombros del pueblo y de los trabajadores.

El desempleo precariza aún más la situación de los empleados de estas multinacionales tecnológicas, pero seguramente la nueva ofensiva del capital que socializa las pérdidas aumentará el proceso de lucha y de organización de una clase obrera que está creando sindicatos en sectores donde nunca habían existido, para usarlos como herramientas en defensa de los derechos y conquistas, y acrecentarlas, de la clase trabajadora de EE.UU. Un proceso de lucha que bajo otras características también está desarrollándose en las potencias europeas como Francia e Inglaterra.

¿Se está expresando una nueva crisis mundial?

El panorama mundial suma otro factor de crisis. Ningún analista puede asegurar su extensión y hasta cuándo y dónde alcanzará esta crisis bancaria y financiera que va creciendo. Muchos la comparar con la gran quiebra del 2008. De una cosa estamos seguros, que la crisis se la harán pagar a los pueblos del mundo. Por eso, para cerrar encaja la brillante frase de Bertoltch Brech: “robar un banco es delito pero peor delito es fundarlo”.


Referencias:

[i] ¿Quiénes eran los dueños de SVB? Vanguard, BlackRock, State Street… los gigantes de la Bolsa, El País, 14/03

[ii] Biden, tras la quiebra de Silicon Valley Bank y Signature, El País 13/03

[iii] El País 13/03

[iv] El País 14/03

[v] El país, Economía, 16/03