Ariel Petrucceli es historiador e investigador y parte del consejo editorial de la revista digital Kalewche. Se desempeña como docente de Teoría de la Historia y de Historia de Europa en la Universidad Nacional del Comahue, en la provincia de Neuquen, donde vive. Ha publicado libros sobre materialismo histórico y luchas sociales. A partir de 2020 ha puesto especial énfasis en analizar de manera crítica las políticas mundiales frente a la pandemia de Covi-19, en numerosos artículos y en dos libros escritos en colaboración: Covid-19: la respuesta autoritaria y la estrategia del miedo (2021) y Una pandemia sin ciencia ni ética. Covid-19: fracaso sanitario, manipulación política y desastre socioeconómico (2022).

Borrador Definitivo: ¿Cómo te parece que influye la profunda crisis social y política en este proceso electoral y en la expresión de rechazo de grandes sectores al régimen político (abstención, voto en blanco, etc.)?

Ariel Petruccelli: Creo que la crisis es enorme e, indudablemente, repercute en las elecciones. Tanto en la dimensión de la abstención electoral que hubo en las PASO, que fue más marcada, como en lo que podríamos llamar el voto bronca, que es un porcentaje seguramente muy importante del voto que recogió Milei. Yo creo que es un voto mucho más motivado en el enojo, en la bronca, que en algún tipo de convencimiento ideológicamente fino con respecto a la propuesta libertariana. Entonces, me parece que la crisis influye mucho y es un escenario muy parecido al del 2001, en el que también se manifestó, de diferente manera en ese momento, pero también se manifestó.

BD: ¿Milei es el fascismo? ¿Vale aliarse con Massa con tal de evitarlo como dicen muchos? ¿Qué opinas de esto?

AP: En cuanto a si Milei es el fascismo, mi respuesta es rotundamente negativa. El fascismo es una propuesta política y un tipo de régimen muy distinto a lo que propone el libertariano, más allá de si pudiera cumplir algo de lo que dice o si no pudiera hacerlo. Para ser claro: yo creo que muy poco de lo que él querría hacer, podrá hacerlo.

Pero hay dos o tres diferencias fundamentales entre un movimiento fascista y el movimiento de Milei. El fascismo es un movimiento fuertemente estatalista, tanto de intención como de realización; en tanto que el movimiento libertariano es un movimiento antiestatal y abiertamente promercado. El movimiento fascista es  fuertemente nacionalista; en el lenguaje contemporáneo, el movimiento libertariano sería abiertamente globalista. Pero lo fundamental: el movimiento fascista está basado en grupos militares y paramilitares, en bandas armadas para ejercer violencia política sistemática contra aquellos que detectaran como enemigos, que podrían variar según los regímenes: los nazis tenían un componente racial, anti judío, genocida muy grande, el italiano menos. Pero si no era contra un grupo étnico o contra una minoría nacional, sería contra los sindicalistas, contra los obreros, contra lo que fuere. Nada de esto aparece en el libertarianismo, salvo eventualmente como cuestiones discursivas que no tienen ninguna realidad comparable con la existencia de bandas armadas como existían en los años 30, que apaleaban gente, asesinaban gente, destruían locales, sindicales, bibliotecas populares o cosas por el estilo. Comparar a la derecha libertariana con el movimiento fascista es históricamente imprudente, poco anclado en las evidencias y además poco atento a que, en realidad, el libertarianismo sería una versión radicalizada del extremo centro neoliberal. En mi concepto no es otra cosa que un neoliberalismo radicalizado, que puede venir asociado con ciertas connivencias o alianzas, quizá más tácticas que de principios, con sectores conservadores, porque en otros contextos los libertarios pueden no tener tan buena sintonía con sectores conservadores, cuyas perspectivas se encajan mal con los principios de estos que son más liberales que conservadores.

Yo no veo, por supuesto, ninguna necesidad ni ninguna ganancia en alinearse con un candidato como Sergio Massa para enfrentar a un candidato como Milei, porque en las políticas concretas, más allá de las intenciones o las declaraciones de unos y otros,  creo que son todas políticas que están dentro de lo que podemos llamar el centro neoliberal. Milei quisiera correrse más hacia lo neoliberal, pero ahí tendrá presiones que le dificultarán eso, inclusive por parte del empresariado, por razones de pragmatismo político, etcétera. Ninguno representa un cambio de régimen político como en su momento lo representó, por ejemplo, el fascismo, que como ya dije es otro régimen político. Acá estamos hablando de distintos gobernantes dentro del mismo régimen político y eso para mí es una diferencia teórica sustancial.

Si hubiera alguna posibilidad real de cambio de régimen político, de que viniera una dictadura militar o un régimen fascista que suspende el parlamento, prohíbe los sindicatos, aniquile los partidos políticos. Bueno, eso podría entrañar la posibilidad de apoyar a un candidato totalmente capitalista en contra de alguien que propone una amenaza cierta de cambio de régimen. Pero eso creo que no está plantado de ninguna manera en la actual coyuntura de la Argentina.

BD: En este marco general: ¿Cómo ves la política de la izquierda en esta campaña electoral? ¿Te parece que está a la altura de las circunstancias o que está leyendo bien la realidad actual?

AP: Creo que centrar la política de la izquierda en las campañas electorales no es lo más adecuado. Es difícil evaluar las campañas electorales de la izquierda porque habría que distinguir dos cuestiones. Una es su eficacia en términos estrictamente electorales, es decir, su capacidad para concitar votos. Y otra sería la dimensión de su capacidad para construir una fuerza política. No siempre la mejor manera de construir una fuerza política revolucionaria es teniendo las mejores tácticas electorales, aunque yo personalmente no las menosprecio. Pero una cosa es tener un éxito electoral y otra cosa es tener un éxito como fuerza que se propone transformar. A mí me parece que la izquierda ha cometido una serie de errores en los últimos años que han dificultado o conspirado contra la posibilidad de capitalizar, por lo menos, una parte del descontento generado en la actual situación económica del país en un sentido de izquierda. Que casi todo el descontento, o en la práctica la totalidad del descontento, lo haya logrado capitalizar una fuerza de derecha, creo que tiene que ver con dos razones fundamentales que van más allá de las elecciones y que la coyuntura electoral difícilmente podría revertir. Esas dos razones son: haber estado muy en sintonía con las acciones del gobierno durante la pandemia, por un lado. Y por otro lado, estar muy apegada a esta lógica identitaria, que a veces se llama woke, de mucha concentración en demandas de minorías y poco en los grandes problemas de las mayorías populares. Es falso que la izquierda haya tenido esa orientación, pero quizá no se ha despegado ostensiblemente. Y entonces hay ciertos malestares que han sido capitalizados por fuerzas de derecha y ahí había un cierto margen, me parece, para otro tipo de intervenciones por parte de la izquierda. Pero insisto en que esto va mucho más allá de las tácticas electorales. Me parece que las cartas estaban ya muy marcadas antes de que el proceso electoral o las campañas electorales se iniciaran. Con lo cual, bueno, esto implica pensar la política también en plazos más largos.

BD: Pasan las elecciones y la vida sigue. ¿Cuáles son los desafíos de los trabajadores y sectores populares para enfrentar lo que se vive hoy y al futuro gobierno ajustador?

AP: Una vez que pasen las elecciones, la situación económica y social del país va a seguir siendo grave o posiblemente sea aún más grave, y habrá, por un lado, un gran desafío de resistencia ante las distintas medidas de ajuste de distinto tipo, implementadas por quien sea el que gane. Por otro lado, hay una necesidad, me parece, más de largo plazo de tener que pensar algún proyecto que nos permita tener alguna alternativa sociopolítica, más allá de lo conocido. Una verdadera alternativa de izquierda. Pero eso no se va a construir de un día para el otro. Esa es una tarea que comienza mucho antes de las elecciones y va a continuar mucho después.