Entrevista a Lourdes Hidalgo, trabajadora textil, sobreviviente de la masacre de la calle Luis Viale


Entrevista: Juanjo Lázzari

Pocas personas tendrán en su memoria la fecha del 30 de marzo de 2006. Pero ese día se dio una de las mayores tragedias obreras de los últimos años en la Argentina. Y no es casual que la fecha, y el hecho mismo, permanezcan en el casi total desconocimiento.

Esa tarde se incendió un taller textil clandestino en la calle Luis Viale al 1200, barrio de Caballito, CABA. Trabajaban y vivían en ese precario lugar, decenas de trabajadoras y sus hijos, en habitaciones separadas con paredes de tela y cartón. Una joven trabajadora, su hijo por nacer y cinco niños y niñas murieron producto del fuego, todos de nacionalidad boliviana y víctimas no solo de explotación laboral sino también de trata de personas.

Lourdes Hidalgo fue trabajadora del taller. En un principio, vivía en una habitación que alquilaba, hasta que, después de trabajar un mes entero, cuando reclamó que le pagaran, le dijeron que allí pagaban cada tres meses. Fue entonces cuando no le quedó otra que mudarse al taller. Hoy se reconoce como una sobreviviente de la Masacre de calle Luis Viale y pide que sus compañeras y sus hijos e hijas no sean olvidadas.

“Aquel 30 de marzo de 2006 –comienza diciendo- perdieron la vida Juana Vilca, de 25 años, embarazada, Wilfredo Quispe, de 15 años, Elías Carvajal, de 10 años, Rodrigo Carvajal, de 4 años, Luis Quispe, de 4 años, y Jazzy Rodríguez, de 3 años. Todos ellos fueron víctimas de la explotación laboral de la patronal racista. Aquel 30 de marzo de 2006 acabó con la vida de ellos. Y los que sobrevivimos quedamos con las cicatrices que nunca sanarán”.

Borrador Definitivo: ¿Cuánta gente en total vivía en ese lugar y en qué condiciones?

Lourdes Hidalgo: Estuvimos 65 personas, entre ellos 25 niños. El lugar era cerrado, no tenía ventilación. Teníamos un solo baño para las 65 personas, un baño chiquito, que estuvo conectado con un cono de hilo en la canilla para ducharse. Incluso solo había agua fría y por las noches teníamos que hacer una cola para ducharnos hasta 2 de la mañana.

Trabajábamos de dieciséis a dieciocho horas diarias. Incluso la cocina estaba al lado de las máquinas. No había una cocina como se debe, había una cocina chiquita donde solamente estaba una heladera y el lavaplatos, pero la cocina para cocinar estaba en el taller.

BD: Las autoridades nacionales y de la ciudad, ¿tenían conocimiento de esta situación que nos contás?

LH: ¡Cuántas veces entró la policía! Incluso a pedir los pantalones de tela jean de hombres que nosotros cosíamos, pedían cínicamente el talle que ellos usaban. Como también entraron al lugar varios funcionarios del gobierno de la ciudad de ese año. Y los dueños, llamados Jaime Abraham Taylor y Daniel Alberto Fisher, con la complicidad de los capataces, Juan Manuel Corea y Luis Illerico, todos ellos sabían lo que estaba pasando ahí y nadie hizo nada. Tú ibas a entrar, ibas a ver en las malas condiciones que estaban las instalaciones eléctricas. Estas muertes eran evitables. Antes de ese 30, hubo otro incendio dentro del taller y no hicieron caso; se prendió fuego un cable, dio cortocircuito. Y a la patronal solamente le importaba embolsillarse las ganancias y no en las condiciones que estábamos los trabajadores.

BD: ¿Qué posibilidad de reclamo tenían ustedes como trabajadores?

LH: A nosotros no nos dieron lugar a reclamar por nuestros derechos. Yo en una oportunidad le hablé a uno de los capataces llamado Juan Manuel, le pedí que hagan arreglar el baño, porque había dos baños, pero uno nomás funcionaba, el otro no funcionaba. Y me dijo que sí, pero a los tres días me dijeron que me vaya. El otro capataz me dijo que ellos estaban acostumbrados a trabajar así y si yo reclamaba, ya podía dejar de trabajar. O sea que no nos daban lugar a reclamar por nuestros derechos.

También acá adentro hubo trata laboral: trajeron mucha gente desde Bolivia incluso que no hablaban el castellano, hablaban el aimara, trajeron familias con hijos.

BD: Después del incendio, este caso fue a la justicia. ¿Qué respuesta han tenido?

LH: Este caso quedó en total impunidad, no hubo justicia ni para los sobrevivientes ni para las víctimas. En el 2016 solamente fueron condenados los capaces, que los sentenciaron a trece años. Pero, ¿qué pasa? Que hoy en día están libres, están gozando de libertad. Pero a los dueños no, no los investigaron, no los procesaron y en el 2019, la causa penal se cerró y como también por prescripción pasaron los años. También dijeron que por “falta de pruebas”. Yo me pregunto qué pruebas más quería, ¿no les bastó la sangre que derramaron mis compañeros y sus hijos que perdieron la vida en ese lugar? Este caso quedó en total impunidad y, en el mismo año 2019, la justicia les entregó la llave del taller a los mismos responsables.

BD: O sea que, en este momento, ahí puede estar funcionando otro taller en iguales condiciones.

LH: Claro, eso es lo que intentaron, porque yo me recuerdo muy bien cuando esto pasó, lo del incendio, ellos estaban buscando armar una cooperativa con los mismos trabajadores, con los que tenían DNI. A pesar de que nosotros habíamos quedado en la calle sin nada, se nos quemaron nuestras pertenencias, ellos buscaban preguntando qué trabajadores tenían su DNI. Y buscaban para hacerles el trámite y armar una cooperativa y así recuperar sus máquinas, los dueños.

BD: Imaginamos que esta tragedia no será la única por el estilo. ¿Tenés idea si sigue habiendo talleres en las mismas condiciones que el de Luis Viale?

LH: Estas no son las únicas muertes; también en el 2015 murieron nuevamente dos niños dentro de un taller en el barrio de Flores, como en el 2018 en el barrio de Mataderos, murió nuevamente otra nena. Y esta clase de trabajos sigue. Hoy en día son perseguidos los talleres chiquitos, familiares, pero no aquellos como el de Luis Viale, que estuvimos 65 personas; y como siempre el sistema capitalista les hace callar con el dinero.

BD: A 17 años de la masacre y con la causa ya cerrada, ¿cómo mantienen viva la memoria de las víctimas?

LH: Todos los años, siempre realizamos una Jornada de Lucha y Festival de Resistencia, recordando a todos los que perdieron la vida. También hoy en día estamos exigiendo que el lugar sea un espacio de memoria. No queremos que la muerte de nuestras compañeras y sus hijos quede en el olvido.

Este caso también quedó aislado, ha habido mucha discriminación hacia nosotras por ser trabajadoras migrantes, por ser mujeres quechua y aimaras; e incluso en el mismo juicio ha habido mucha discriminación, empezó desde que estuvimos en el taller, con los dueños, en el juicio y en todos lados. Porque siempre a nosotros nos señalaron que nosotros habíamos venido a quitarles el trabajo; pero realmente quien le saquea sus riquezas son las transnacionales imperialistas, ellos van de país en país a saquearles sus riquezas. Pero no somos nosotras, si a nosotros nos obliga la necesidad de trabajo; hemos venido en busca de tener un trabajo digno, hemos venido con un sueño de tener un futuro mejor. Pero muchos de esos sueños se convirtieron en cenizas. Como mis compañeros y sus hijos vinieron desde allá desde Bolivia con esas esperanzas de tener un trabajo digno, vinieron con vida y se regresaron sus cuerpos en cenizas.

Quiero pedirles que nos apoyen en esta lucha, porque las trabajadoras y trabajadores textiles somos aislados. Muchos se olvidan quién se les cose la ropa. Nunca olviden: la ropa está manchada con la sangre de las trabajadoras textiles que perdieron la vida cosiendo la ropa.


Para conocer más sobre esta causa, se pueden visitar las redes sociales de los trabajadores: Comisión por la Memoria y Justicia de los Obreros Textiles de Luis Viale en Facebook, y Talleres Clandestinos en Instagram.