Adrián Piva es sociólogo. Se especializó en el estudio de la relación entre modo de acumulación de capital y dominación política en la Argentina reciente. Se desempeña como docente de Pensamiento Económico y Sociología para Historiadores en la Universidad de Quilmes y en la UBA. Es Investigador del CONICET y dirige e integra proyectos de investigación sobre temas de su área de especialización. Es autor de los libros Acumulación y hegemonía en la Argentina menemista (2012) y Economía y política en la Argentina Kirchnerista (2015).

Borrador Definitivo: ¿Cómo te parece que influye la profunda crisis social y política en este proceso electoral y en la expresión de rechazo de grandes sectores al regimen político (abstención, voto en blanco, etc.)?

Adrián Piva: Bueno, una vez ocurridos los hechos expuestos -me refiero a las elecciones del 13 de agosto- solo es posible comprenderlas a la luz de las condiciones sociales, políticas, económicas en las que ocurrieron.

En ese sentido, Argentina atraviesa una larga fase de estancamiento y tendencia a la crisis que ya lleva una década. Algunos números para ponerla en evidencia: entre 2012 y 2022 el PBI creció sólo un 2,1% y en diciembre de 2022 estaba todavía 0,1 % debajo desde diciembre de 2017. El PBI per cápita acumulaba una caída del 10,5 % hacia fines de 2019 en datos del Banco Mundial, lo que se tuvo que haber profundizado. Pensemos además que este año es un año nuevamente recesivo. El salario real acumuló una caída de entre el 20 y el 25 % según los distintos sectores. Además esto en un marco global difícil, caracterizado por una fase de crecimiento débil después de la crisis mundial de 2008 y presiones globales por la reestructuración que han hecho recrudecer los intentos de ofensiva capitalista contra el trabajo en Argentina durante estos años y los distintos intentos de avanzar en una salida vía reestructuración a través de diversas estrategias.

El último gobierno de Cristina Kirchner, el gobierno de Macri, el actual gobierno del Frente de Todos, han generado la sensación de una ausencia de salida, profundizada además por una ausencia de alternativa política de la izquierda y de la clase obrera.

Sin embargo, más allá de esto, para la mayoría -y me cuento en esa mayoría- el triunfo de Milei el 13 de agosto fue sorpresivo. Esto está indicando que hay algo en el voto a Milei de emergente de procesos sociales más profundos que no llegamos a comprender del todo. Una serie de estudios exploratorios sobre el voto al libertario, aproximaciones, muestran que su  voto atraviesa todas las clases y de hecho, hice un pequeño ejercicio seleccionando algunas secciones del Conurbano Bonaerense donde esto se ve también: que no hay relación entre el voto a Milei y ninguna aproximación de clase o estatificación social. Sí se ve una relación entre el voto a Massa, el voto al peronismo y la abstención: allí en las secciones del Conurbano Bonaerense donde el voto a Massa es más elevado, la abstención es más elevada. Y a la inversa ocurre con el voto al peronismo y la mejor performance de Milei, que es en aquellas secciones electorales donde el voto fue oscilante en las últimas elecciones desde 2011, es decir que pasó del Frente Para la Victoria, al Frente de Todos, a Cambiemos, Juntos por el Cambio y viceversa. Y en el interior, la gran mayoría de las elecciones que ganó Milei fueron en provincias que, o bien perdieron el peronismo o bien el peronismo ganó localmente, me refiero a elecciones de gobernador, las pudo ganar desdoblando las elecciones respecto de las presidenciales. Todo esto señala que hay algo en la emergencia del voto de LLA que señala una tendencia a la crisis del sistema de partidos, cuyo núcleo es la crisis del peronismo, que fue el articulador del sistema de partidos y del sistema político en la posguerra.

BD: ¿Milei es el fascismo? ¿Vale aliarse con Massa con tal de evitarlo como dicen muchos? ¿Qué opinás de esto?

AP: La respuesta a la pregunta por la caracterización de Milei es la más difícil, porque además estamos caracterizando a un candidato, no a un gobierno, no a un régimen. Yo creo sí que la caracterización como fascismo es como mínimo incorrecta, supone un estiramiento del concepto que creo que no puede aplicarse, no solo a este personaje, sino al gobierno de Bolsonaro en Brasil o de Trump en Estados Unidos o de Meloni en Italia. Lo que sí creo es que todas estas experiencias, más las de Orbán en Hungría y otras tantas, pueden caracterizarse como de ultraderecha, y creo que son una amenaza. Son una amenaza porque me parece que ahí hay una discusión sobre lo que expresan de fondo, y yo creo que no es el neoliberalismo.

Tengo la teoría de que el neoliberalismo está en crisis y de que eso explica que los intentos de restauración en la región hayan fracasado y que allí donde había sobrevivido esté cayendo, como en Chile, como en Colombia. El gobierno de Trump no fue un gobierno neoliberal, fue un gobierno que incluso llevó adelante medidas de nacionalismo económico. Bolsonaro pudo avanzar muy poco en los aspectos neoliberales de su programa de gobierno, a pesar de tener a Guedesen el Ministerio de Economía. Yo creo que el rasgo común de todos estos procesos es una repolitización autoritaria de la lucha de clases. Efectivamente, da cuenta de la crisis del neoliberalismo, es decir, de la insuficiencia de los mecánicos de mercado.

En ese sentido, digamos, estas experiencias de ultraderecha son complejas porque constituyen una amenaza. Una amenaza para la clase obrera, en primer lugar, porque impulsan una ofensiva autoritaria contra los trabajadores y sus organizaciones, porque tensionan los límites de la democracia, incluso hasta romperla, y porque articulan además esa ofensiva contra los trabajadores con una actitud negacionista respecto al cambio climático, es decir, de las consecuencias del capitalismo en la destrucción de la naturaleza; una actitud hostil hacia el movimiento feminista. Es decir, buscan articular una respuesta autoritaria y conservadora frente a la clase obrera, frente a los movimientos que luchan contra la destrucción de la naturaleza por el capitalismo, frente al movimiento feminista, en procesos que se despliegan en la medida que las relaciones de fuerza, los contextos sociales, económicos y políticos lo permiten.

En ese sentido, yo creo que habría que discutir en este caso el voto a Massa. No como el mal menor, yo no creo en el voto al mal menor, yo estuve en contra de votar a Scioli contra Macri, por ejemplo. Yo creo que de lo que se trata es de usar la herramienta a mano para evitar que gane Milei. Y sin ninguna confianza en Massa, y sabiendo que vamos a tener que movilizarnos, e incluso sabiendo que la desmovilización popular después de los enfrentamientos de diciembre de 2017, frente al Congreso Nacional, fue una de las dimensiones, uno de los factores esenciales que implicó el crecimiento de la derecha.

BD: En este marco general: ¿Cómo ves la política de la izquierda en esta campaña electoral? ¿Te parece que está a la altura de las circunstancias o que está leyendo bien la realidad actual?

AP: Yo en general he sido muy crítico del FITU y de la izquierda en general. Y además autocrítico, porque soy parte de la izquierda y además a esta altura tengo alguna responsabilidad en los fracasos acumulados a lo largo de todos estos años de intento de reconstruir un proyecto socialista que sea deseable, que sea visto como factible. Pero en este caso es tan adverso el contexto para el FITU que es difícil caerle al enfoque de la campaña, a alguna consigna. Creo que es muy poco, efectivamente, lo que el Frente podría hacer para evitar una marginalización política. Creo, incluso que Miriam Bregman ha mostrado que realmente es una gran candidata. Las tribunas que tuvo para poder mostrarlo, lo mostró. Claramente tengo, y creo que tenemos, un conjunto de críticas al FITU que venimos trayendo desde hace años. Pero no creo que el problema de esta campaña sea el enfoque del FITU. Me parece que en líneas generales cuando uno hace una crítica apuesta a proponer otra política. Creo realmente que los límites para una política electoral izquierda en este contexto son muy grandes.

Lo que sí cabría agregar, pero no en relación a la campaña actual de la izquierda, es que hemos concedido una vez más la crítica del estado a la derecha. Esto sí tenemos que arreglarlo. Porque creo que la izquierda debió haber hecho algo más todos estos años, incluso yendo contra la corriente. Llevando adelante una crítica del estado. Y eso creo que nos hubiese posicionado mucho mejor como sector, frente a una generación que tuvo una experiencia con el estado que está mucho más cerca de aquella que podemos mostrarles desde una crítica radical.

BD: Pasan las elecciones y la vida sigue. ¿Cuáles son los desafíos de los trabajadores y sectores populares para enfrentar lo que se vive hoy y al futuro gobierno ajustador?

AP: El contexto general es de crecimiento débil a nivel global, presiones globales por la reestructuración, en un marco además de desorden mundial por la crisis del imperialismo, presionan por procesos de ofensiva contra los trabajadores, por procesos de reestructuración, en un marco nacional además de profundización de la crisis después de una década de estancamiento. Entonces, no es muy difícil deducir que sea cual sea el gobierno, vamos a tener que enfrentar escenarios de ofensiva contra la clase obrera. Y en ese sentido tenemos que tener en cuenta el hecho de que la desmovilización popular producto de la integración, primero a la coalición política del Frente de Todos y después al gobierno del Frente de Todos, fue muy negativa. Hay un proceso de desmovilización política además, un retroceso al terreno sindical en un escenario en general adverso, en un escenario de crisis para la negociación sindical.

Entonces, lo que necesitamos urgentemente es volver a ocupar las calles, volver a ocupar las calles y además es necesario fijar líneas rojas frente a lo que se viene. Es decir, crear la más amplia unidad en la defensa de ciertos derechos de los que no vamos a retroceder. Esas líneas rojas desde la que no vamos a retroceder. Y creo que además, el marco que se está generando en lo que está pasando estas semanas hacia las elecciones generales -y si hay segunda vuelta esto va a ser potenciado- genera un escenario de aceleración de la inflación, posiblemente en perspectiva de un triunfo de Milei, perspectiva de tendencias hacia la hiperinflación, que de por sí desorganiza a los trabajadores.

Entonces, es imperioso que ya, desde hoy y pensando en mañana, en lo que viene después de las elecciones, busquemos organizarnos y movilizarnos. Por eso antes, insisto mucho en esto, más allá del debate sobre si hay que votar a Massa contra Milei o no, eso es realmente secundario si no logramos organizarnos y movilizarnos. Puede ser muy grave, porque lo que se viene es la definición de la crisis, no queda mucho más.