Mientras explotaba la rebelión en Colombia y buscábamos las similitudes y lazos comunicantes en América Latina, las elecciones del 15 y 16 de mayo nos vuelven a ubicar en Chile. Si bien somos conscientes que desde afuera es difícil tener una visión profunda de la situación,  a través de esta nota queremos hacer algunas reflexiones. En estos días, nuestra intención es ir publicando comentarios, entrevistas, charlas y análisis que nos permitan conocer más a fondo esa realidad.

Por Luis Cuello

Indudablemente, tanto el plebiscito  sobre la Constitución, como las posteriores elecciones de constituyentes, son un subproducto del alzamiento popular de octubre de 2019. Aquella rebelión que hizo crujir el régimen pinochetista de Piñera y de los partidos que conforman la Concertación, un año y medio después, conserva plena vigencia en la realidad chilena.

Todo el mundo coincide en que el inicio del estallido fue un quiebre en el Chile neoliberal. La acción inicial de los estudiantes secundarios saltando los molinetes del metro de Santiago por el aumento del  pasaje, la brutal represión por parte de Carabineros y la posterior rebelión de amplios sectores del pueblo chileno en las calles, demostró que lo que explotó no fueron los 30 pesos de aumento del subte, sino los 30 años de opresión.

El levantamiento popular, con movilizaciones en todo el territorio del país, demostró el profundo odio de los sectores populares contra el gobierno y el régimen chileno. Odio que se expresara en las encuestas que, en los meses posteriores, arrojaban un 6% de adhesión al presidente Piñera, rechazo que alcanzaba también al conjunto del régimen y sus partidos. El parlamento no superaba el 4% de adhesión.

La política del garrote y la zanahoria frente a la lucha popular

Frente a esa movilización, la gran burguesía y el gobierno actuaron con una doble política. Por un lado con una represión feroz a manos de Carabineros. Decenas de muertos, mutilados, violaciones y torturas fueron ejecutados por los Pacos, tratando de aplastar la bronca popular, sin resultado. La heroica lucha popular, donde se destacaron los jóvenes organizados en las Primeras Líneas cruzó todo el país y el debate se instaló en cada espacio de la sociedad chilena. “Chile cambió” era el comentario de nuestros amigos y compañeros chilenos. Y vaya si fue así.

ph: Luis Cuello

La segunda parte de esa política tuvo que ver con el intento de manipular las expectativas de sectores de la población con mecanismos de la democracia burguesa que, dicho sea de paso, poco tienen que ver con la democracia. Mientras el país ardía con cientos de miles y millones de chilenos en las calles enfrentando la represión de los Pacos, en diciembre el gobierno y la oposición firmaron el «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución». Ahí están los representantes de los principales partidos del régimen: la derecha de Piñera y el PS de Bachelet, la Democracia Cristiana y hasta el denominado sector progresista del Frente Amplio (que pagó con rupturas y crisis esa política). Hasta el propio Partido Comunista, que no firmó el acuerdo, tuvo una política errática y complaciente con el mismo. Junto con esto, este arco de partidos le votó además a Piñera el aumento del presupuesto para la represión y nuevas leyes represivas (como la de anti capucha). Recursos que le sirvieron al gobierno para detener y encerrar a miles de luchadores, muchos de los cuales permanecen encarcelados aun hoy, en una cifra que ronda los 1500 presos políticos (incluidos los del pueblo mapuche).

Así, la Convención Constituyente no era para el gobierno, otra cosa que la política gatopardista de “cambiar algo para que nada cambie”.

Pero además, la Convención no es una Asamblea Constituyente popular y soberana, con plenos poderes; sino un verdadero enjambre de trampas engañosas que buscan desviar las movilizaciones al terreno sin salida de reformas cosméticas que permitieran la supervivencia del régimen pinochetista instaurado desde 1973.

Desde el vamos, la propia convocatoria establece qué es lo que se puede modificar y qué no. Restricciones que, obviamente, pretenden dejar afuera aquellas cuestiones que conforman el ADN del régimen chileno: por ejemplo, no se podrá decidir sobre cuestiones centrales de la orientación económica del país, como los tratados de libre comercio, que por otro lado protegen a las multinacionales de las AFP (los fondos de inversión de jubilaciones) o el manejo del principal ingreso nacional como la producción de cobre o la propiedad del agua. Y mucho menos ninguna discusión sobre las Fuerzas Armadas Chilenas, las mismas que, dirigidas por Pinochet, dieron el golpe del 73 y que hoy se mantienen intactas, como una casta privilegiada (barrios exclusivos, obra social propia y régimen de jubilaciones especial) que por supuesto vigila la “institucionalidad” burguesa.

Como si ello no fuera poco, cualquier modificación con estos límites tendrá que ser aprobada por el 70% de los votos constituyentes, reservando al 30% de los escaños un arbitrario poder de “veto”. Esto hecho con el objetivo y cálculo de que los sectores del gobierno llegarían a sumar ese porcentaje.

Pero más aún, una vez terminado el texto, el mismo se pondrá a votación como “paquete cerrado” y en el caso de no lograr la mitad más uno de los votos en un nuevo plebiscito, seguirá vigente la constitución pinochetista de 1980. Todo un verdadero juego de Mariushkas donde intentan que se pierda la voluntad popular en una verdadera carrera de vallas.

No podemos menos que observar que en su momento, si bien no logró frenar el proceso de movilización, esta política metió dudas en el movimiento y provocó cierto desconcierto que cruzó a un sector muy importante de la vanguardia. Ejemplo de esto es que las propias Asambleas Populares que surgieron a caballo de la movilización de octubre, ni en sus espacios más barriales ni en los encuentros que buscaban la coordinación de las mismas a nivel nacional, lograron posicionarse frente al dilema de la votación.

Como anécdota podemos contar que en nuestra visita a Chile en enero del 2020, pudimos participar de varias asambleas. Una de ellas, la de los Siete Cerros de Valparaíso, hacía tres reuniones que venía intentando fijar posición, sin lograrlo. No porque hubiera oposición al cambio de la constitución, sino por las dudas y confusiones que el proceso propuesto por el gobierno creaban. Para el mismo tiempo, un Encuentro Nacional de Asambleas en Santiago se encontraba frente a la misma encrucijada, y resolvía “seguir debatiendo”.

ph: Luis Cuello

Marzo traía la expectativa de un nuevo renacer de la movilización y la organización, y eso se alcanzó a ver en el 8M, cuando dos millones de personas en todo el país se manifestaron en las calles. Y fue este el momento exacto en que la pandemia cayó con fuerza sobre todo el mundo. El régimen chileno supo usar esta nueva situación para forzar una desmovilización e imponer una represión y militarización de los territorios que remitía inmediatamente al pinochetismo. En un país con un sistema público de salud desbastado y una atención médica casi inaccesible para millones, el régimen de Piñera logró cerrar las calles para los sectores populares. Pero lo que no logró fue aplacar el odio y rechazo de los chilenos, que “pasó a expresarse públicamente en las urnas”, como refiere Daniel, militante popular de Santiago.

El dos veces postergado plebiscito sobre la Constituyente, fue entonces el primer golpe para los planes de gobierno. El aplastante triunfo del Apruebo, descartando la convención mixta (que incluía a actuales parlamentarios) y reclamando una Convención Constituyente, logró casi el 80% de los votos (sobre el 50% de la población que fue a votar). A pesar de no significar ni la inmediata destrucción de la Constitución pinochetista ni el fin del régimen (como muchos sectores quisieron hacer aparecer), sí fue un nuevo golpe a la Concertación.

Si bien para nosotros, a la distancia, ha sido imposible conocer cuáles fueron los procesos que subterráneamente se dieron en esos meses, está claro que a pesar de las limitaciones impuestas por el gobierno, con la excusa de la pandemia, los cientos de miles de activistas antigubernamentales buscaron canales de debate y organización.

Las elecciones a constituyentes del 15 y 16 de marzo

En primer lugar, debemos reafirmar que este escenario sería imposible sin la impresionante movilización de amplios sectores que se abrió en octubre del 19. El CHILE DESPERTÓ no es una simple frase, sino un sentimiento muy profundo que vivió el pueblo chileno, que después de años de opresión y explotación por las clases dominantes perdió el miedo, recupero las calles y se levantó de manera decidida y valiente abriendo debates en todos lados. Desde el último “cabro” hasta artistas e intelectuales reconocidos internacionalmente pusieron el pecho a la represión y en el repudio al gobierno. Hasta el “paquete” festival de Viña del Mar se terminó convirtiendo en un acto contra el gobierno.

ph: Luis Cuello

En segundo lugar, y ya metiéndonos en las jornadas comiciales, hay que señalar que casi el 60% de la población no fue a votar. Este hecho no es nuevo en Chile, donde las elecciones no son obligatorias y si bien, como en todos lados, un porcentaje de éste debe estar conformado por sectores atrasados a los cuales no les importa la “política”, en el caso chileno esta situación es mucho más contradictoria.

Treinta años de dominio de los sectores pinochetistas en acuerdo con los partidos de la Concertación (PS de Bachelet, Democracia Cristiana y en los últimos años del Frente Amplio y por qué no decirlo el Partido Comunista) han calado y han convencido a millones de chilenos de la casi inutilidad del voto.

Después de votar durante años, siguen soportando las pensiones privadas, la educación paga, la precariedad laboral, la miseria, la falta de salud, la corrupción estatal a todo nivel, las mentiras. Por así decirlo casi los mismos desencantos de los trabajadores y pueblos de toda América Latina. Pero quizás aumentados.

El voto optativo, que por décadas fue funcional a las clases dominantes chilenas que ostentaban el poder del estado pinochetista, también ha entrado en crisis. Porque hoy, el abstencionismo electoral expresa la crisis absoluta del régimen democrático burgués, la ausencia casi total de representación electoral de las grandes masas, en un contexto en el que, más que nunca, la burguesía necesita mostrar una imagen de “consenso social”. No es casual que a partir del resultado electoral, haya sectores que estén planteando ir al voto obligatorio.

Es por ello que podemos interpretar que un gran sector que enfrentó y siguen enfrentando al gobierno de Piñera en las calles, no fue a votar. De hecho, sabemos que muchos de nuestros amigos y compañeros chilenos, cuyos testimonios recogeremos en notas subsiguientes, no lo hicieron. Como así también muchos miembros de asambleas, activistas, miembros de la primera línea, etc. Sin embargo, aun estos sectores no pueden dejar de valorar el resultado como una derrota aplastante al régimen.

ph: Luis Cuello

El tercer hecho que merece ser destacado, es el propio resultado electoral, que también sería impensable sin el proceso de movilización. Aun en el limitado 40% que votó, los números finales expresaron el repudio categórico al estado pinochetista. El plan gubernamental original de controlar el 30% de los 155 constituyentes para tener derecho a veto fracasó rotundamente (sólo sacaron 38). Pero esto tiene también sus alertas: habrá que ver, en medio de esta crisis del régimen, si el oficialismo logra acordar con los sectores en la lista Apruebo (Socialdemócratas de Bachelet y Democracia Cristiana, que suman 25 bancas), que son los que han colaborado en el sostenimiento del régimen democrático burgués desde hace 30 años. En confluencia con ellos, podría recobrar el poder de veto, siempre en “defensa de la institucionalidad”.

Otro elemento llamativo y novedoso de esta elección fue la “recuperación» del Partido comunista y el Frente Amplio, que han sumado 28 bancas. Y que, además de las Constituyente, hicieron una muy buena elección de  alcaldes y regionales, cosa que iremos analizando más a fondo a partir de las notas de compañeros chilenos. Debemos convenir que estos sectores han tenido cierto éxito. Desde hace meses han buscado reconvertir su discurso por uno más combativo, que los hace aparecer como enemigos del régimen del cual fueron parte durante años.

Pero lo más importante que arroja estos comicios, es sin duda la irrupción de los llamados “constituyentes independientes”, entre ellos los 17 representantes de pueblos originarios que significan un espacio demás importante en la Convención. Estos independientes son un conglomerado de representantes de distintos sectores, desde el movimiento LGBT+, ecologistas, autonomistas y de diversas orientaciones que hasta el momento los unió el rechazo al régimen. Están agrupados en la Lista del Pueblo con 25 escaños. Son ellos quienes expresan más vivamente los reclamos populares, pero también -como indican muchos analistas- carecen de una unidad programática que permita unirlos en un único programa ni acción, por lo menos hasta el momento. Mientras, los autodenominados Independientes por una Nueva Constitución (que expresan rupturas con el oficialismo) contarían con 11 constituyentes.

Es indudable que el resultado de las elecciones expresan superestructuralmente el proceso por abajo y deberá ser analizado. Desde ya que nos alegramos de esa manifestación y la expresión múltiple de un pueblo contra el gobierno represivo y hambreador que abre nuevas perspectivas en su lucha. Pero también interrogantes sobre los caminos a seguir y los obstáculos que deberán enfrentar: así como el resultado plebiscitario no significó -como intentaron hacer creer sectores reformistas- la liquidación del régimen pinochetista, la actual votación tampoco significa automáticamente lo mismo.

Habrá que ver entonces cómo se desarrolla la realidad chilena y cómo se resuelven muchos de los interrogantes abiertos:

  • Esta derrota electoral del gobierno, ¿significará un aliciente para el movimiento de masas para retomar la ofensiva a través de su movilización?
  • Los sectores que conscientemente repudiaron la maniobra constituyente con su abstención, ¿tendrán una política para aprovechar esta situación?
  • Los sectores emergentes de los candidatos independientes, ¿podrán establecer lazos y apoyarse en procesos de auto organización como fueron en su momento las asambleas? Y éstas, ¿podrán superar su aislamiento y su rol defensivo de asegurar la comida a grandes sectores de la población para pasar a ser un factor determinante para este proceso?
  • Este sector que ha despertado una amplia adhesión, ¿logrará articular una política unitaria para enfrentar los condicionamientos de la Constituyente actual, para exigir y pelear por una verdadera Asamblea Constituyente Democrática y Soberana, o será absorbido por la “institucionalidad” del régimen?
  • ¿Podrán, por ejemplo, apoyados en un nuevo proceso de movilización, plantear en forma inmediata  la libertad de los presos políticos por luchar, la liquidación de la AFP o la recuperación del agua como bien común? ¿Pondrán sobre el tapete la disolución de las fuerzas represivas y la discusión sobre la FF.AA.?
  • ¿Cuáles serán los pasos del gobierno y sus viejos socios de la Concertación para bloquear, prostituir y desviar este proceso?
  • ¿Qué rol cumplirán el Frente Amplio y el PC?, ¿serán aliados, aunque sea circunstanciales, de este proceso o repetirán, como desde hace años, su rol de quinta columna para dinamitar los procesos auto organizados desde abajo?
  • Y la pregunta de las preguntas: ¿entrarán en acción los sectores obreros esenciales para la economía como los portuarios o los del cobre, como insinuaron hacerlo en las últimas semanas, por el reclamo del retiro de los fondos de pensión?

Estas preguntas y tantas otras seguramente se irán dilucidando en los próximos meses. Y como condimento especial, también estarán cruzadas por el lanzamiento de las elecciones presidenciales de noviembre. Pero más allá de esto, será necesaria una nueva oleada de movilización y organización que permita derrotar al gobierno y al régimen, apoyándose en el repudio generalizado que se expresa a cada paso. Será necesario también ir rompiendo las trampas e ilusiones que intentarán crear el gobierno y las clases dominantes, para imponer desde abajo una salida obrera y popular.

ph: Luis Cuello

Parafraseando a Bob Dylan, la respuesta “esta soplando en el viento”. O más bien, en las decisiones del movimiento obrero y popular chileno, al cual por supuesto seguimos y apoyamos. Trataremos desde estas paginas seguir este proceso.

ph: Luis Cuello

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3 comentarios sobre “¿Podrán los trabajadores y el pueblo chileno aprovechar la derrota electoral del gobierno para imponer una salida obrera y popular?”

  1. En Chile no se derrotó al Gobierno, se derrotó al sistema, a la herencia de la dictadura, a la ignominia. El plebiscito y la elección de los Constituyentes no fué en contra del gobierno. Creo que el título es politicamente engañoso.

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