El gobierno nacional, junto con el de la provincia del Chaco, vuelve a la ofensiva con el acuerdo con China para la instalación de mega factorías de carne porcina. Es por ello que publicamos esta muy interesante entrevista a Guillermo Folguera, donde hablamos del tema, además de otros que tienen que ver con la relación entre la ciencia, la política, los intereses empresariales y la sociedad. La nota data de septiembre de 2020, pero tiene una actualidad inquietante.


Entrevista: Borrador Definitivo RADIO Edición: Elizabeth Moretti

Guillermo Folguera es Doctor en Ciencias biológicas y Licenciado en Filosofía, pero él enriquece aquello que los simples títulos pueden expresar: “Yo además de científico y académico me considero militante por el medioambiente y el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones” dice.

Tiene una larga trayectoria como investigador y militante y, a mediados del año pasado, tuvo presencia en algunos medios de comunicación masiva, por ser una de las voces cantantes de la resistencia al acuerdo bilateral con China para la instalación de factorías de cría de cerdos. Por ese entonces, lo entrevistábamos y él nos decía esto:


“Estamos hablando de 12.500 madres en 25 lugares del país para empezar, con lo que intentan garantizar una porción de la carne de cerdo para China. Recordemos que China perdió hace unos años el 60% de sus animales producto de la circulación de un virus. Entonces China está dispuesta a pagar mucho más caro el kilo de carne sacando a los cerdos de su territorio, con tal de externalizar los riesgos. Con lo cual, la naturaleza de estos proyectos es una naturaleza que el empresariado chino, el empresariado argentino y los estados correspondientes saben perfectamente que tienen factores de riesgo muy grandes. ¿Cuáles son esos riesgos? Son muy variados y preocupantes. Quienes nos estamos movilizando por este tema estamos muy sorprendidos.

Primero son riesgos asociados a la circulación de patógenos. De hecho parte del tema del Covid que estamos transitando se sabe que tiene un origen zoonótico.

Junto con la aparición de virus se sabe que se generan bacterias resistentes. Esto tiene que ver con que cualquier cría intensiva, en general implica el debilitamiento de los animales. Entonces lo que hacen los productores a esta escala es agregarles muchos químicos, agregarles antibióticos, que a corto plazo les pueden responder en términos de la producción, pero en el largo plazo, biológicamente, genera desastres. Uno de esos desastres es la producción de bacterias resistentes, que vos después no las podés matar con nada. Con lo cual la Argentina se está comprando con esto un enorme problema en términos de generación de zoonosis.

Junto con eso… se sabe que son altamente contaminantes: de napas, de cursos de agua, de los territorios, del aire. En proyectos similares en Chile y en España se habla de olores nauseabundos que hacen imposible vivir al lado. Y cuando digo al lado estoy hablando de 10 o 15 kilómetros a la redonda. Es imposible vivir. Con lo cual se vuelven territorios que muchas comunidades entienden como sacrificables.

Después hay efectos que van a estar asociados con la mayor necesidad de alimentar a esos animales, con lo cual se espera mayor producción de maíz y de soja, o sea, mayor depredación ambiental. Todo lo que estamos viendo en este momento del país está vinculado con esto”.


Recuerde el lector que, en la fecha de la entrevista, el país entero y buena parte de Sudamérica estaba atravesado por incendios que produjeron pérdidas de biodiversidad irreparables. Muchas voces suspicaces señalaron, en aquel momento, a la extensión de la frontera agrícola como la mano invisible detrás de gran parte de esos focos ígneos. La actualidad nos encuentra con nuevas quemas en las islas frente a las costas del Paraná. Eso, además de ser muy triste, le da a esta entrevista una actualidad incuestionable.

Pero para entender este proceso es necesario retroceder y preguntar por su origen, y por un tema que nuestro entrevistado siempre pone sobre relieve, tanto en las entrevistas que le hacen como en su libro de reciente aparición: “La ciencia sin freno”. Este tema es la inversión en ciencia y tecnología:


“El tema de ciencias y tecnologías como políticas públicas es muy propio del siglo XX y aparece en la década del ‘40, después de las Segunda Guerra Mundial. Y en general toma la forma de inversiones desde los estados. Este proceso empieza a cambiar… con el neoliberalismo, cuando los estados retroceden en sus inversiones, y aparecen grandes empresas que pretenden usar las ciencias y las tecnologías para beneficio propio…

Argentina encuentra este cambio muy marcado en la década del ‘90 con el gobierno de Menem. No es casualidad que el paquete tecnológico de la soja transgénica y el glifosato sea de este periodo y que al final de este período se de ingreso a la megamineria… obviamente lo que se busca es reproducir el lucro y transformar las ganancias en más ganancias”.


Es aterrador pensar en que la continuidad no se da sólo en las políticas sino que, incluso, la vemos encarnada en las mismas personas. Quien hoy, en su calidad de Canciller, se encuentra impulsando el acuerdo bilateral con China, Felipe Solá, es el mismo que, en 1996, como Ministro de Agricultura del gobierno menemista, abría las puertas del país (y de toda Sudamérica) al ingreso de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), particularmente la soja, de la mano de Monsanto. Esa fue, para Guillermo, la gran discontinuidad que encontró el desarrollo de la agricultura en la Argentina.


“Los Organismos Genéticamente Modificados –dice nuestro entrevistado- tienen, en términos conceptuales, algo muy raro (lo digo como persona formada en biología), que es ajustar una semilla a un químico preexistente. Por ejemplo: acá la empresa que tenía el químico era Monsanto con el glifosato, y entonces buscaron modificar genéticamente la semilla para que resista al glifosato. Lo que generó fue la liberación de este paquete tecnológico y empezó a incidir en términos de impacto y de escala: se amplió la barrera agrícola, generó un fuerte impacto ambiental y además concentración en la propiedad y el uso de la tierra…

Lo que vemos es que hay un gran aporte del sector privado que usa gran parte de los recursos humanos, y en muchos casos también de las infraestructuras de los espacios públicos, generando una mezcla imbricada que no se puede diferenciar. Y generando beneficios que al estado lo conecta con, en el mejor de los casos, el ingreso de algunos dólares (en el peor de los casos ni eso). Y donde las empresas son altamente beneficiadas.

Por ejemplo, el séptimo millonario de la Argentina es Hugo Sigman, que es el peso fuerte de Bioceres (una empresa privada que tiene entre sus filas también a Grobocopatel y otras personas conocidas), y que por ejemplo ahora está haciendo un fuerte lobby para aprobar el trigo transgénico HB4. Y cuando uno rastrea a Hugo Sigman, encuentra que está involucrado con Biogénesis Bago, que es una de las empresas que está haciendo lobby por el acuerdo porcino. Y Hugo Sigman está también vinculado con el negocio farmacéutico, y de hecho es el que está produciendo el principio activo de la vacuna que todavía no tuvo aprobación de Astra Seneca y de Oxford. O sea que mientras produce semillas con las cuales, en muchos casos, seguramente alimente a los cerdos, y produce los fármacos que van a ir a la producción de cerdos, una producción que tiene potencial zoonótico, está produciendo la vacuna que supuestamente nos va a resolver el problema de una zoonosis. Tiene algo que, si no fuera real, sería profundamente inverosímil”.


Recordemos que, por aquel entonces, cuando las vacunas contra el Covid aún no habían sido aprobadas para su aplicación masiva, Hugo Sigman comenzaba a producirlas a gran escala. En la actualidad, su laboratorio sigue produciendo millones de dosis que, en su mayoría, no sabemos dónde terminan; de una vacuna que, más allá de su aprobación de emergencia, siguen estando en etapa experimental.

Con esta relación, Guillermo nos dio pie para la última reflexión que queríamos pedirle, acerca de la gestión estatal de la pandemia y de esta suerte de carrera empresarial por las vacunas. Compartimos lo esencial de su respuesta porque, a pesar de los meses transcurridos, conserva absoluta actualidad:


“La cuestión de asumir que las vacunas per se no tienen riesgos asociados es conceptualmente un error. Los tienen, son algo que tiene que minimizarse y siempre se tiene que ponderar en función de las virtudes y los riesgos asociados. A mí el primer punto que me impresiona  acá es qué significa estar produciendo una vacuna que no está aprobada. Hay una idea del uso de los recursos, hay una idea de las inversiones, es tanto el dinero que está circulando, son tantos los intereses de los negocios…

Yo no termino de comprender por qué la única idea fundamental que tenemos sobre la pandemia es ‘esperemos las vacunas’. Además, con algunos agregados que son importantes: primero la contradicción que significa estar buscando desesperadamente vacunas mientras en Argentina se está invirtiendo en proyectos con riesgos zoonóticos tal como el de los cerdos.

Pero además, en el caso particular de este virus, que es un virus que muestra, evidentemente, una tasa de contagio muy alta, que ha logrado saturar sistemas hospitalarios de todo el mundo. Ahora bien: con sistemas hospitalarios de todo el mundo, también de Argentina, de muy poca capacidad. Entonces parte de lo que estamos viendo no es únicamente la tasa alta de contagio del virus, sino lo que han hecho con los sistemas hospitalarios de todo el mundo y también de Argentina: los han destruido.

Entonces, ¿por qué no poner el acento en mejorar los sistemas hospitalarios y mejorar la nutrición y las defensas naturales que tienen las comunidades? Si algo hemos visto en todo esto es que el virus muy raramente mata a las personas que están bien de salud: es un virus que mata a personas que están hacinadas, personas que están mal nutridas, personas que traen otras enfermedades”.


Varias de las notas publicadas en esta página intentan expresar este aspecto de la gestión de la pandemia: la ausencia de un análisis que salga de los márgenes de los negocios farmacéuticos, y que ponga el foco en la calidad de vida de las comunidades. Guillermo hace eje en ello y cierra nuestra charla con lo que puede verse como una conclusión general sobre la situación ambiental y social:


“Yo creo que lo que muestra estructuralmente la situación actual es que no hay soluciones mágicas, que no nos vendan falsas soluciones. Y que tenemos que trabajar estructuralmente por un concepto de salud que involucre la prevención de enfermedades. No hay salidas individuales sin salidas colectivas y no hay salidas colectivas sin territorios sanos.

Todo esto que estoy planteando no lo veo en a aquellos y aquellas que levantan tan fervorosamente el tema de la vacuna. Veo que siguen pensando que hay soluciones simples de problemas complejos…”